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martes, 27 de agosto de 2024

El poder de un llanto al encender las velas de Shabat

Por Rab Yejiel Spero

Rab Yehuda Davis, un Melamed de Yerushalaim, compartió una historia conmovedora que demuestra cuán poderosas pueden ser nuestras lágrimas. Como Melamed de quinto grado, Rab Davis se esfuerza por inculcar en sus alumnos los principios fundamentales de la Guemará, con el objetivo de construir una base sólida para su futuro aprendizaje.

Sin embargo, había un niño llamado Yosi que, a pesar de todos sus esfuerzos, simplemente no lograba entender las lecciones. Cada día llegaba a la escuela con una actitud positiva, pero siempre se iba llorando, sintiéndose un fracasado. Las dificultades de Yosi no solo afectaban su aprendizaje, sino también su vida social. Durante el recreo, los otros niños se burlaban de él y lo excluían, llamándolo "el tonto de la clase". Estas constantes burlas fueron desgastando a Yosi. Perdió la confianza en sí mismo, y la chispa en sus ojos comenzó a apagarse. Hasta ese año escolar, Yosi había sido un niño alegre y lleno de vida, pero ahora, era solo una sombra de lo que solía ser.

Los padres de Yosi estaban muy preocupados. Lo llevaron a varios expertos para tratar de descubrir por qué tenía tantas dificultades. Contrataron tutores adicionales, le compraron útiles escolares especiales y le ofrecieron premios por sus esfuerzos. Sin embargo, nada parecía ayudar. La madre de Yosi estaba desconsolada; no podía soportar ver a su hijo tan infeliz y desanimado.

Entonces, un día, ocurrió algo increíble. Yosi llegó a la escuela con la cabeza en alto, y su ceño fruncido había desaparecido, reemplazado por una sonrisa que se extendía de oreja a oreja. Participaba activamente en clase, hacía preguntas y daba respuestas correctas. Durante el recreo, jugaba con los otros niños, riendo y disfrutando.

Rab Davis, su melamed, estaba asombrado. No había cambiado su método de enseñanza, pero de repente Yosi estaba prosperando. Intrigado por la causa de este cambio, Rab Davis llamó a la madre de Yosi para contarle sobre la notable mejora de su hijo. Luego le preguntó: "¿Podría decirme qué sucedió en casa que provocó tal cambio?"

La madre de Yosi le explicó: “Estaba tan preocupada por Yosi que lloré durante meses. No podía dormir. Me lo imaginaba teniendo dificultades en clase y siendo excluido durante el recreo. Lo peor de todo era que lo escuchaba llorar por las noches, mientras empapaba su almohada con lágrimas. Como madre, sentía profundamente su dolor.

Entonces, se me ocurrió una idea. Le dije a Yosi que hay un momento especial cada semana en el que rezo muy fuerte por él y por todos mis hijos: cuando enciendo las velas de Shabat. Durante ese momento, recito una Tefilá especial por el bienestar y el éxito de mis hijos. Es un momento especial, un Et Ratzón, cuando puedo abrir mi corazón a Hashem.

‘¿Por qué no te paras al lado mío cuando encienda las velas’, le sugerí a Yosi, ‘y haces una Tefilá conmigo? Juntos, podemos abrir nuestros corazones a Hashem. Quizás eso te ayude’.

Yosi estaba tan triste que estaba dispuesto a intentar cualquier cosa”, continuó su madre. “Así que, ese viernes por la tarde, mientras yo encendía las velas, Yosi se paró a mi lado. Ambos nos cubrimos el rostro y lloramos y susurramos nuestras Tefilot a Hashem. Después de unos momentos, terminamos. Nuestros ojos estaban rojos y húmedos, pero sentimos una sensación de alivio y esperanza.

“A partir de ese momento,” continuó la madre de Yosi, “todo comenzó a cambiar. Yosi recuperó la confianza y comenzó a tener éxito en la escuela. Estoy segura de que fueron nuestras Tefilot sinceras y nuestras lágrimas las que marcaron la diferencia.”


