Adaptado por R. Sholom Avtzon
Cada Josid tiene su fecha especial o Yom Tov que pasa con su Rebe. Para algunos es Rosh Hashaná, cuando puede oír las tekiot del Rebe (sonidos del shofar), y para otros es Simjat Torá, cuando puede participar en las hakafot del Rebe. En Lubavitch, Shavuot era conocido como Jag HaMa'TZot, ya que era el Yom Tov en el cual los Rabonim (que son llamados Moré Tzedek, cuyo acrónimo forma la palabra Ma'Tzot) podían tomarse una 'licencia' de su comunidad y viajar al Rebe, a Lubavitch.
El Josid de nuestra historia, R' Zeev, iba a su Rebe (Nota del Traductor [JasidiNews]: leí esta historia de otra fuente y resulta que este Rebe era el Shpoler Zeide) cada año para Pesaj.) Tal vez esto se debía a que como posadero que maneja una taberna, era este el único momento del año en que cerraba sus puertas, dado que todo su whisky era jametz. Además de participar generosamente en Maot Jitim en su comunidad, el fondo para abastecer a los pobres de todas las necesidades del Jag, llevaba un monto considerable de dinero para darle al Rebe para que lo distribuya como mejor le parezca. Él comenzaba a limpiar su casa con tiempo suficiente para que esté lista para Pesaj cuando emprenda viaje. Sus hijos casados dirigían el Seder para su familia, y el estaba en 'su salsa', en la gloria, pasando el Pesaj con su Rebe.
Todos los años, unos minutos después de Maariv en la primera noche de Pesaj, el Gabai entraba en el shul y leía una lista de veinte visitantes que estaban invitados a participar como invitados del Rebe en su Seder. Había un número de personas que estaban siempre entre los honrados, y Zeev era uno de ellos. Todos sabían que Zeev era uno de los devotos jasidim del Rebe, que ayudaba de forma extremadamente generosa a las causas del Rebe.
En la segunda noche de Pesaj, se invitaba a otro grupo de veinte personas. Zeev entonces se sumaba al Seder que había sido preparado para todos los jasidim que no hayan sido invitados al seder del Rebe. Zeev repasaba para ellos los pensamientos, ideas e historias que el Rebe había relatado en el Seder la primera noche. Además de ser muy rico, Zeev era también un Talmid Jojom y tenía una maravillosa manera de explicar las enseñanzas y conocimientos del Rebe.
Después de Pesaj, se disponía a despedirse de su Rebe, y en ese momento el Rebe lo bendecía con longevidad y éxito continuo. Llegaba a casa fortalecido y enriquecido en su apreciación de la grandeza de su Rebe, y se conducía en su vida acorde a esto.
Un año, tan pronto como llegó al Rebe como de costumbre, le dio al Gabai un sobre con su generosa contribución anual en las tzedakos del Rebe (causas benéficas). A continuación, pasó a la casa de su amigo, donde se le habilitó un espacio adonde alojarse durante su estadía. Se procedió a ayudar a sus anfitriones para Pesaj, también, dándoles asistencia financiera, así como participando personalmente en la preparación para Iom Tov.
Llegó la primera noche de Pesaj, y Zeev tomó un lugar próximo a la bimá, esperando escuchar bien al Gabai cuando mencione su nombre. Después de Maariv, tan pronto como el Gabai volvió a entrar en el Beit Hamidrash todo el mundo permanecía en silencio, esperando con ansiedad escuchar quién había merecido que el Rebe lo invite este año. El Gabai subió a la bimá y comenzó a anunciar los nombres, leyendo del papel en su mano.
Cada vez que un nombre era anunciado, la cara del Josid brillaba de felicidad, y era felicitado por sus compañeros jasidim. ¡Había merecido ser invitado al seder del Rebe! Zeev estaba sonriendo desde el principio, esperando escuchar su nombre como de costumbre. Sin embargo, esa noche, cuando el Gabai llegaba a los últimos nombres de la lista, Zeev comenzó a sentirse incómodo. Algo estaba mal aquí. Debe haber habido un error. El Rebe siempre lo invitó!
El gabai concluyó leyendo los nombres de los invitados del Rebe a quienes invitó a su seder, y comenzó a irse del shul. Zeev lo detuvo y le preguntó si había pasado por alto su nombre por error. “Después de todo,” añadió Zeev, “durante los últimos catorce años el Rebe siempre me ha incluido en su lista!”
