El Jazn y Baal Tfilá Reb Mordejai Ziguelbaum cuenta:
Un cierto Shabat me encontraba en Las Vegas, invitado para oficiar en la inauguración de un nuevo Shul. Después de Minjá, todos nos dirigimos a una de las tantas salas del imponente edificio para compartir la Seudá Shlishit, y me uní al grupo. En un momento, el Sheliaj se acercó discretamente y me preguntó si podía honrar a los presentes cantando alguna melodía para cerrar el Shabat. Acepté con gusto y comencé a entonar el famoso “Nigun Poltava”, una melodía de Jabad.
Al terminar, sentí cómo la música me había calado hasta los huesos, y sin pensarlo demasiado, entoné otro nigún cuyo nombre desconozco, pero que siempre me ha tocado profundamente.
Mientras cantaba, noté que el rostro de uno de los presentes había cambiado. Parecía hipnotizado, completamente absorto, mirándome fijamente durante largo rato. Cuando terminé, el hombre estaba visiblemente emocionado. En cuanto se hizo silencio, se volvió hacia el rabino y le preguntó:
—¿Puedo compartir una historia?
—Por supuesto, con mucho gusto —respondió el Sheliaj, el rabino Shanovitz.
El hombre, un miembro habitual de la comunidad, comenzó:
—Como algunos saben, no estuve aquí el último Pésaj. Fui con mi familia a pasar el Jag en Los Ángeles, donde nos hospedamos con el rabino Cunin, el principal Sheliaj del Rebe en California. Durante los días del Jag, nos contó varias historias fascinantes, pero hubo una en particular que me marcó profundamente.
El rabino Cunin relató:
—A comienzos de los años 70, siendo un joven emisario del Rebe, solía viajar por distintas universidades del país para dar charlas y clases. Eran los tiempos de los hippies, la contracultura, la rebelión, las drogas y el rock. En los campus abundaban los estudiantes que desafiaban toda autoridad y tradición.
Una vez, llegué a la Universidad Brandeis, en Massachusetts, para dar una serie de charlas que durarían varios días. Como era común, aparecieron los típicos provocadores, con preguntas incómodas y el claro objetivo de ponerme en aprietos. Uno de ellos, en especial, se destacaba por su insistencia. Se declaraba ateo convencido, negaba toda espiritualidad y aseguraba que no existía un Creador. A pesar de mis esfuerzos por dialogar con él, su actitud era claramente hostil.
Tras varios días de intensos debates, se me ocurrió un enfoque distinto. En la siguiente sesión, decidí enseñarles un Nigun de Jabad. Empecé a cantarlo, y luego lo repetí una vez más, y otra. Poco a poco, algunos comenzaron a acompañarme. Observé que el joven ateo estaba quieto, escuchando con atención.
Al terminar, se acercó con la voz entrecortada:
—Rabino, me destruiste con esa música. No puedo creer lo que está ocurriendo.
—¿Qué pasó? —le pregunté, intrigado.
—Te contaré una historia —dijo.
—Crecí en una granja aislada en Iowa, en medio de vastos campos. Éramos judíos, pero sin ninguna práctica religiosa. Con nosotros vivía mi abuelo, un judío devoto que había emigrado desde Rusia. Comía kasher, cocinaba lo suyo aparte, y aunque no hablábamos mucho, yo lo quería.
—Una mañana, antes de ir a la escuela, me llamó y me sentó en su regazo:
“Quiero enseñarte algo”, me dijo. “Una melodía muy antigua. Recuérdala, querido nieto, algún día te va a servir.”
La cantó varias veces mientras yo escuchaba con atención.
Esa misma tarde, al volver a casa, mi abuelo había fallecido repentinamente de un infarto.
—Intenté recordar la melodía, pero no pude. La tenía en la punta de la lengua, pero siempre se me escapaba. Con los años, dejé atrás todo vínculo con la fe y la tradición. Y hoy, aquí, cuando cantaste ese nigún... ¡esa es la melodía que mi abuelo me enseñó! Volvió a mí después de tantos años.
El rabino Cunin concluyó:
—Desde ese momento, el muchacho dejó de interrumpirme. Se volvió mucho más receptivo y participativo en las clases.
Volviendo a Las Vegas, el hombre que contaba esta historia miró a su alrededor, conmovido:
—Desde aquel Pésaj he intentado, sin éxito, recordar la melodía. Y ahora, cuando la cantaste, volvió a mí.
Se hizo un profundo silencio. Entonces, sin que nadie lo sugiriera, todos comenzamos a cantar juntos esa melodía, una vez más.
PARA ESCUCHAR ESTE NIGUN:
Fuente: col.org.il
©JasidiNews