Fuente: "The ArtScroll Shabbos Table" Parashat Pinjas 5784.

©JasidiNews 
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lunes, 19 de agosto de 2024

Y siguen siendo caballos...

Cierta vez un Yehudi fue a ver a Rabi Bunem de Pshisja, y se quejó ante él: "Está escrito en los Sefarim que quien ayuna durante un cierto período de tiempo amerita la revelación de Eliahu Hanavi. ¡Yo he ayunado todos esos días y no recibí ninguna revelación!”

El Tzadik lo miró y le respondió: "Te contaré una historia":

Una vez, el Baal Shem Tov emprendió un viaje a cierto destino. Como siempre, el viaje transcurrió de modo  milagroso, con ‘saltos’ y acortamientos milagrosos durante el viaje. Los caballos estaban acostumbrados a detenerse en cada parada a alimentarse, allí recibían comida y bebida. Para su sorpresa, esta vez no se les permitió descansar en alguna parada. Se movían rápidamente de pueblo en pueblo, sintiendo como si estuvieran volando por los aires. Los paisajes a su alrededor pasaban y cambiaban a una velocidad extraordinaria.

Los caballos pensaron en sus corazones: '¿Quizás no somos caballos? ¿Quizás somos humanos? Si somos seres humanos, no comeremos en los paradores y establos, sino que recibiremos comida en las posadas, junto a nuestros pasajeros...'.

Para su sorpresa, incluso cuando la carreta pasó por una posada al costado de la ruta, no recibieron su comida. 'Si es así, no somos humanos sino ángeles, y no necesitamos comida ni bebida en absoluto...', los caballos reflexionaban con entusiasmo y emoción.

Finalmente, el Baal Shem Tov y sus discípulos llegaron a su destino. Los caballos fueron llevados al establo y ubicados frente a un montón de hierbas y heno. Sin dudarlo, los animales se abalanzaron sobre la comida, como verdaderos caballos…

El Yehudi miró al Tzadik desconcertado, preguntándose cómo se relacionaba la extraña historia con su pregunta sobre la revelación de Eliahu Hanavi.

Luego de una breve pausa, el Tzadik le terminó diciendo: "Quien se dedica a llevar a cabo ayunos está seguro de que ya ha alcanzado el rango de un Malaj (ángel) y es digno de que se le revele Eliahu Hanavi. Sin embargo, el ayuno no es lo principal. La medida de refinamiento se comprueba precisamente durante la comida después del ayuno. Si una persona ha completado el número requerido de ayunos y se abalanza sobre la comida que se le sirve con brusquedad animalesca, es una señal de que sigue siendo un caballo, y nada ha cambiado…”


Fuente: Sipurei Jasidim, pág. 227.

Salvando a un Yehudi antes de tomar una grave decisión de la manera más original

Un hombre llamado Jaim vivía en Montreal, Canadá. Debido a grandes dificultades económicas, Jaim decidió mudarse a una parte desconocida de Canadá, pensando que le iría mejor allí, tomando en consideración su Parnasá y la de su familia. Cuando el Tosher Rebe, Rab Meshulam Feish Segal-Lowy זצ"ל, se enteró de las intenciones de Jaim, procuró entender las razones que lo llevaron a tomar semejante decisión.

El Rebe, que era conocido por su gran compasión y צדקות, le hizo algunas preguntas como ser si tendría un Minian estable, una Mikve y un Jeider en esta nueva ciudad. Lamentablemente, Jaim admitió que no iba a contar con estos aspectos esenciales de la vida judía en su nueva ciudad.

El Rebe se sintió mal al oír esto y buscó una razón más profunda la cual haya llevado a Jaim a tomar semejante decisión, que cambiaría su vida. Con honestidad y franqueza, Jaim le contó al Rebe un incidente lamentable que había quebrado su Bitajón y afectado significativamente sus circunstancias en la vida.

Durante un viaje de negocios a Amberes, viajaba con una cantidad sustancial de dinero y, trágicamente, el dinero desapareció en el aeropuerto. De alguna manera se lo robaron y se quedó sin un centavo. Buscó por todas partes pero no pudo encontrarlo. Abrumado por la desesperación, regresó a Montreal agobiado por el peso de sus problemas financieros.

