martes, 21 de mayo de 2024

2 de Iyar - Maise con el Rebe Maharash -



En Petersburg a puerta cerrada, los más altos funcionarios del país estaban trazando decretos malvados contra los judíos de Rusia. No había tiempo que perder, por lo que Rabi Menajem Mendel de Lubavitch (conocido como Tzemaj Tzedek), envió a su hijo Shmuel a Petersburg con indicaciones de asegurarse de que el decreto no pasara (no llegara a aprobarse).

Reb Shmuel era el hijo menor del Rebe, sin embargo fue Shmuel el elegido para esta importante misión. Pero no viajó solo. Su hermano mayor, Reb Yehuda Leib, lo acompañó a la capital.

Antes de que se embarcaran en su viaje, Reb Shmuel le hizo una solicitud a su hermano: "Debo insistir en una condición si vamos viajar juntos. Debo pedirte que te abstengas de impartir Brojes a lo largo del viaje. Nuestro padre es el Rebe, y solo él debe ser quien dé bendiciones."

Reb Yehuda Leib estaba acostumbrado a otorgar bendiciones; la gente siempre se reunía a su alrededor a donde quiera que fuera, pidiendo su ayuda en serios asuntos de salud, sustento o cualquiera de los innumerables problemas que los atormentaban en aquellos duros tiempos. Se sintió incómodo frente a la condición que le pedía su hermano, pero bajo las circunstancias, no tenía más remedio que aceptar. Mantener su palabra, sin embargo, no fue tan simple. Las personas estaban acostumbradas a recibir las Brajot de Yehuda Leib, y cada vez que la gente se enteraba de su llegada, acudían en masa para encontrarse con él.

Cada persona venía con una necesidad diferente e igualmente apremiante de una misericordia divina, y cada trágica historia perforaba el corazón amable y compasivo de Yehuda Leib como una flecha.
En cierto pueblo se encontró con una mujer particularmente persistente. Dirigiendose firme a Yehuda Leib, le rogó que la bendiga, llorando de manera implacable.

La mujer desconsolada no tenía hijos, y estaba decidida a no moverse hasta que Yehuda Leib la bendijera con un hijo. Yehuda Leib fue conmovido por sus lágrimas, pero le había prometido algo a su hermano, y por lo tanto se negó firmemente a dar una bendición. Él solo respondió: "Vé de mi padre. Seguramente te bendecirá".

La mujer rechazó semejante respuesta, y su llanto se podía escuchar en todo el pueblo. Finalmente, en absoluta desesperación, exclamó: "¡Vé de mi hermano, tal vez te bendiga!"

El semblante de la mujer cambió de inmediato y pronto apareció ante Reb Shmuel. Toda la escena se repitió, completa con gritos, gritos y amargas lágrimas. Incluso una roca se hubiese disuelto ante un dolor tan palpable, y Reb Shmuel ciertamente no era insensible a su agonía, pero él siguió su propia instrucción, insistiendo: "Vaya a lo de mi padre, seguramente la bendecirá."

La mujer continuó su exigencia llorando hasta que, incapaz de responder más nada, Reb Shmuel recurrió a su hermano y le dijo: "¡Llama al cochero, así podemos irnos!"

El conductor saltó a su asiento e instó a los caballos hacia adelante, pero las ruedas no se movían. La mujer ingeniosa había colocado un palo entre los radios de la rueda y la carreta estaba inmovilizada. Ahora Reb Shmuel alcanzó el límite de su paciencia.

Descendió de la carreta y le exclamó a la mujer: "¡Vaya a comer un bagel!" - un equivalente de "¡Andá a pasear!" en el idioma común de hoy. En un instante, la mujer molesta se fue y los dos hermanos continuaron en paz su viaje hacia Petersburg.

Pasó un año y el incidente con la angustiada mujer fue olvidado. Mientras tanto, el Tzemaj Tzedek había fallecido, y Rabi Shmuel, el más joven de sus siete hijos, se convirtió en su sucesor en Lubavitch. (Su hermano, Reb Yehuda Leib, se convirtió en el Rebe en Kopust). Un día apareció un hombre en Lubavitch ante el nuevo Rebe con dos hermosos pasteles.

