4 de Shvat - Historia especial
En honor al Yortzait (Hilula) del Baba Sali זצ"ל
Antes de convertirse en el Gran Rabino Sefaradí de Israel, Rab Mordejai Eliahu sirvió como juez en un Tribunal Rabínico del sur de Israel, en Beer Sheva. Durante esos años, viajaba a menudo a visitar al famoso cabalista Baba Sali en la pequeña ciudad cercana de Netivot. Baba Sali, a su vez, siempre lo recibía cálidamente y mostró un gran afecto por el gran erudito de la Torá.
En los días que estaba en Beer Sheva, Rab Mordejai Eliahu dormía en una habitación alquilada en la casa de una familia local. Una noche, mientras estaba inmerso en la investigación de las complejidades de una ley judía sobre la que tendría que decidir en el Bet Din al día siguiente, llamaron a su puerta. Entraron dos jóvenes y le avisaron que el Baba Sali lo había invitado a (a sumarse) en una Seudat Mitzvá en la casa del Gran Rabino de Beer Sheva. El rabino les pidió que transmitieran su agradecimiento a Baba Sali por la invitación, pero desafortunadamente se vio obligado a declinar; todavía estaba en el año de duelo por su madre ע"ה, y por lo tanto no podía participar en ninguna celebración.
Poco tiempo después, los dos jóvenes regresaron. Dijeron que le habían transmitido su respuesta y razonamiento, pero que el Baba Sali dijo que de todos modos él debía venir a unirse a él en la comida, y que lo estaba esperando. Rabí Eliahu decidió que esta vez no tenía otra opción que obedecer la convocatoria; ¿cómo podría negarse a alguien de la estatura de Baba Sali?
Cuando entró en la casa donde se estaba llevando a cabo la celebración, vio que el Babi Sali estaba sentado a la cabecera de la mesa principal, su rostro sagrado irradiaba luz y pureza. Tan pronto como Baba Sali lo vio, hizo un gesto para que trajeran otra silla y que Rabí Eliyahu se sentara a su lado. Después de discutir algunos temas de Torá por un rato, el Rabino Eliahu pidió disculparse, explicando nuevamente que realmente no se suponía que participara en ninguna celebración alegre ese año, y también que necesitaba más tiempo para estudiar fuentes en preparación para el caso que tendría que juzgar en la corte al día siguiente.
Baba Sali actuó como si no hubiera escuchado.
El Rabino Eliahu se sentó en silencio por unos minutos más, y luego repitió su pedido. Baba Sali respondió: "¿Cómo puedes pensar en abandonarme aquí solo? ¿Quién se quedará para conversar así de Torá conmigo?"
El Rabino Eliahu se sentó en silencio una vez más, para entonces completamente desconcertado. ¿Por qué Baba Sali insistía en que se quedara? Seguramente él conocía la Halajá (que prohíbe a quienes están de duelo etc) tan bien como él mismo la conocía.
Mientras aún estaba reflexionando, la puerta se abrió y tres policías entraron rápidamente en la habitación. Detrás de ellos venía el dueño del apartamento en el cual se hospedaba el Rabino Eliahu. El Rabino se preguntó qué estaba haciendo allí y por qué había venido con los policías.
Mientras los cuatro se acercaban a la mesa principal, el Baal Habait exclamó: "¡Es él! Es el rabino Mordejai Eliyahu, que se aloja en mi apartamento".
Los policías se volvieron hacia el rabino Eliahu. Las grandes sonrisas en sus rostros indicaban que estaban muy contentos. "¡Qué afortunado es usted, rabino!", exclamó uno de ellos.
El rabino asombrado no sabía de qué estaban hablando. Pidió una explicación. Baba Sali, mientras tanto, ignoraba todo el procedimiento.
Los policías le recordaron al rabino Eliyahu que ese mismo día él, junto a otros dos colegas jueces del Tribunal Rabínico habían fallado en contra del padre en una disputada demanda de manutención infantil presentada por la ex esposa. El hombre era conocido en Beer Sheba por la policía por sus tendencias violentas. Parece que varias horas después del veredicto había jurado vengarse de las tres figuras rabínicas.
Los policías relataron que el hombre había ido a la casa de uno de los otros jueces y pidió que lo dejaran entrar. Al entrar, tomó en la mano la bolsa que previamente había llenado de barro y otras porquerías y la arrojó sobre la cabeza y la ropa del rabino. Después de eso, se apresuró a ir a la casa del segundo juez, donde esta vez no se conformó con avergonzar al rabino y dañar sus prendas, sino que lo golpeó brutalmente hasta el punto de necesitar tratamiento médico de urgencia.
Ese segundo juez trató rápidamente de advertir a sus colegas. Se puso en contacto con el primer juez y se enteró, para su consternación, de que ya había sido "agraciado" con una visita. Los dos intentaron inmediatamente contactarse por teléfono con el rabino Eliahu para advertirle. No hubo respuesta. Entonces llamaron al Baal Habait (donde se hospedaba), quien les dijo que el rabino había estado allí, y que había estado hace un rato inmerso en el estudio, pero que ahora no estaba. No lo veía por ningún lado. Se preocuparon mucho y llamaron a la policía.
La policía corrió a investigar y, al no encontrar rastro alguno del rabino Eliahu ni de nadie que supiera dónde estaba, temieron que quizás esta vez el violento vengador hubiera hecho algo aún más terrible, Dios libre. A medida que su preocupación crecía, pidieron al Baal Habait que los acompañara en la búsqueda. Mientras conducían, este último recordó de repente que el Rabino de la ciudad estaba organizando una Seudá, una comida de celebración. Con la esperanza de que esa fuera la clave de la desaparición del rabino Eliahu, habían venido en el patrullero para comprobarlo. "Baruj Hashem que te encontramos con vida y bien", concluyeron los policías en su informe.
Después de agradecerles su preocupación, el rabino Eliyahu se volvió para mirar al Baba Sali. Una leve sonrisa se dibujó en el rostro del santo sabio, como si dijera: "¿Nu? ¿Ahora estás de acuerdo en que tenías permitido quedarte aquí? Esta no es solo una comida de celebración; ¡es tu Seudat Hodaá por haber pasado por un peligro que amenazó con tu vida!"
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