El gabbai abrió el papel y miró de nuevo todos los nombres. “No, el Rebe no te incluyó en la lista de este año”, le dijo. Al ver la expresión de incredulidad expresada en la cara de Zeev, le permitió a Zeev mirar el papel, que el Rebe había escrito personalmente. Para su sorpresa, vio que su nombre no aparecía en la lista.
Zeev no lo podía creer. “Debe ser un error!”
Antes de que pudiera continuar, el Gabai le respondió: “El Rebe no comete errores. Si tu nombre no aparece en la lista, es porque el Rebe quiere que pases el Seder de hoy con todos los otros huéspedes que tampoco fueron invitados.“
"Quizás el Rebe no sabe que estoy aquí", dijo Zeev. "¿Le diste al Rebe mi sobre y mi carta?"
“Sí, Reb Zeev,” respondió el Gabai." El Rebe sabe que estás aquí. Le di tu sobre y tu carta y lo vi leyéndola. Por supuesto que sabe que llegaste, de hecho declaró felizmente, “Ahora podemos ayudar a muchas personas más para Yom Tov.” Pero como te lo he dicho antes, el Rebe no comete un error. Si no te incluyó en la lista, tiene un motivo para ello. ¡El Rebe sabe lo que está haciendo!
Al escuchar esas palabras, Zeev estaba confundido. Lo que había dicho el gabai era cierto. Él mismo solía decir esas mismas palabras a los demás. El Rebe es un Malaj Elokim, y no comete errores; Todas sus acciones son correctas y precisas. Pero simplemente no se sentía bien. ¿Por qué el Rebe lo excluyó de su seder este año?
Se unió a los numerosos otros jasidim en el seder, pero no se unió a ellos en su alegría. Se alegraban de tener el mérito de pasar este Yom Tov especial con el Rebe, pero Zeev estaba perturbado, perdido en sus pensamientos: "¿Por qué no fui invitado este año para estar en la mesa del Rebe? ¿Tal vez hice algo mal? ¿Cómo puedo rectificarlo?
Después de un tiempo, concluyó: "Tal vez el Rebe planea invitarme al segundo seder mañana por la noche. Tal vez el Rebe hace ciertas cosas en la segunda noche de manera diferente a la primera, y quiere darme la oportunidad de experimentar esos momentos únicos." Se convenció de que esa era la razón y confiaba en que sería invitado para el segundo Seder, Zeev comenzó a sonreír y participar en el canto y la alegría. Sí, todo estaría bien.
Al día siguiente, se aseguró de pararse en un lugar donde el Rebe lo notara cuando entrara al shul al Davenen. De esa manera, por si acaso no estaba en la lista escrita (que fue preparada antes de Iom Tov), tal vez el Rebe le daría instrucciones verbales al gabai para que lo invitara también.
Una vez más, después de Maariv Zeev estaba próximo a la bimá, excepto que esta vez estaba preocupado. ¿Dirían su nombre o no? Intentó hacer contacto visual con el gabai para recibir cierta seguridad, pero en vano. El gabai comenzó a leer la lista, y una vez más no estaba incluido.
Zeev estaba estupefacto y horrorizado. Algo estaba definitivamente mal. Una vez más, fue al gabbai y le preguntó, esta vez en un tono moderado: "¿Estás seguro de que no estoy en la lista?"
El gabai mostró la segunda lista a Zeev, y después de repasarla, su mundo se oscureció. De hecho, su nombre no estaba en la lista! Incapaz de controlar su angustia, una vez más soltó: "¡Esto debe ser un error!"
El gabai vio la decepción y el dolor de Zeev. Tratando de consolarlo, le respondió: "Reb Zeev, sabes lo bueno que es nuestro Rebe. El Rebe no se equivoca. Debe haber una buena razón por la que no fuiste invitado este año. Pero, ¿quiénes somos nosotros para entender al Rebe? El Rebe ve cosas que nosotros no. Reb Zeev, que tengas un freilijen Yom Tov."
Para Zeev, se parecía más a Tisha B’av y a las profundas reflexiones de Yom Kipur que a Pesaj. Llegó a la conclusión de que el Rebe debía haber visto una guezeira (decreto celestial) contra él, y por lo tanto no lo haía invitado. "Debe ser", pensó, "que la guezeira es tan severa que el Rebe no pueda anularla con sus tremendas tefilot. Estoy condenado. ¡Debo hacer teshuvá (arrepentirse)! Tal vez Hashem con Su tremenda compasión, acepte mi teshuvá."