El Tosher Rebe quedó conmovido ante la historia de Jaim y trató por todos los medios posibles evitar que Jaim se vaya de la ciudad, ofreciéndose a ayudarlo con sus problemas financieros, pero Jaim estaba decidido a mudarse y comenzar de nuevo, sin importar lo que el Rebe dijera u ofreciera. A regañadientes, el Rebe observó cómo Jaim se preparaba para partir.

Al día siguiente de su conversación, un extraño se acercó a Jaim en la calle. Por alguna razón, este extraño le pareció familiar y Jaim le dijo: “¿Te conozco de algún lugar? Me pareces familiar.”
El corazón de Jaim dio un vuelco cuando el extraño respondió. “He cargado con una carga de culpa desde aquel día en el aeropuerto”, confesó el extraño. Jaim se sorprendió. El hombre dijo: “No podría vivir sabiendo que había tomado tu dinero. Me ha agobiado todos los días desde entonces. Toma, por favor acéptalo de vuelta”. Y con eso, el extraño le entregó a Jaim la suma exacta de dinero que le habían robado años atrás. 

Jaim escuchaba maravillado lo inimaginable que estaba sucediendo y por otro lado lleno de gratitud, lo que dejó esto un profundo impacto en él. Abandonó su plan de mudarse y una vez más Montreal se convirtió en su hogar, donde él y su familia continuaron creciendo y prosperando.

Veinte años después, se difundió la triste noticia de que el Tosher Rebe había fallecido. Mientras la gente se congregaba alrededor del Kever del Rebe, Jaim se encontró con aquel extraño una vez más. Jaim comentó: “Supongo que esta es la tercera vez que nos vemos”.
Sin embargo, el extraño lo corrigió humildemente y dijo: “No, esta no es la tercera vez. Es solo nuestro segundo encuentro. La verdad es que, aunque te dije que te robé el dinero, en realidad nunca lo tomé. El Tosher Rebe se sintió terrible por el hecho que estabas dispuesto a abandonar el estilo de vida judío y, en su צידקות, me dio ese monto de dinero y me pidió que me acercara a ti, como si yo fuera el que lo había robado.”

¡Las lágrimas brotaban de los ojos de Jaim cuando se dio cuenta de la profundidad de la sabiduría del Tosher Rebe y de su extraordinario acto de amor y bondad hacia él!


Fuente: "The Tosher Rebbe",  Artscroll Series.

"¿Qué está pasando con la joven judía que me escribió aquella carta?"

Una joven de 16 años de Balaclava, un suburbio de Melbourne, Australia, sentía un profundo deseo de convertirse al judaísmo. Reb Jaim Gutnick, conmovido por su sinceridad, la llevó ante un Beit Din, pero fue rechazada debido a su edad (demasiada joven para tomar esta decisión).

La joven se angustió y enfermó, perdiendo el apetito y el sueño. Aconsejada por Reb Jaim, le escribió una carta apasionada al Rebe explicándole su anhelo por ser judía.

Pero no recibió respuesta. En cambio, el Rebe hizo referencia a su caso en una carta a Reb Jaim. En la posdata el Rebe le escribió:
“¿Qué está pasando con la joven judía de Balaclava que me escribió esa larga carta?”

Entendiendo el mensaje, Reb Jaim se dispuso inmediatamente a reunirse con los padres de la joven y, tras una intensa conversación, la madre reveló que había estado ocultando su identidad judía durante toda su vida debido al Holocausto.

Poco tiempo después, Reb Jaim tuvo un Yejidus con el Rebe. "Entre Jsidim se asume que el Rebe sepa estas cosas”, dijo. “No quiero sonar jutzpedik, pero quiero preguntar si hay alguna una explicación racional…” [al conocimiento del Rebe sobre las raíces judías de la chica].

El Rebe sonrió y dijo: "Sólo una ídishe meidele podría haber escrito una carta así".


