Reb Isroel Gordon contó la siguiente anécdota:
Un jasid Jabad y su familia vivían en Rusia, en un pequeño pueblo donde no había departamento de bomberos, agua corriente ni un médico. Cuando su esposa, que estaba embarazada, enfermó gravemente, [poniendo en riesgo su embarazo] el jasid, preocupado por la falta de servicios médicos, la llevó a la ciudad de Vilna, donde el médico le ordenó de inmediato que vaya al hospital y abortara.
Por supuesto, el josid no quiso hacer nada sin consultarlo antes con el Rebe, así que le escribió pidiendo consejo. El Rebe Rayatz le respondió: "Que la mujer se quede en casa, que no aborte. El bebé estará bien."
Y eso fue exactamente lo que sucedió: su pequeño hijo nació sano. Y este no es solo "uno de esos cuentos"; ¡yo soy ese hijo!
Dado que no había teléfono ni telégrafo en ese pueblo, mi padre no tenía manera de informarle al Rebe acerca de mi nacimiento. Así que, en su lugar, tomó cierta suma de dinero como Pidión y la colocó dentro de un Tania (la obra fundamental de Jasidut Jabad) junto a una solicitud escrita [un Pa'N]: "Que este bebé sano que mi esposa acaba de dar a luz tenga el mérito de volverse un Josid genuino y auténtico."
De esta historia apreciamos el hecho que los Jasidim siempre fueron conscientes del tremendo amor que el Rebe tenía por ellos, y ellos recíprocamente le respondían ese inmenso amor hacia él.
En sus discursos, el Rebe Rayatz enfatizó que el amor del Rebe por un Josid es en cierto modo más profundo que el amor que los padres tienen por sus hijos.
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