Por R. Sholom Avtzon
Cuando el Miteler Rebe asumió el Nesius, su yerno Rab Menajem Mendel accedió a seguir respondiendo las consultas halájicas que se le enviaban al Miteler Rebe y también aceptó guiar a los jóvenes. Sin embargo, no estaba dispuesto a involucrarse en asuntos comunitarios. La excepción fue cuando arrestaron a su suegro, el Rebe.
Durante un Farbrenguen, les preguntó a los jóvenes cuál había sido el logro de su abuelo, el Alter Rebe. Cada uno expuso sus ideas. Si bien todos mencionaron un logro, Rav Menajem Mendel respondió que el Zeide había logrado mucho más que eso.
Una persona dijo: en el Shulján Aruj se observa en varias halajot que hay diferentes opiniones. Si bien la ley queda como la opinión indulgente, una persona de estatura debería seguir la opinión más estricta. [En otras ocasiones, dice que si uno se comporta de esa manera, aparentaría esto que está siendo presumido.]
Por lo tanto, originalmente, cuando estábamos en un nivel inferior, no estábamos obligados a seguir la opinión más estricta, ya que no éramos baal nefesh . Sin embargo, el Rebe nos elevó a un nivel superior y, por lo tanto, ahora estamos obligados a seguir la opinión más estricta.
El Tzemaj Tzedek disfrutó de esta idea y comenzó a cantar con tanto entusiasmo que se puso a bailar con los jóvenes. Sin embargo, después de un minuto o dos, de repente se detuvo y dijo: “Eso no es del todo correcto. Mi Zeide, el Rebe nunca obligó a nadie y, consecuentemente, forzar a una persona a hacer algo; más bien, le dio la capacidad y el mérito para poder hacerlo.”
Y esa es quizás la diferencia entre Rosh Hashaná y todo el año. Durante todo el año, cumplimos la voluntad y las Mitzvot de Hashem, porque somos judíos y seguimos el Shulján Aruj. En otras palabras, porque Hashem es nuestro Rey, nos comportamos como Él quiere.
Pero en Rosh Hashaná declaramos algo más, declaramos que queremos que Él sea nuestro rey y no lo aceptaremos de otra manera.
En otras palabras, normalmente seguimos las leyes de un país porque vivimos en ese país, pero en Rosh Hashaná sería como que nos trasladamos a otro lado del mundo porque queremos vivir en el país de ese Rey.
Para aclarar esto mejor voy a explicarlo con otra historia.
Había un joven que era uno de los mejores estudiantes de su Yeshivá. Cuando alcanzó la edad para casarse, el Shadjan mencionó su nombre a algunas familias que buscaban a alguien para su hija.
Una familia le preguntó al Rebe si debían tenerlo en cuenta, ya que habían oído cosas maravillosas sobre su conducta y carácter. La respuesta del Rebe no fue la que recibieron casi todos los demás, a ellos les respondió que debían consultarlo con un Rov.
Dado que el joven era cercano a Reb Isroel Jacobson, hablaron del asunto con él. Rab Jacobson dijo: “El Rebe no te está aconsejando que me preguntes sobre su personalidad, conducta, etc., sino otra cosa. Por lo tanto, dame unos días y me pondré en contacto con ustedes.”
Llamó a los padres y les dijo que, como miembro de la dirección de la Yeshiva, le gustaría hablar con ellos sobre la próxima etapa de la educación de sus hijos. Los padres acudieron a su oficina y, en el transcurso de la conversación, le informaron que el joven no era su hijo biológico, sino que lo habían adoptado y, como ellos mismos no son observantes, nunca le habían realizado un proceso de conversión.
El joven, que se había vuelto ortodoxo y luego comenzó a sobresalir en su aprendizaje, conducta y piedad por sí solo, quedó estupefacto cuando escuchó que en realidad no era judío. Enfadado, declaró: “Si ese es el caso, no tengo necesidad de vivir este estilo de vida” e inmediatamente se quitó la kipá y salió furioso de la oficina del maestro.
Así que durante los años que él ejemplificó la conducta de una persona judía, fue porque creía que era miembro y parte del pueblo judío, y así es como un judío debe comportarse. Sin embargo, cuando se le informó que era su elección, él declaró: “No soy súbdito de Hashem, y Él no es mi Rey, así que no tengo nada que ver con Él.”