Fuente: The Weekly Farbengen, Matot-Masei 5784

"Que venga el Mashiaj y se lleve a los Cosacos a Ierushalaim..."

En el pasado, la mayoría de la gente tenía un gran desconocimiento sobre el significado del Galut y la magnitud del bienestar que habrá en los días de la Gueulá. Esta falta de comprensión (e ignorancia) se ilustra en la siguiente historia.

Rabi Najum de Chernobyl solía viajar frecuentemente entre ciudades para Tzorjei Mitzvá (con motivos nobles y necesidades comunitarias). En uno de sus viajes, se hospedó en una posada de una familia judía rural y muy sencilla, ubicada en un pueblo aislado y lejos de las grandes ciudades donde vivían la mayoría de los judíos.

Como era su costumbre, el Tzadik se despertó a medianoche para realizar el Tikún Jatzot en su habitación, derramando su corazón en súplicas y lágrimas por los sufrimientos del Galut y la opresión.
 
Los sollozos del Rebe despertaron al posadero, quien, en su inocencia y sencillez, pensó que algo terrible le había sucedido y corrió a la habitación del Rebe.

El Tzadik Rabí Najum sabía que el posadero tenía una mentalidad muy simple, por lo que trató de explicarle en palabras sencillas que estaba llorando y lamentándose por la destrucción del Beit Hamikdash y por los padecimientos que acosan al pueblo de Israel desde entonces. También le explicó que al mismo tiempo pedía y rezaba para que llegara pronto la Gueulá y que entonces todo iría bien para todo Am Israel.

Sin embargo, las explicaciones no parecieron tener efecto en el aldeano, quien seguía mirando asombrado a Rab Najum sentado en el suelo, con una vela a sus pies, un saco de arpillera sobre su cuerpo y un montón de tierra sobre su cabeza, con lágrimas brotando de sus mejillas.

"'¿Y acaso no deseas que Mashiaj aparezca y se revele, y que todos juntos vayamos con él a Ierushalaim, Ir Hakodesh?!" Intentó explicárselo Rabi Najum con una pregunta.

“No lo sé", respondió inocentemente el aldeano, "Debería consultarlo con mi esposa…”

Al poco tiempo regresó y dijo:

"No, mi esposa no está de acuerdo. Pregunta cómo podemos mudarnos a Ierushalaim y dejar atrás todas las gallinas y los patos que criamos y con los que nos ganamos la vida."

Rabí Najum volvió a preguntarle:
"¿Y qué harás si vienen los cosacos a tu finca y te roban tus bienes, y que incluso pueden amenazar con tu vida?!"

El aldeano, avergonzado, regresó nuevamente a consultarlo con su esposa y le pidió que reconsiderara la sugerencia. 

Su respuesta no se hizo esperar:

"Bueno, entonces dile al Rebe que rece para que venga el Mashiaj, y se lleve a los cosacos con él a Ierushalaim..."



Fuente: "Lejak Tob"

[El mensaje que transmite esta historia se puede hacer todo un Farbrenguen...]

domingo, 11 de agosto de 2024

5 de Av - Arizal - La firma real auténtica

5 de Menajem Av - Yortzait del Ari z"l - Rab Itzjak Luria


Una comunidad judía lejana de Tzfat se encontró cierta vez en grave peligro. Siempre había sufrido bajo las manos de su gobernante despótico y antisemita, pero ahora había emitido un decreto en todo su reino exigiendo que los judíos pagaran una enorme suma de dinero en un plazo de tres meses o sufrirían el destierro.

Los judíos estaban devastados. ¿Qué iban a hacer? ¿Cómo podrían recaudar aquella suma astronómica? "¡Incluso si vendiéramos todas nuestras posesiones, no podríamos reunir esa suma!" se dijeron unos a otros con desesperación. El gobernante era insensible y no estaba dispuesto a ceder ni un centavo. ¿De dónde saldrá la ayuda?