Los otros jasidim le guardaron su lugar habitual en una de las mesas principales, donde este año podría escuchar de los afortunados lo que había ocurrido la noche anterior en el seder del Rebe. Esperaban que Reb Zeev dilucidara las enseñanzas del Rebe, como lo hacía en los años anteriores. Sin embargo, Zeev no estaba de humor para hacerlo. Se sentó en una mesa en la esquina de la habitación, inmerso en sus dolorosos pensamientos. Intentó recordar algún incidente que pudiera haberle causado esta guezeira. ¿Qué cosa terrible había hecho? La felicidad y alegría del Yom Tov esta vez fue reemplazada por una notable aprehensión y desesperación por alguna tragedia inminente.
Mientras los jasidim estaban leyendo y analizando la hagadá, el gabai entró de repente. "¿Dónde está Zeev?", Preguntó frenéticamente. "¡El Rebe te está llamando!"
Zeev estaba tan deprimido y perdido en sus pensamientos que ni escuchó las palabras del gabbai, hasta que muchos de los jasidim comenzaron a decirle en voz alta: "¡Reb Zeev, el Rebe te está esperando!"
Al oír esto, Zeev comenzó a sonreír. "Esto debe significar que el Rebe notó que no estoy en su seder", pensó, "y se da cuenta de que debía estar allí. ¡Es por eso que el Rebe envió a su gabai a llamarme! Boruj Hashem. Se levantó de su lugar y, con felicidad en su corazón, siguió rápidamente al gabai.
Tan pronto como Zeev entró en la habitación, el Rebe le indicó que se acercara a él. Cuando se acercó al Rebe, el Rebe le dio a Zeev una botella vacía y le pidió que la sostuviera. Luego, para su sorpresa y horror, el Rebe comenzó a verter el vino de las eser makot (diez plagas) en él. Cuando terminó de servirlo, el Rebe tomó la tapa y tapó la botella con fuerza, diciendo: "Zeev, ten esto contigo y cuídalo. Ahora puedes volver a tu seder. Gut Yom Tov!"
Si Zeev estaba triste y deprimido antes de esto, ahora estaba desconsolado y devastado. Pensó: “El Rebe me está dando todas las maldiciones asociadas con el vino que se derrama del bejer (copa) al momento de mencionar cada una de las diez plagas. ¡Esto debe significar que hay una guezeira real y terrible contra mí!” Volviendo a su lugar, juntó toda su fuerza para controlarse y no quebrarse en llanto en Yom Tov.
Después de Yom Tov, el Rebe lo bendijo con un viaje seguro y le deseó que todo estuviera bien. Pero Zeev estaba lejos de estar relajado. Sentía como si su mundo se estuviera derrumbando y que necesitaba hacer teshuvá. Sin embargo, resolvió ocultar la ansiedad de su familia lo más posible.
Cuando regresó a casa, le repitió a su familia y compañeros Jasidim algunas ideas y enseñanzas que había escuchado o que recordaba de años anteriores, pero no le informó a nadie que no había sido invitado a participar en el seder del Rebe. Todos asumieron que él se había unido al seder del Rebe como de costumbre.
Cuando le informó a los miembros mayores de su familia que planeaba quedarse en el Shul todas las mañanas durante una hora después de Shajaris, pensaron que esta era una instrucción que había recibido del Rebe. Nadie se dio cuenta de que era parte de su régimen de teshuvá autoimpuesto.
Zeev luego se enfocó en la directiva del Rebe de mantener la botella con él y salvaguardarla. Se dio cuenta de que para cumplir con estas instrucciones correctamente, necesitaba colocar la botella en un lugar donde solo él pudiera acceder a ella, pero aún se considerara "con él". Era una botella sin sellar, por lo que si se dejaba afuera a la intemperie, uno de los trabajadores de su familia podría tomarla, y no quería decirle a nadie que este vino era de las eser makot del Rebe.
Después de reflexionar seriamente sobre el asunto, decidió poner esa botella en el estante superior de su taberna, donde se guardaban las botellas más caras detrás de las puertas. Además, decidió colocarlo en un compartimiento pequeño en el estante que tenga su propia puerta, y colocar un pequeño candado en la puerta para que nadie la tomara por error.
Las próximas semanas y meses pasaron sin incidentes. Sin embargo, Zeev intensificó su teshuvah, temiendo que algo perjudicial le pasara a él o a un miembro de su familia.
Un caluroso día de verano, Zeev se sentó en su taberna, esperando que entrara un cliente. Al ver que no venía nadie, Zeev comenzó a decir Tehilim. Casi concluía todo el Sefer cuando tres hombres entraron.
