Por Rab Yejiel Spero
Rab Yehuda Davis, un Melamed de Yerushalaim, compartió una historia conmovedora que demuestra cuán poderosas pueden ser nuestras lágrimas. Como Melamed de quinto grado, Rab Davis se esfuerza por inculcar en sus alumnos los principios fundamentales de la Guemará, con el objetivo de construir una base sólida para su futuro aprendizaje.
Sin embargo, había un niño llamado Yosi que, a pesar de todos sus esfuerzos, simplemente no lograba entender las lecciones. Cada día llegaba a la escuela con una actitud positiva, pero siempre se iba llorando, sintiéndose un fracasado. Las dificultades de Yosi no solo afectaban su aprendizaje, sino también su vida social. Durante el recreo, los otros niños se burlaban de él y lo excluían, llamándolo "el tonto de la clase". Estas constantes burlas fueron desgastando a Yosi. Perdió la confianza en sí mismo, y la chispa en sus ojos comenzó a apagarse. Hasta ese año escolar, Yosi había sido un niño alegre y lleno de vida, pero ahora, era solo una sombra de lo que solía ser.
Los padres de Yosi estaban muy preocupados. Lo llevaron a varios expertos para tratar de descubrir por qué tenía tantas dificultades. Contrataron tutores adicionales, le compraron útiles escolares especiales y le ofrecieron premios por sus esfuerzos. Sin embargo, nada parecía ayudar. La madre de Yosi estaba desconsolada; no podía soportar ver a su hijo tan infeliz y desanimado.
Entonces, un día, ocurrió algo increíble. Yosi llegó a la escuela con la cabeza en alto, y su ceño fruncido había desaparecido, reemplazado por una sonrisa que se extendía de oreja a oreja. Participaba activamente en clase, hacía preguntas y daba respuestas correctas. Durante el recreo, jugaba con los otros niños, riendo y disfrutando.
Rab Davis, su melamed, estaba asombrado. No había cambiado su método de enseñanza, pero de repente Yosi estaba prosperando. Intrigado por la causa de este cambio, Rab Davis llamó a la madre de Yosi para contarle sobre la notable mejora de su hijo. Luego le preguntó: "¿Podría decirme qué sucedió en casa que provocó tal cambio?"
La madre de Yosi le explicó: “Estaba tan preocupada por Yosi que lloré durante meses. No podía dormir. Me lo imaginaba teniendo dificultades en clase y siendo excluido durante el recreo. Lo peor de todo era que lo escuchaba llorar por las noches, mientras empapaba su almohada con lágrimas. Como madre, sentía profundamente su dolor.
Entonces, se me ocurrió una idea. Le dije a Yosi que hay un momento especial cada semana en el que rezo muy fuerte por él y por todos mis hijos: cuando enciendo las velas de Shabat. Durante ese momento, recito una Tefilá especial por el bienestar y el éxito de mis hijos. Es un momento especial, un Et Ratzón, cuando puedo abrir mi corazón a Hashem.
‘¿Por qué no te paras al lado mío cuando encienda las velas’, le sugerí a Yosi, ‘y haces una Tefilá conmigo? Juntos, podemos abrir nuestros corazones a Hashem. Quizás eso te ayude’.
Yosi estaba tan triste que estaba dispuesto a intentar cualquier cosa”, continuó su madre. “Así que, ese viernes por la tarde, mientras yo encendía las velas, Yosi se paró a mi lado. Ambos nos cubrimos el rostro y lloramos y susurramos nuestras Tefilot a Hashem. Después de unos momentos, terminamos. Nuestros ojos estaban rojos y húmedos, pero sentimos una sensación de alivio y esperanza.
“A partir de ese momento,” continuó la madre de Yosi, “todo comenzó a cambiar. Yosi recuperó la confianza y comenzó a tener éxito en la escuela. Estoy segura de que fueron nuestras Tefilot sinceras y nuestras lágrimas las que marcaron la diferencia.”
Fuente: "The ArtScroll Shabbos Table" Parashat Pinjas 5784.
©JasidiNews
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