Siguiendo la tradición milenaria, todos se convocaron en los Shuls -hombres, mujeres y niños- para hacer Tefilá. Tocaron el Shofar, dijeron Selijot y lloraron con la esperanza de que Hashem el Todopoderoso viera su difícil situación y tuviera misericordia de ellos. Enviaron una pequeña delegación de mensajeros dignos a comunidades judías de diversas partes, de cerca y de lejos, para instarlas a que recen también. Los mensajeros viajaron día y noche sin descanso, sabiendo muy bien el peligro que enfrentaban ellos y su pueblo.

Un viernes por la tarde llegaron a Tzfat, cansados y desgastados por el viaje. Antes de hacer los preparativos para el Shabat entrante, corrieron a la casa del 'Ari Hakadosh ' y le contaron la calamidad inminente que amenazaba a su comunidad. Rab Itzjak Luria era famoso como un hombre santo y hacedor de milagros, por lo que sabían que él era la persona a quien acudir.

Cuando llegaron a su casa, lo encontraron vestido de Shabat con una amplia túnica blanca. Parecía un ángel celestial. Sus discípulos ya se reunieron a su alrededor, preparados para salir al campo, como de costumbre, al encuentro de Shabat Hamalká. Pero una mirada a los polvorientos y agitados viajeros demostró que estaban allí por asuntos urgentes. El Ari se sentó con ellos y les prestó toda su atención.

Llorando y sin aliento, contaron su penosa historia. El Arí los tranquilizó diciendo: "No teman. La salvación de Di-s llega en un abrir y cerrar de ojos. Serán mis invitados este Shabat. Vayan ahora y prepárense; olviden vuestras preocupaciones y prepárense para recibir a Shabat Hamalká, porque ya es tarde. No estén tristes. El Shabat no es tiempo para eso. Relájense y confíen en Él, porque verán que cuando termine el Shabat, la salvación ya estará dispuesta."

Los mensajeros rápidamente se prepararon para el santo día. Pasaron el Shabat con el Ari y se dieron cuenta de que todo lo que habían oído acerca de este hombre santo era verdad. Nunca en sus vidas habían experimentado un día santo de descanso tan exaltado y maravilloso.

Después de Havdalá, el Ari se volvió hacia sus invitados y los invitó a ir con él. También les dijo a varios de sus discípulos que tomaran algunas cuerdas y sogas fuertes y vinieran también.

El Ari fue primero. El camino estaba débilmente iluminado por las estrellas parpadeantes. Nadie sabía adónde iban pero siguieron con confianza al maestro. El grupo procedió así durante mucho tiempo, sin pronunciar una sílaba, hasta que el Arí se detuvo. El Ari señaló un lugar frente suyo. Entrecerrando los ojos, los hombres pudieron distinguir un pozo profundo.

"Desenrollen las cuerdas y bájenlas al pozo", ordenó el Arí. Los talmidim hicieron lo que se les dijo. Cuando sólo quedaron las puntas en sus manos, el Arí les ordenó tirar. Comenzaron a tirar de las cuerdas hacia arriba, pero sintieron, de inmediato, que las cuerdas se habían enganchado en algo. Tiraron y tiraron mientras el Ari estaba de pie junto a ellos, instándolos a seguir adelante. Tiraron con todas sus fuerzas.

Finalmente el objeto apareció a la vista. Habían extraído una magnífica cama de caoba con dosel y cuatro postes. Y en él yacía una figura, todavía profundamente dormida. Su vestimenta y su apariencia indicaban que era un hombre poderoso.

El Ari se acercó a la cama y comenzó a sacudir violentamente a aquella persona dormida, despertándolo. El hombre miró a su alrededor, perturbado.

El Ari se dirigió a él enojado: "¿Sigues obstinadamente decidido a desterrar a los judíos de tu país?"

El hombre lo miró con arrogancia y dijo: "¡Sí!". Los mensajeros enseguida lo reconocieron como su gobernante.

"Muy bien", dijo el Arí, "entonces debes sacar toda el agua de este pozo con esto antes de la mañana". Y le entregó un balde al que le faltaba fondo.

El rey miró el balde incrédulo. "¿Cómo puedo hacer eso?" preguntó. "¡Aunque viviera mil años, no podría sacar ni una sola gota de agua con eso!"