Zeev sacó su botella regular para servirles, pero uno de los hombres dijo: "Apreciaríamos un vino o whisky de mayor calidad". Sacando un billete de diez rublos (que era cinco veces el precio de una bebida regular), dijo: "Por favor, tráenos algo mejor".
Zeev estaba feliz de escuchar esto. Estos tres clientes pueden ser sus únicos visitantes en este día extremadamente caluroso, pero si toman solo unas cuantas copas más, ¡él podría ganar más de lo que generalmente ganaría de sus clientes habituales! Después de tomar un sorbo de sus tazas, lo llamaron y le dijeron: "Eso fue bueno, pero queremos disfrutar algo aún mejor. Aquí tienes, un billete de veinte rublos."
Zeev procedió a sacar una botella de un estante más alto. Después de probarlo y pagarle por él, dijeron: “Ahora, danos tu mejor vino. No te preocupes por el costo; tenemos un montón de dinero ”. Para demostrarlo, uno de ellos sacó un grueso fajo de billetes del bolsillo.
Ahora Zeev estaba emocionado. ¡Este sería de hecho un día rentable! Tomó un taburete y eligió una botella de entre las que estaban en el estante superior. Mientras lo vertía en sus tazas, dos de los hombres se levantaron de repente y lo agarraron. Sosteniéndolo con fuerza, le advirtieron que no gritara o se arrepentiría. Luego le ordenaron que se sentara, sacaron una cuerda de su bolsa y lo ataron. Luego, le taparon la boca con un pañuelo para que no pudiera gritar.
Los bandidos fueron detrás del mostrador y, después de vaciar la caja registradora, comenzaron a mirar las botellas en los estantes más altos. Entonces se dieron cuenta de que uno de los compartimentos tenía un candado. Pensando que una botella muy cara debía estar detrás de esa puerta, rompieron la cerradura y sacaron la botella.
Se sentaron a su lado y comenzaron a burlarse de él. "Aahh, esto debe ser algo bueno. Mira, solo queda un tercio de la botella. Debes haberlo guardado para una ocasión especial. ¡Jaja! ¡Vamos a disfrutarlo!"
Uno de ellos trajo tres copas limpias y dividió el vino en partes iguales entre ellos. Mirando a Zeev, notaron una expresión de horror en su rostro, temeroso de lo que iba a pasar. Sin embargo, lo tomaron como una señal de su angustia por su tremenda pérdida, demostrando que realmente habían descubierto una botella de vino verdaderamente especial.
Añadiendo insulto a la lesión, uno de ellos colocó su taza junto a la nariz de Zeev y dijo: "Somos buenos chicos. Compartiremos el vino contigo. ¡Aquí, huele! Zeev retrocedió asustado y trató de hablar, pero su voz fue apagada por el pañuelo en su boca. Después de juntar sus copas, comenzaron a beber un sorbo del vino, con la esperanza de prolongar el sabor de cada gota.
Tan pronto como tomaron su primer sorbo, una gran somnolencia se apoderó de ellos y cayeron en un profundo sueño, cayendo tumbados al suelo. Al ver que estaban fuera de peligro, Zeev comenzó a moverse, tratando de aflojar la cuerda atada alrededor de su cuerpo. Después de unos minutos, logró sacarse el pañuelo y comenzó a gritar pidiendo ayuda. Pasaron unos momentos, y un transeúnte escuchó sus gritos y entró a la taberna. Inmediatamente desató a Zeev, y juntos tomaron la cuerda junto con una cuerda adicional y ataron a los tres hombres de manera segura. Luego, el transeúnte se apresuró a llamar a la policía local.
Tan pronto como los oficiales vieron a los bandidos, declararon: “Estos hombres han estado aterrorizando la zona durante algún tiempo. Se ofrece una gran recompensa por cualquier información que conduzca a su captura, y usted la recibirá. Pero, por favor, díganos: ¿Cómo consiguió atraparlos, por su cuenta y por qué están en un sueño tan profundo?
Para entonces, toda su familia fue informada de lo sucedido y se reunió en la posada, preguntándole cómo se sentía.
Zeev les contó toda la historia de lo que había ocurrido en el pasado Pesaj, y luego añadió: “Sí, el Rebe nunca comete un error. El Rebe vio que estaría en peligro y me dio este vino para salvarme. Quizás también vio que necesitaba hacer teshuvá para merecer ser salvado, y por lo tanto no me invitó este año a su seder. Lo que pensé que era un castigo fue en cambio una bendición y, de hecho, una tremenda bendición. ¡Qué grande es la visión del Rebe!
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