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viernes, 24 de mayo de 2019

Jasidishe Maise: La belleza interna


por Rab Sholom DovBer Avtzon


Lo siguiente lo escuché en un farbrenguen en el último día de Pesaj, durante la Seudat Moshiaj. Decimos en la Haftará de ese día: "En aquel día [el pueblo judío] dirá: Te ofrezco gracias a Ti, Hashem, por haberte enojado conmigo."

A simple vista, esto es desconcertante; si uno dijera: "[Ahora] Entiendo por qué estabas molesto conmigo" o algo similar, eso es comprensible. Pero solo porque alguien esté justificadamente enojado conmigo ¿Le agradezco por castigarme? Tal vez entienda ahora que haya habido una necesidad, pero la pregunta aún persiste, podría tal vez haberse hecho con más compasión.

Pero quizás con la siguiente parábola, citada en sforim, se podrá entender:

Había un poritz (señor feudal, terrateniente), que alquilaba partes de sus vastas propiedades a numerosos individuos. Había una persona que le arrendó la posada. Sin embargo, cuando llegó el momento de pagar el alquiler, el posadero no tenía el monto necesario. El Poritz le advirtió que legalmente lo puede azotar o encarcelar, pero eso no es lo que quiere hacer. Todo lo que quiere es que el posadero honre el acuerdo que se hizo. Él concluyó: "Pero si no lo cumples, puede que no tenga otra opción."

"Así que pensemos un plan de pago. Dijiste que tienes la mitad del monto disponible, págame eso ahora y cada semana durante las próximas diez semanas, pagarás lentamente el saldo."

El pobre posadero agradeció al poritz por su comprensión y amabilidad, e hizo todo lo posible para pagar su saldo. Estaba tan agradecido y elogiaba a su poritz. Esto se prolongó así durante muchos años.

Un año, el Poritz decidió contratar a un gerente para que se ocupe de administrar sus diversas propiedades y así él podría ocuparse de adquirir bienes adicionales y otras actividades suyas.
Al final del año, llamó al gerente y le ordenó que trajera el libro contable, para que pueda revisarlo.

Cuando llegó a la página de este posadero, estaba pendiente la suma completa, veinte rublos de oro. El Poritz le preguntó al gerente: "¿Qué hiciste al respecto?"

"Le advertí que no jugara con nosotros y le propiné veinte latigazos para enseñarle a él y a todos los demás una lección. Un latigazo por cada rublo de oro que debe, respondió el gerente."

El poritz preguntó, "¿eso produjo el dinero?"

Obviamente no, respondió el gerente. El miserable estará en cama durante unas semanas recuperándose.

Entonces, ¿qué lograste?, preguntó el Poritz. "La renta no se pagó y el hombre ahora está incapacitado y no podrá trabajar por semanas o meses. No logras nada. Tráeme al posadero aquí."

Los criados fueron enviados y llegaron a la posada, informando a la familia que, su Señoría, el Poritz quiere que el posadero se dirija a él.

Al oír estas palabras, el miedo entró en sus corazones. ¿Qué quiere el poritz de él ahora? ¿No es suficiente que haya sido azotado y lastimado? Con la esperanza de evitar cualquier otro castigo, dijeron suplicantes: "¿Cómo puede ir, ni siquiera puede levantarse de la cama? Los médicos nos advirtieron que no le permitiéramos que haga esfuerzos, que sino le llevaría a nuestro padre mucho más tiempo curarse. Está 'fuera de servicio', (imposibilitado).

Si es así, respondieron los sirvientes, lo llevaremos en su cama, y ​​algunos de ellos, levantaron la cama con el débil posadero en ella, la colocaron en la carreta, y se fueron a la mansión del poritz.

El poritz saludó al posadero y le preguntó inocentemente, ¿qué pasó, por qué estás en cama? El pobre posadero, no entendía por qué el Poritz hacía una pregunta tan obvia, pero le contó lo que le pasó y le explicó que el gerente no estaba dispuesto a extender ningún tiempo de más, tal como lo hizo el gentil Poritz.

Dirigiéndose al gerente, el Poritz preguntó, "¿es cierto que recibió veinte latigazos?"

"Sí", respondió el gerente.

Entonces te ordeno que le des un rublo de oro por cada latigazo y que se lo entregues ahora.

El gerente no tuvo otra opción y regresó unos momentos después con los veinte rublos de oro.

Después de que el posadero los recibió, le agradeció a Poritz por hacer justicia.

El Poritz sonrió y le respondió, pero ahora seguiré haciendo justicia, ¿puedo por favor recibir el dinero que me debes? Y el posadero no tuvo otra opción que entregárselo. El poritz le ordenó a sus sirvientes que levantaran suavemente la cama y llevaran al posadero de regreso a su casa.

Cuando el posadero llegó a casa, le dijo a su esposa: "Si sólo el gerente me hubiese dado dos latigazos por cada rublo, habría recibido cuarenta rublos y tendríamos suficiente dinero como para vivir y pagar todo el año que viene..."

Así, mientras estamos en este exilio, las pruebas y las tribulaciones pueden ser extremadamente dolorosas y agotadoras. Pero cuando venga el Moshiaj, en ese momento veremos la tremenda recompensa que Hashem nos otorgará por haberlo soportarlo, y exclamaremos: "Si hubiera aceptado (soportado) entonces aún más, mi recompensa hubiera sido ahora mucho mayor. Te agradezco Hashem por todos los desafíos que me diste."

***

Decidí publicar esto ahora, ya que esta semana leemos en el Pirke Avot (Avot 4:2) que la recompensa de una mitzvá es la mitzvá misma. En Jasidut, una de las explicaciones dadas es que cuando uno ve la recompensa otorgada por una mitzvá, entonces comprende ahí la belleza interna de la mitzvá.

Por ejemplo, cuando una persona encuentra un sobre o una bolsita con un nombre y sin abrirlo, lo devuelve a su propietario: si el propietario te da las gracias de forma indiferente y sin mucho entusiasmo, lo más probable es que ese artículo no sea realmente importante para ellos. Sin embargo, si su respuesta es emocionada, te das cuenta de que esto le es valioso a su propietario. Cuanto mayor sea la respuesta o expresión de apreciación, mayor será la importancia del elemento.

Si el valor del artículo fuera de cien dólares, ¿cuánto alivio sentiríamos cuando nos lo devuelvan? Pero si su valor fuera de decenas de miles de dólares, obviamente nuestro alivio y gratitud serán mucho mayores.

Cuando Hashem revele la tremenda recompensa, que Él nos estará dando a cada uno de nosotros por cada mitzvá que hicimos, entonces nos daremos cuenta del verdadero valor (magnitud) y la belleza intrínseca de cada mitzvá.

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