El Ari lo ignoró. "Ponte a trabajar, o si no..." El monarca quedó antes estas palabras como aterrorizado y suplicó clemencia.

"¿Cómo esperas que te tenga compasión cuando tú mismo eres un desalmado? El decreto que promulgaste contra los judíos de tu tierra es tan imposible como esta tarea. ¡No tienen los medios para recaudar una suma de dinero tan absurda! Si no accedes a abolir tu decreto, este mismo pozo será tu tumba!" — le gritó el Arí.

El rey tembló incontrolablemente. Sus dientes castañeteaban de miedo; balbuceó una promesa de anular el decreto contra los judíos de su tierra. Entonces el Ari sacó un documento, ya escrito, y lo leyó en voz alta: "Por la presente afirmo que he recibido la suma impuesta a los judíos de mi región y que dicha suma ha sido depositada en el tesoro real. Por lo tanto, el decreto queda nulo y sin efecto."

El rey asintió y con mano temblorosa firmó su nombre al pie del documento y se lo devolvió al Ari. El Ari lo enrolló y se lo dio a los mensajeros que estaban allí, sin poder creer lo que veían. El Arí se volvió hacia sus discípulos y les dijo que bajaran la cama al pozo.

A la mañana siguiente, cuando el rey se despertó, se encontró en su propia cama, en su propia alcoba del palacio. Le dolía la cabeza y sentía todo su cuerpo pesado. "Qué sueño más extraño tuve anoche", murmuró. "Qué personajes tan extraños imaginé. Debí haberme agitado mucho porque siento como si hubiese recorrido una enorme distancia. ¡Y cómo me da vueltas la cabeza!"

El ultimátum de tres meses llegó a su fin, pero el rey ya se había olvidado de su extraño sueño. Alegremente, comenzó a hacer planes respecto a cómo iría a gastar el dinero o, como parecía probable, deshacerse de los odiados judíos.

Él sonrió. De todos modos, ganaría mucha riqueza ya sea que pagaran la multa o no. Porque al desterrarlos confiscaría todas sus propiedades.

Se felicitaba a sí mismo por su brillante plan.

El día señalado, se sentó en su palacio, esperando con impaciencia la llegada de los representantes judíos. Esperó, pero en vano; no aparecieron. Molesto, envió a sus soldados al jefe de la comunidad judía, exigiéndoles que se presentaran antes de la puesta del sol, o los desterraría a todos de sus fronteras.

Los mensajeros que habían sido enviados a Tzfat fueron ante el gobernador, se inclinaron ante él y dijeron: "Su Majestad, que su reino florezca, ya hemos pagado la suma. Aquí está el documento que usted mismo firmó. No debemos nada. No hay razón para hablar de destierro."

Desplegaron el pergamino que llevaba la firma del rey y se lo mostraron. Cuando el rey miró el documento, de repente se desveló como una capa que cubría su memoria.

Revivió los acontecimientos de aquella noche llena de terror. ¡Entonces no había sido sólo una pesadilla! Quién sabe qué más pretendía hacerle aquel poderoso rabino. Si aquel judío fue lo suficientemente poderoso como para transportarlo, en su cama, en medio de la noche, ¡estaba completamente a su merced! Con labios temblorosos, el rey reconoció que, efectivamente, había recibido la suma completa y que el edicto ya no estaba en vigor.

A partir de ese momento, tuvo mucho cuidado con los judíos de sus tierras. Incluso emitió un nuevo decreto proclamando que el pueblo judío era su súbdito protegido y quienquiera que los dañara de cualquier manera sería severamente castigado.

Se dice que después de que el monarca supo la identidad del santo rabino que se lo había llevado en medio de la noche, siempre rogó a los judíos de su tierra que lo mencionaran ante el Arí y le pidieran una bendición. Y al pronunciar su nombre, sacudía la cabeza con incredulidad y murmuraba: "No puede ser un ser mortal. ¡Seguramente es un ángel viviente!"


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Fuente: "The Arizal - The Life and Times of Rabbi Yitzchak Luria" by Nechamiah Piontac (Mesorah)

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