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lunes, 21 de abril de 2025

La consulta halájica que recibió el Beis Halevi (4 copas de leche?) y un mensaje muy actual

Era la víspera de Pésaj, y las calles estaban llenas de movimiento. Las familias corrían de un lado a otro, limpiando sus casas, comprando Matzot, y preparando cada detalle para el Séder.

En medio de ese bullicio, un hombre humilde se acercó a la casa del gran Rav Yosef Dov Soloveitchik, el Beis Halevi. Con pasos vacilantes y una voz baja, le preguntó:

—Rebe, una pregunta halájica. Quería saber si se puede cumplir la Mitzvá de las cuatro copas del Séder con leche en lugar de vino.

El Rav lo miró con atención. En vez de responder de inmediato —como quizás se esperaba para una pregunta tan sencilla—, frunció el ceño, como si meditara algo muy profundo.

—Mmm... Es una buena pregunta —dijo finalmente el Rav—. Tendré que examinar algunos libros y analizar bien la Halajá. Por favor, déjeme su nombre y dirección, y en cuanto tenga una respuesta, lo buscaré.

El hombre asintió, agradeció al Rav y se fue.

Uno de los alumnos del Rav, que había presenciado toda la escena, no pudo contener su sorpresa.

—Rebe... con todo respeto, ¡esa es una pregunta muy simple! Todos sabemos que no se acostumbra usar leche para las cuatro copas, pero tampoco es una gran cuestión halájica... ¿Por qué le dijo que tenía que estudiar sobre eso?

El Beis Halevi le sonrió, se puso su abrigo y se dirigió a la puerta.

—No era una pregunta de Halajá lo que escuché —dijo con voz suave—. Era un grito silencioso de necesidad. Si ese hombre está preguntando si puede usar leche en el Séder, eso significa que ni siquiera tiene dinero para vino. Y si piensa usar leche, entonces tampoco tendrá carne para la comida [porque no se puede mezclar carne con leche en la mesa del Seder].

—¿Y a dónde va ahora, Rebe? —preguntó el alumno, aún más intrigado.

A buscar la respuesta —dijo el Rav con una sonrisa—. En el mercado. Para comprarle vino, carne y todo lo que necesita para su Séder.

Así el Rav fue personalmente a ayudar a ese hombre, sin humillarlo, sin que siquiera tuviera que pedir Tzedaká. Porque a veces, el corazón del sabio entiende lo que la boca no puede decir.

*
Al margen del mensaje que deja esta historia, contiene además una importante enseñanza para la época (y los avances) que estamos viviendo

En tiempos como los nuestros, donde las respuestas están a un clic de distancia y donde la IA (Inteligencia Artificial) puede responder a casi cualquier pregunta en segundos, esta historia nos recuerda algo fundamental:

Un rabino de carne y hueso, con un corazón sensible y una mente atenta, no solo escucha las palabras que se dicen — también percibe lo que no se dice. Entiende el dolor detrás de la pregunta, la necesidad oculta entre líneas, la situación humana que ninguna inteligencia artificial puede captar del todo.
La inteligencia artificial puede dar una respuesta correcta, pero el Rab puede dar una respuesta con alma. Puede ofrecer compasión, apoyo, una sonrisa... o incluso salir corriendo al mercado para resolver un problema que no fue formulado en palabras.

Por eso, aunque vivamos en un mundo moderno, nunca debemos reemplazar el valor del contacto humano, de un líder que conoce a su gente, que siente con ellos, y que entiende que a veces, la verdadera respuesta no está en un libro, sino en el corazón.

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