"El año pasado le diste a mi esposa una Broje para que tenga un hijo y B"H acaba de dar a luz. Ella me ha pedido que le traiga estos pasteles al Rebe para agradecerle por su Brajá."

"¿Me recordarías aquel encuentro con tu esposa? No puedo recordar que tal incidente haya ocurrido el año pasado."

"Bueno, mi esposa estaba en el pueblo de B. y te rogó que la bendigas con un hijo. Le dijiste: '¡Vaya a comer un beiguel!' Y Rebe, mi esposa corrió a hacer exactamente lo que le dijiste."

"Estoy muy feliz de escuchar tus buenas noticias. Dime, sin embargo, ¿por qué me traes dos pasteles? Seguramente uno era suficiente."

"Ah, Perdón. No conté toda la historia. Verá, usted le dijo a mi esposa que comiera un beiguel, pero ella, de tan ansiosa por la sagrada bendición que se haga realidad, en lugar de uno, se comió dos beiguels, sólo para asegurarse...¡Y funcionó, acaba de tener mellizos!" explicó el alegre y flamante padre.

Rab Shmuel quedó profundamente conmovido por las palabras del hombre. "Que sepas que había un decreto Divino según el cual tú y tu esposa nunca tendrían hijos. Por lo tanto, no podía prometerle un hijo. Fue simplemente por exasperación que le dije que se 'vaya a comer un beiguel'. Pero debido a su pura y genuina fe en la Brajá de un Tzadik, el decreto fue anulado y usted y su esposa han sido bendecidos con hijos."



Fuente: "L'chaim Weekly" (#529)

Cuando a alguien le importa



Cada año, en su camino desde Petersburgo a la Feria Regional Anual en Nizhni-Novogorod, cierto jasid adinerado hacía primero una parada en Lubavitch para ver a su Rebe, el Tzemaj Tzedek, y luego en el pequeño pueblo de Dobromisl para visitar a un anciano erudito y jasid que había sido su Melamed en su infancia. Le dejaba una suma de dinero para ayudarlo con su sustento y luego continuaba su camino.

Un año, el josid se retrasó, y emprendió el viaje cuando la feria ya había comenzado. Sin embargo, se detuvo en Lubavitch para recibir una Broje, pero pensaba esta vez saltear su visita a Dobromishl. Y le preguntó al Tzemaj Tzedek su opinión al respecto.

"Dado que esta ha sido tu costumbre durante muchos años", dijo el Rebe, "no es aconsejable divergir de la misma."

Prestando atención a este consejo, el josid viajó a Dobromishl y visitó a su antiguo maestro, quien lo saludó con una cálida bienvenida. Sin embargo, al tener tanta prisa, planeaba irse inmediatamente después de rezar Minje, pero incluso antes de terminar su Tefilá, todo el cielo se oscureció y una tormenta feroz se desató. El anciano maestro lo invitó y le ofreció quedarse a pasar la noche en su casa, pero el jasid insistía en mantener su agenda original. Sin embargo, cuando fue acosado por un fuerte dolor de cabeza, no tuvo más remedio que aceptar la sugerencia de su anfitrión de quedarse.

A la mañana siguiente, el josid se despertó muy enfermo, sufriendo lo que parecía ser una fiebre peligrosamente alta. Un médico fue solicitado con urgencia al pueblo desde la ciudad cercana de Orsha. Cuando fue diagnosticado con Tifus, un telegrama fue enviado inmediatamente a su familia y al Tzemaj Tzedek, para que rezara por este Josid.

Después de ocho semanas dramáticas, finalmente estuvo lo suficientemente bien como para viajar a Lubavitch. No pudo suprimir una sensación de queja y reclamo hacia el Rebe que le había aconsejado que visitara a su maestro de la infancia, ya que había sido en camino a Dobromisl que contrajo el resfrío y la gripe, lo que sin duda llevó a la fiebre tifoidea. De hecho, tan pronto como entró en el estudio del Tzemaj Tzedek, se echó a llorar: "Rebe, ¿por qué me enviaste a Dobromishl?!"

