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lunes, 14 de enero de 2019

Impresionante historia que involucró a dos Shlujim haciendo una Mitzvá por un desconocido

Cuenta el rabino Avi Biderman, Sheliaj del Rebe en Viena, Austria:


El lunes, 23 de Tevet 5779 (31/12/18), recibo una llamada telefónica del rabino Zushe Zilberstein, Sheliaj del Rebe en Canadá, contándome una historia interesante.

"Me topé hoy con una carta que publicó una de las mujeres de la comunidad judía local", me cuenta, "y es por esa carta que te llamo."

En la carta, esa mujer escribe acerca de un sobreviviente del Holocausto que murió recientemente luego de una grave enfermedad. Aquel judío, escribe la mujer, no tiene parientes que se ocupen de realizarle un entierro judío. En consecuencia, y siendo yo la único judía que tuve con él un contacto estrecho en su vejez, tomé la iniciativa de organizarle un entierro judío.

Desafortunadamente, ella escribe, una de las asistentes que lo cuidaba y se ocupó de él hasta el final de su vida, afirmó que se convirtió al cristianismo y, por lo tanto, ella se oponía firmemente a darle un entierro judío. Yo, que lo conocí bien, siempre supe que era un Yehudi completo y absolutamente, con todo su corazón y alma.

Tras esta resistencia, y en ausencia de familiares que firmaran su voluntad de un entierro judío, un judío se vería obligado a ser enterrado como un goy...

Este yehudi tiene dos familiares que podrían firmar tal documento, una vive en Viena y el otro en Francia.

"Hasta el momento," la mujer termina en su carta, "después de varios intentos de localizar a estos familiares, intentos que desafortunadamente no se lograron, les escribo por este medio, tal vez alguno de ustedes tenga una idea de cómo ayudar a ese Yehudi, porque si hasta mañana por la noche no hay solución, me rindo."

Después de leer la carta, el rabino Zusha me cuenta, se me ocurrió la idea de llamarte, tal vez vos, como Sheliaj de Jabad en Viena, podrás contactar a este pariente.

Por supuesto, acepté con gusto la misión sagrada e inmediatamente traté de contactarla a aquella mujer judía (no es una mujer observante de Torá y Mitzvot, por ahora), que acababa de cumplir los 80 años.

Toda esa tarde y la mañana siguiente, traté de llamar al número que me habían dado, pero sin respuesta. Cuando vi que ella no estaba respondiendo y me di cuenta de que si seguía esperando, sería demasiado tarde para el fallecido, me dirigí personalmente a la dirección que me habían dado, tratando de encontrármela cara a cara.

Cabe señalar que estamos hablando del primero de enero, fecha de feriado en Viena, y muchas personas se van de vacaciones fuera de la ciudad, por lo que no esperaba (a primera instancia) encontrarla en casa.

Cuando llegué a la dirección, noté un enorme edificio con muchos apartamentos. Esperé bastante tiempo, solo para poder entrar al edificio. Después de entrar, encontré el apartamento y toqué la puerta durante mucho tiempo, sin respuesta. A pesar de que el edificio era enorme, no había un alma por la zona, así que no tenía a quien recurrir.

Cuando ya me había dado por vencido y comencé a caminar hacia la salida, preguntándome si esta era la dirección correcta. Y si no lo era, andá a buscar a la mujer por toda Viena, ¡y en tan poco tiempo!

De repente, veo frente a mí a una anciana subiendo las escaleras lentamente. Me acerqué a ella y le pregunté: ¿Disculpe, conoce a la Sra. Hillman? Sí, respondió ella. ¿Tiene alguna idea de dónde podría encontrarla? Le pregunté de nuevo, sí, ella respondió, y con una mirada de asombro, añadió: "Yo soy la señora Hillman, ¿qué busca?"

Le conté la historia brevemente y vi que se ponía realmente pálida, le temblaba todo el cuerpo y no podía hablar. Después de calmarse un poco, comenzó a contarme con gran emoción lo que le había sucedido ese día.

"Ni te imaginas", me dice ella, "hoy mismo me puse a pensar en mi primo en Canadá y preguntándome por su destino, como estará, etc y así como llego a mi casa, me cuentas que murió y que necesitan mi firma para hacerlo llegar a un entierro judío."

"Tienes que entender," continúa, con lágrimas que la ahogan, "a nivel lógico no había forma de que nos encontremos, dado que me he ido de vacaciones desde la semana pasada, y en vacaciones no contesto el teléfono ni estoy en mi casa todo el día. Y no tengo un correo electrónico en absoluto, así que en general es muy difícil localizarme."

Y hoy, desde la mañana temprano, salí de casa, y solo por casualidad recordé que me había olvidado el paraguas (dicho sea de paso, ese día al final no llovió en lo absoluto), y vine a casa por un minuto literal, para tomar mi paraguas e irme, y justo entonces nos encontramos.

Después de que ella se recuperó del shock inicial, fuimos juntos al Beit Jabad y durante aproximadamente dos horas nos sentamos juntos para firmar todos los documentos necesarios.

Solo cuando estuvo absolutamente segura de que había firmado todos los documentos requeridos, y que no habría problemas que pudieran surgir más adelante, se fue, no sin antes pedirme de que la informara sobre todos los desarrollos, y que de ahora en adelante nos mantendríamos en contacto.

Pasaron unos días y, por alguna razón, el entierro se retrasó un poco. Todos estos días la mujer me llamaba para averiguar qué estaba pasando con su primo. En cierto momento, después de esperar unos días sin progreso, la mujer me dijo: "Bueno, hicimos lo que pudimos."

Le dije: hay una cosa más que puede ud. hacer por el alma del difunto, encender las velas de Shabat, Entonces ella me dice, la verdad que lo había pensado, solo dime ¿cómo se cumple esa mitzvá? ¿Apago las velas antes de ir a la sinagoga o las dejo encendidas?

Les recuerdo, que estamos hablando de una mujer alejada, que ahora ya no se contentaba con encender velas, sino que iría al Shul, todo como consecuencia del caso mencionado.

El 7 de Shvat 5779, ese Yehudi fue llevado a un Kever Israel en un funeral judío como corresponde en Montreal.


Para terminar, una de las cosas que me cautivó de toda esta historia es que, en cierto momento, la mujer trató de comprender qué tenía que ver yo en toda la historia y me preguntó si conocí al difunto. Le dije que no. Ah, entonces, ¿el que te llamó desde Canadá debió haber conocido al difunto? La verdad que no, le respondí.

Luego, cuando comenzó a comprender lo que estaba sucediendo, intentó resumir la secuencia de eventos:
"Así que el rabino de Montreal no conoce al difunto, y usted no conoce al rabino de Montreal, y yo no lo conozco a ud., pero desde el cielo nos unieron para hacer llegar a este judío solitario a un entierro judío!".

Y la verdad es que ella se olvidó de mencionar a una persona más en esto, el Rebe de Lubavitch, que, si no fuera por la tremenda revolución que provocó en el mundo, a través de los Shlujim, una historia así no hubiera sucedido.

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