jueves, 9 de mayo de 2024

Seudat Mashiaj, un consejo de Rab Jaim Kanievsky y el poder de mantener el silencio

Habían pasado diez años desde aquella fatídica noche, pero no pasó un día desde entonces sin que Reuven Attias no recordara vívidamente su angustia, aunque sólo fuera por un fugaz momento. Sentado a la mesa con sus 4 hijos aquella trágica noche, su esposa sirvió el plato favorito de los chicos: hot dogs (panchos) con papas fritas bañadas en salsa de tomate. De repente, Yaakov, el hijo de 4 años de Reuven, se quedó helado. Sus ojos se desorbitaron, soltó su vaso de agua, y su garganta no emitió ningún sonido mientras su cara se volvía pálida y luego azul. ¡Se estaba ahogando con un trozo de hot dog!

Ni Reuven ni su esposa sabían qué hacer. Reuven tomó el teléfono y marcó 102, el número de emergencia en Israel, mientras su esposa gritaba y agarraba a su hijo, sacudiéndolo violentamente. Ella le abrió la boca y le dio una palmada en la espalda, pero fue en vano. A los pocos minutos, el niño se desplomó en sus brazos.

Pareció que pasó una eternidad hasta que el personal médico de emergencia irrumpiera por la puerta de entrada con su equipo de salvamento. Pero, para consternación de la familia, los paramédicos no pudieron hacer nada. Solo quedaba por esperar aún más hasta que llegara la ambulancia.

Yaakov fue trasladado de urgencia al Centro Médico Poriya, en las afueras de Tiberia. Sin embargo, para profundo pesar de la familia, ni siquiera en la sala de emergencias pudieron salvarlo. Poco después de llegar al hospital, el pequeño Yaakov falleció.

La tragedia decayó sobre la familia Attias como plomo fundido, sumiéndola en una profunda depresión durante años. Incluso cuando la nube de dolor finalmente se disipó, su sombra oscura dejó su marca. La esposa de Reubén, Ester, se había vuelto infértil, dejándolos sin esperanza de tener más hijos. Los mejores médicos de Israel coincidieron en que el problema no era físico, sino más bien psicológico. La muerte de Yaakov había sido tan traumática que su cuerpo se había simplemente cerrado, como reacción por lo sucedido. No podía concebir, ni estaba claro si algún día podría volver a poder hacerlo.

"¡Amigos!" La voz del orador lo sacó a Reuven Attias de sus pensamientos y miró alrededor del Shul, recordando dónde estaba. En el podio, el rabino *David Ohana,* rabino del Beit Kneset Heijal Aharon en Tiveria, estaba dando una drashá entre Minjá y Maariv.

"¡Rabotai! Hoy es el séptimo y último día de Pesaj (en Israel). En apenas unos minutos más, la festividad habrá culminado y entraremos en el período en el que nos concentraremos en la mitzvá de Sefirat Haomer. Este es un momento propicio para estudiar Pirkei Avot y trabajar en nuestro carácter.” El rabino Ohana habló de la importancia de los buenos modales, de ser paciente y tolerante, de hablar delicadamente y no responder con enojo o bronca cuando alguien lo insulte.

“Déjenme contarles una historia asombrosa que escuché recientemente. Había una pareja joven que llevaba muchos años casada, pero no podía tener hijos. Fueron a todos los médicos de Israel, recibieron Brajot de muchos Rabanim y visitaron Kivrei Tzadikim, pero nada ayudó”. Los oídos de Reuven Attias estaban más atentos mientras el rabino continuaba el relato.

“Finalmente, acudieron a un sabio destacado en Bnei Brak, el rabino Jaim Kanievsky. “Les doy mi bendición”, les dijo Rabí Jaim. Pero quizá no sirva de nada. Si quieren una bendición verdaderamente eficaz, sigan mi consejo. Nuestros Sabios dicen que la Corte Celestial pasa por alto las transgresiones de una persona que perdona los insultos dirigidos a ella. Por lo tanto, si ves a una persona que está equivocada, dado que ha sido perdonada por todos sus pecados, es un Tzadik a los ojos de Hashem y, por lo tanto, un canal de bendición en el mundo.’

“La pareja quiso implementar el consejo de Rab Jaim”, continuó Rab Ohana. “Pero en serio, amigos, ¿con qué frecuencia sucede eso? ¿Alguna vez te has encontrado con una discusión en la que una de las partes no se defiende, ni siquiera un poco? Además, algo así no se puede planificar. No puedes decirle a tu amigo: “Déjame insultarte y tú te mantienes callado para poder bendecirme.”