El Tzemaj Tzedek respondió citando un Talmud (Sucá 53a): 
"אָמַר רַבִּי יוֹחָנָן: רַגְלוֹהִי דְּבַר אִינִישׁ אִנּוּן עָרְבִין בֵּהּ, לַאֲתַר דְּמִתְבְּעֵי תַּמָּן מוֹבִילִין יָתֵהּ"

[רש"י: לאתר דמתבעי - למקום שנגזר עליו למות בו משם הוא מתבקש ליטול נשמתו. 
תמן מובילין יתיה - לשם רגליו מוליכות אותו]
"Los pies de una persona son los responsables por ella, al lugar al que es convocado [de Arriba], allí lo llevan", es decir, adonde Di-s ha determinado que su vida termine. La palabra para 'convocado'--דְּמִתְבְּעֵי- también se puede entender como significando 'rezar' en el arameo. ¡Le debes tu vida a las devotas y sinceras Tefilot de tu maestro de la infancia!"



Fuente: "Lemaan Ishmeu" #176 y " A Treasury of Chasidic Tales" págs. 71-73.

Incomparables

Contaba Reb Mendel Futerfas:


El Rebe Tzemaj Tzedek solía ayudar a cada uno de sus hijos y nietos con una suma fija, considerable de dinero, de modo que no necesiten preocuparse por su Parnasá y puedan dedicarse tranquilos a la Torá y Avodat Hashem.

Uno de sus nietos, Rab Shlomo Zalman, que luego se convirtió en el Admur de Kapust, era un verdadero genio, con una mente brillante y un sincero y genuino Oved Hashem. Por otro lado, el Tzemaj Tzedek tenía otro nieto, que todos lo llamaban cariñosamente Shneor'ke, que no contaba de grandes aptitudes, y sin embargo tenía un corazón muy especial y sensible, lleno de amor por otro Yehudi y compenetrado por las conductas y sendas de un Josid.

Una vez, se le acercó el Maharil al Tzemaj Tzedek con un argumento y reclamo: "¿por qué le otorgas el mismo monto, la misma suma, tanto a Reb Shlomo Zalmen como a Shneor'ke? Rab Shlomo Zalmen dedica horas y horas al estudio y Avodat Hashem, cada minuto le es preciado y lo aprovecha al máximo. Por otro lado, Shneor'ke puede ir al mercado y ganarse algunos pesos por cuenta propia. Son incomparables, entonces ¿cómo igualarlos a la hora de otorgarles el importe de dinero?"

El Tzemaj Tzedek le respondió: "Cierto. No se los puede comparar. Rab Shlomo Zalmen es un Gaón, persistente y asiduo en su grandioso estudio, ¿qué tiene de maravilloso que estudie de esa manera? Si, en definitiva, fue dotado de una mente brillante, simplemente está aprovechando (haciendo uso de) sus capacidades. Pero Shneor'ke, cuando se le acerca un Yehudi que está en aprietos en su Parnasá y no llega a cubrir los gastos para Shabes, y mismo Shneorke no tiene para ayudarlo, corre a su casa, agarra las alhajas y joyas de su esposa, las entrega como garantía y solicita un préstamo, todo en aras de que otro Yehudi tenga para hacer Shabat.

Más aún [y Reb Mendel cuando contaba el Maise solía acentuar esta virtud aún más], cuando los Jsidim están sentados haciendo Farbrenguen, ya muy tarde por la noche, y se acaba el Mashke, es Shneor'ke quien corre y pasa por 'todo el botz de Jalolvi'ke' (una de las calles de Lubavitch que solía estar siempre embarrada) y logra conseguir y traer Mashke para el Farbrenguen. Nu, acaso ¿se los puede comparar...?"
¡Cierto, son incomparables!

