La Torá nos enseña que ningún desafío es demasiado grande como para no poder superarlo, siempre y cuando uno sienta jizuk y la energía para hacerlo. El Yetzer Hará es astuto y sabe exactamente cómo tirarnos abajo, cómo crear dificultades en nuestras vidas que parecen insuperables. Nos deprime; nos dice que no tenemos nada por qué vivir; nos dice que no somos capaces de lograr grandes cosas en el mundo.
Esta es una de las mayores tácticas del שטן. Se llama "יאוש" - Desmotivación/desánimo. Nos hace creer que no podemos, ¡entonces creemos que ni necesitamos intentarlo!
Por eso necesitamos Ajdut. En Har Sinaí, el pueblo judío estaba unido como “un hombre con un solo corazón”. Así se preocupaban el uno por el otro. Compartían la alegría del otro y sentían el dolor del otro, como si fuera propio. Eran como una sola persona, y es por eso que pudieron estar unidos con un solo corazón, un deseo profundo y apasionado de recibir la Torá y vivir acorde a ella.
Al animar y motivar a los demás, podemos cumplir " אִישׁ אֶת רֵעֵהוּ יַעְזֹרוּ" - "y a su hermano le dirá: Sé fuerte".
En uno de sus viajes a los Estados Unidos hace varios años, Rab Itzjok Dovid Grossman 'שי, Gran Rabino de Migdal Haemek, recibió una llamada de Reb Binyamin Klein, secretario del Lubavitcher Rebe. Le dijo que el Rebe tenía una petición especial para hacerle al rabino Grossman; que viaje al Centro Penitenciario y Correccional de Sing Sing, donde había un recluso judío (no-observante) que necesitaba Jizuk (ánimo).
Este complejo de máxima seguridad ubicado en Ossining, Nueva York, es conocido por ser una de las cárceles más difíciles del país y cualquier persona encarcelada allí generalmente era alguien que había cometido delitos graves con sentencias duraderas.
Rab Grossman accedió a la petición del Rebe e hizo un viaje especial a Ossining. Quedó en reunirse con el recluso y le dijo que el Rebe de Lubavitch lo había enviado específicamente para hablar con él. Cuando el prisionero escuchó esto, de repente comenzó a llorar y necesitó algo de tiempo para recuperarse.
“¡¿Cómo lo supo el Rebe!?” siguió diciendo una y otra vez. Finalmente, pudo recomponerse y le explicó al Rabino Grossman que en las últimas semanas había entrado en una profunda depresión; él había sido un médico destacado (antes de su sentencia en prisión) y estaba acostumbrado a cierto nivel de trato y honor.
Ahora, sin embargo, era un prisionero en esta despiadada instalación sin nada por lo que aspirar, nada por lo que vivir. Su depresión fue empeorando día a día, hasta que tras un brutal incidente decidió acabar con su vida. No fue fácil estando encerrado pero planeó cuidadosamente su acto suicida. Pero sus planes se alteraron repentinamente cuando Rab Grossman apareció con las palabras motivadoras del Lubavitcher Rebe, además de las suyas propias, que lo sacaron de la depresión y desesperanza.
El hombre ahora se dio cuenta de que tenía por lo qué vivir y que tenía que sacar a relucir su máximo potencial. Después de esa visita, Rab Grossman siguió en contacto con este hombre. Su amistad le dio el ímpetu de seguir adelante. Se mantuvieron en contacto hasta el fallecimiento del prisionero muchos años más tarde.
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