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lunes, 19 de agosto de 2024

Y siguen siendo caballos...

Cierta vez un Yehudi fue a ver a Rabi Bunem de Pshisja, y se quejó ante él: "Está escrito en los Sefarim que quien ayuna durante un cierto período de tiempo amerita la revelación de Eliahu Hanavi. ¡Yo he ayunado todos esos días y no recibí ninguna revelación!”

El Tzadik lo miró y le respondió: "Te contaré una historia":

Una vez, el Baal Shem Tov emprendió un viaje a cierto destino. Como siempre, el viaje transcurrió de modo  milagroso, con ‘saltos’ y acortamientos milagrosos durante el viaje. Los caballos estaban acostumbrados a detenerse en cada parada a alimentarse, allí recibían comida y bebida. Para su sorpresa, esta vez no se les permitió descansar en alguna parada. Se movían rápidamente de pueblo en pueblo, sintiendo como si estuvieran volando por los aires. Los paisajes a su alrededor pasaban y cambiaban a una velocidad extraordinaria.

Los caballos pensaron en sus corazones: '¿Quizás no somos caballos? ¿Quizás somos humanos? Si somos seres humanos, no comeremos en los paradores y establos, sino que recibiremos comida en las posadas, junto a nuestros pasajeros...'.

Para su sorpresa, incluso cuando la carreta pasó por una posada al costado de la ruta, no recibieron su comida. 'Si es así, no somos humanos sino ángeles, y no necesitamos comida ni bebida en absoluto...', los caballos reflexionaban con entusiasmo y emoción.

Finalmente, el Baal Shem Tov y sus discípulos llegaron a su destino. Los caballos fueron llevados al establo y ubicados frente a un montón de hierbas y heno. Sin dudarlo, los animales se abalanzaron sobre la comida, como verdaderos caballos…

El Yehudi miró al Tzadik desconcertado, preguntándose cómo se relacionaba la extraña historia con su pregunta sobre la revelación de Eliahu Hanavi.

Luego de una breve pausa, el Tzadik le terminó diciendo: "Quien se dedica a llevar a cabo ayunos está seguro de que ya ha alcanzado el rango de un Malaj (ángel) y es digno de que se le revele Eliahu Hanavi. Sin embargo, el ayuno no es lo principal. La medida de refinamiento se comprueba precisamente durante la comida después del ayuno. Si una persona ha completado el número requerido de ayunos y se abalanza sobre la comida que se le sirve con brusquedad animalesca, es una señal de que sigue siendo un caballo, y nada ha cambiado…”


Fuente: Sipurei Jasidim, pág. 227.

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