Pero en Rosh Hashaná declaramos que una vida sin estar conectados con Hashem no es vida. Deseamos que Él sea nuestro rey, y aunque quizás en ciertos aspectos yo no me comportaba como debía, siendo que estoy pidiendo y suplicando que Él me acepte como Su súbdito, declaro que estoy dispuesto a comportarme como Él me lo pide. Además, nuestros sabios nos informan que ningún judío desea estar separado de Hashem, y cuando peca es porque el Yetzer Hará lo coaccionó a hacerlo, mientras que él mismo siempre fue fiel a Hashem.
Una vez, en Hoshaná Rabá, un josid de Satmer decidió que iría a ver al Rebe para recibir Lekaj y una brajá para un buen y dulce año.
Cuando llegó a la fila, la última persona era un judío con el pelo largo (un hippie). Un momento después, la fila se extendió y otros judíos se colocaron detrás suyo. Mientras la fila avanzaba, se preguntaba qué tendrá en común este judío que estaba frente a mí con el Rebe de Lubavitch, y tal vez esto fuera una especie de señal de que yo tampoco debería ir a verlo al Rebe de Lubavitch, ya que soy un josid de un Rebe diferente.
Pero luego pensó: “Ya viajé hasta aquí, así que debo permanecer en la fila”. Mientras este debate interno se desarrollaba en su mente, la fila se movía y de repente se dio cuenta de que en un minuto o dos estaría parado frente al Rebe y decidió: “Ya estoy aquí y será bueno recibir el lekaj y la broje del Rebe de Lubavitch.”
Cuando el Rebe le dio el lekaj al judío que tenía frente a él, además de decirle Shana Tova Umetuka, el Rebe agregó y le dijo: Espero verte en las Hakafot. Una vez más, la persona que estaba detrás de él comenzó a cuestionar esta relación que existe entre el Rebe de Lubavitch y los judíos que no son religiosos.
Cuando el Rebe le entregó un trozo de lekaj y también le dio la brajá para un año bueno y dulce, le preguntó: ¿Estás familiarizado con las enseñanzas del Ismaj Lev [el primer Rebe de Satmer]?
La persona respondió afirmativamente y el Rebe continuó: "En su introducción a su Sefer sobre Tehilim, el Ismaj Moshe escribe que la razón por la que el tzadik Reb Yejiel Mijl tuvo el mérito que sus cinco hijos fueran Tzadikim excepcionales, era porque era amigable con todos los judíos."
Obviamente el josid Satmer quedó asombrado por el Ruaj HaKodesh evidente, por cómo el Rebe leía o escuchaba sus pensamientos.
Pero en realidad, esta es la esencia del toque del Shofar, como explicó el Baal Shem Tov. La razón por la que tocamos el Shofar es que se lo compara con un príncipe que abandonó el palacio para “disfrutar” del mundo exterior. Después de vagar por muchos años, hizo un balance de su situación y se dio cuenta de lo tonto que se había comportado. Había abandonado la vida de príncipe para fregar ollas y sartenes y vivir en una choza destartalada que se congela en invierno y gotea cuando llueve.
Decidió emprender el largo viaje de regreso a casa de sus padres. Al no tener ahorros, tuvo que caminar a pie y le llevó meses. Finalmente llegó a la capital y con esperanza en su corazón comenzó a caminar hacia el palacio. Sin embargo, cuando se encontró con los guardias, se dio cuenta de que había olvidado su idioma natal.
Los guardias no entendían sus palabras y le negaron la entrada. El príncipe se sentó en la cima de la colina y miró hacia el jardín del palacio. Unas horas después, vio a su padre paseando por el jardín. Embargado por la emoción, un grito emanó de su boca.
El rey se sobresaltó y se quedó quieto por un segundo al reconocer ese grito. Inmediatamente ordenó a los guardias que le trajeran a su querido hijo. Cuando entró en el palacio, el rey corrió hacia él y lo abrazó.
El sonido del Shofar es ese grito que emana de lo más profundo del corazón de la persona.
El rey -Hashem- nos abraza, aunque recuerda la angustia que le causamos a lo largo de los años.
Que todos sean abrazados por Hashem con una Ketiva Vejatima Tova, LeShana Tova Umetuka.