“Entonces, si bien la pareja apreció las palabras de Rabí Jaim, no podían imaginar cómo las cumplirían. Sin embargo, dos semanas más tarde, el marido estaba en la boda de un conocido cuando estalló una discusión en una de las mesas. Varias personas se confabularon contra uno de los invitados con verdadera bronca. Lo insultaron, lo degradaron delante de toda la fiesta. Y ese hombre... no dijo nada. Su rostro estaba rojo de vergüenza, pero mantuvo la boca cerrada.

“Cuando el marido vio lo que estaba pasando, inmediatamente recordó las palabras de Rabí Jaim. Corrió al lado del hombre y le susurró. 'Lamento lo que acaba de pasar, pero, por favor, por favor, déme una bendición para un hijo. Mi esposa y yo nunca hemos tenido hijos.”

“El hombre, que para empezar era evidentemente una persona humilde y que sin duda se sentía aún más sumiso ahora, se negó al principio. “¿Quién soy yo para dar bendiciones?” respondió. 'No soy un Tzadik...'

“Pero el marido persistió. '¡Por favor, se lo ruego, bendígame para tener un hijo!'

“Finalmente, el hombre accedió. 'Está bien. Que Hashem te bendiga con un hijo y que cumpla todos tus deseos más profundos para bien.”

“'¡Amén!' declaró el marido en voz bien alta.

"¡Amigos! ¿Pueden creerlo?" concluyó el rabino Ohana. “Exactamente un año después, ese joven hizo el Bris de su primer hijo. ¡Ese es el poder de guardar silencio ante un insulto!

El rabino Ohana apenas había terminado esta frase cuando la puerta del Shul se abrió de par en par y un joven bajur de Jabad irrumpió en la sala. Lleno de alegría y entusiasmo, sostenía en alto una caja de Matzá y una botella de vino.

"¡Señores!" declaró con entusiasmo. “Pesaj casi está por terminar. ¡Aún hay tiempo para comer un poco de Matzá mientras todavía sea una Mitzvá! ¡Vengan todos, a lavarse, y comamos la Seudat Mashíaj!!

Lamentablemente, su entusiasmo no fue contagioso. Varios miembros de la congregación murmuraron con desaprobación, y uno de ellos se puso de pie de un salto y comenzó a gritarle: “¡Jutzpán, Rashá! ¿Cómo te atreves a irrumpir aquí con tus tonterías? ¿Quien te necesita? ¡Te vas de aquí ya mismo!"

El joven guardó silencio. Se puso blanco y luego rojo. Tenía buenas intenciones y ahora su rostro ardía de vergüenza. Pero sin decir una palabra, bajó la cabeza y se giró para salir del shul.

Reuven Attias observó la escena con incredulidad. "¿Viste lo que acaba de pasar?" —le susurró emocionado a su amigo Janania Lugasi. “Ese chico no respondió. ¡Es como la historia que nos acaba de contar el Rav! ¡No lo puedo creer! Voy tras él para recibir una Brajá!”

Rubén se levantó y salió rápidamente del Beit Kneset. El joven todavía estaba afuera, con los ojos enrojecidos, casi por llorar. “Por favor”, le pidió Reuven al joven, “dame una broje para un hijo.”

“¿Una broje?” repitió el bojer. “No puedo dar Brajot. No soy nadie especial. Sólo el Rebe puede dar Brajot”.

“Por favor”, suplicó Reuven Attias. "Mi esposa no ha tenido un hijo en años."

El joven guardó silencio. Luego, tomando una de las manos de Reuven entre las suyas, dijo con sinceridad:

“Que Hashem te bendiga con todas las cosas buenas y que te bendiga con un hijo.”

"¡Amén!" respondió Reuven con fervor.

“Amén”, repitió el muchacho detrás de él, y luego se dio la vuelta y se alejó hacia la creciente oscuridad.

Reuven Attias volvió a entrar al Beit Hakneset. “Recibí mi bendición”, le susurró a Janaia. “Beezrat Hashem”, le susurró su amigo.

Y así fue como, un año después, el séptimo día de Pesaj, Reuven Attias y su esposa trajeron a su hijo recién nacido al pacto de Avraham Avinu. Lo llamaron Dovid, en honor al rabino Dovid Ohana, cuyo discurso Reuven había escuchado exactamente un año antes.

Fuente:
Rabbi Eliezer Shore, quien escuchó la historia directamente de Janania Lugasi. Publicada en "Meeting Elijah".

©JasidiNews 
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