Un susurro en el momento justo - Pesaj Sheini

Todos en la ciudad estaban vestidos con sus mejores ropas festivas en honor a la gran ocasión. Invitados de estirpe y honor llegaban de todas partes de la región. No todos los días, ni siquiera todos los años, se producía un acontecimiento tan trascendental: el mismísimo Baal Shem Tov había llegado, acompañando a uno de sus nietos cuya boda se celebraría ese día.

Comenzó la procesión nupcial. El Baal Shem Tov caminaba lentamente a la cabeza, el novio a su lado y la gente del pueblo ataviada con sus mejores galas siguiéndolo.

A medida que la procesión se acercaba al lugar de la jupá se toparon en la calle principal con un judío solitario en una carreta, un extraño que nadie reconoció. Nadie tampoco le prestó mucha atención. Entonces, para sorpresa de todos, el Baal Shem Tov detuvo repentinamente la procesión y se desvió para acercarse a la carreta. Le susurró algo al oído y sólo entonces, luego de un breve intercambio, regresó rápidamente a su lugar y le extendió su brazo al novio.

El hombre en la carreta parecía y se veía como un yehudí sencillo, pero los jasidim presentes estaban convencidos de que debía ser uno de los Tzadikim ocultos. Después de todo, ¿no había retrasado el santo Rebe la boda únicamente para intercambiar algunas palabras con él?

Pero ahora estaba la boda. La alegría y el clima esa noche fueron extraordinarios. Todos se dejaron llevar por la celebración, como si se hubieran cortado sus lazos con este mundo bajo y burdo.

Al día siguiente, los jasidim recordaban el extraño suceso de la noche anterior y sintieron curiosidad por saber la identidad del tzadik desconocido con quien el Baal Shem Tov se había molestado en interactuar en un momento tan preciado. Luego de indagar un poco, descubrieron en qué posada se hospedaba y se apresuraron allí con la esperanza de que accediera a hablar con ellos. Quizás incluso revelaría lo que el Baal Shem Tov había susurrado.

"Shalom Aleijem, Rebe", se dirigieron a él con sumo respeto.

"¿Rebe?" Reaccionó el hombre, pareciendo bastante sorprendido. "No soy ni un Rebe ni hijo de un Rebe."

"No hay necesidad de que te ocultes de nosotros, Rebe", insistieron los jasidim. "Sabemos la verdad. Si nuestro maestro retrasó la Jupá para confiarte secretos al oído, es obvio que eres un hombre santo."

"No soy ni un Tzadik ni un hombre santo", insistió el extraño. Parecía estresado mientras intentaba calmar el entusiasmo de los jasidim. "Su maestro habló conmigo algo estrictamente personal. Lo único que les puedo decir es una sola cosa: ¡Dichosos! Ustedes tienen un gran maestro. ¡Un gran Tzadik!"

Pero los jasidim no se rendirían tan fácilmente. "Cuéntanos, entonces, qué te dijo", clamaban.

Ahora se sentía notablemente incómodo. Tras muchas vacilaciones, finalmente se dio cuenta de que no podría librarse de ellos y accedió a contar su historia.

"Vivo en un pequeño pueblo. Mi mejor amigo desde la infancia vive en la casa enfrente a la mía. Es un vendedor ambulante de profesión; viaja periódicamente a todos los pueblos y asentamientos de nuestra zona, vendiendo artículos y mercancías diversas. Siempre que emprende su viaje por un largo tiempo, a su regreso los amigos y vecinos nos juntamos en su casa para darle la bienvenida.

Una vez, después de un viaje especialmente largo, me crucé para visitarlo. Yo fui el primero, como siempre, y la casa estaba vacía. Sus hijos jugaban en el patio y su esposa estaba ocupada en la cocina. Me dijeron que que no estaba en casa, que había salido y que volvería enseguida. Sintiendo el deseo de fumar mi pipa mientras esperaba, abrí el armario donde sabía que guardaba su tabaco. Lo primero que llamó mi atención fue su billetera, a la vista, estaba llena de dinero, todas las ganancias de su último viaje que usaría para pagar sus deudas, mantener a su familia y reinvertir en nuevas mercancías.

Me sorprendió que dejara su billetera tan expuesta y accesible. No estaba bien. Decidí darle una lección a mi amigo. Metí la billetera en mi bolsillo.

¡Cómo se sorprenderá cuando vea que falta! Sonreí para mis adentros. Eso le dará una lección, aprenderá a no ser tan descuidado. Por supuesto y desde luego, mi intención era devolvérsela de inmediato. Pero primero quería ver la expresión de su rostro.

Sin embargo, las cosas salieron muy diferentes de lo que esperaba. Cuando mi amigo regresó a casa y, para su sorpresa, descubrió que todo el dinero que había ganado con tanto esfuerzo se thabía esfumado, estalló en amargos gritos de desesperación. Su esposa cayó desmayada. Y toda la familia dando vuelta la casa en una búsqueda frenética, pero, por supuesto, en vano. Todos los amigos y vecinos que estaban llegando se hacían eco de la emoción y la tristeza que estaban pasando. Todo eso en unos instantes. De repente el evento en su casa parecía una casa de luto. Después de todo, mi broma no había resultado tan divertida. En lo absoluto. En tal atmósfera y con tanta gente alrededor, no tuve el coraje de confesar que yo era el responsable de todo este disturbio y crisis. Compuse mi cara como si no supiera nada y murmuré algunas palabras de condolencia a mi amigo, pensé que pronto le devolvería la billetera en una ocasión más adecuada, en un momento más tranquilo y cuando nadie me viera.

Pero un día siguió al otro, y la oportunidad que buscaba nunca se presentó. Mi amigo estaba luchando por llegar a un acuerdo con sus acreedores, quienes siempre parecían estar persiguiéndolo, y yo sabía que no podía devolverle el dinero en semejante circunstancias sin que todos me etiqueten como ladrón.

Pasaron así varios meses. Todavía tenía el dinero. Me encontré considerando seriamente las seductoras sugerencias de mi Yetzer Hará de invertir el dinero en alguna empresa rentable. Luego, cuando devolviera el dinero, podría agregar un extra apropiado que ahorraría especialmente para él. Pero, ¿cómo podría hacer eso en mi ciudad, donde todos me conocen y conocen mi situación? Si de repente emprendiera un negocio con tanto capital inicial inmediatamente despertaría sospechas.

Me di cuenta de que tenía que mudarme temporalmente a un lugar lejano. Alquilé una carreta y partí, con la cabeza llena de todo tipo de planes, llegando aquí justo en el momento de la boda."

Después de unos momentos de pausa, el hombre reanudó su historia: "Cuando tu Rebe me vio anoche, se me acercó y me susurró al oído: "No es demasiado tarde para rectificar tu error. Vuelve a casa y devuelve inmediatamente el dinero. Te prometo que tu amigo te creerá y no pensará que pretendías robártelo. Si es necesario, incluso iré yo mismo y testificaré acerca de tus verdaderos motivos. Pero ten cuidado: si te demoras más, puede que sea demasiado tarde."

"Con sus palabras, sentí como si un enorme peso se quitara de mi corazón. Pasé la noche aquí y ahora me dispongo a volver directamente a casa y hacer exactamente lo que él me dijo."

Fuente: Yerajmiel Tilles

jueves, 9 de mayo de 2024

Seudat Mashiaj, un consejo de Rab Jaim Kanievsky y el poder de mantener el silencio

Habían pasado diez años desde aquella fatídica noche, pero no pasó un día desde entonces sin que Reuven Attias no recordara vívidamente su angustia, aunque sólo fuera por un fugaz momento. Sentado a la mesa con sus 4 hijos aquella trágica noche, su esposa sirvió el plato favorito de los chicos: hot dogs (panchos) con papas fritas bañadas en salsa de tomate. De repente, Yaakov, el hijo de 4 años de Reuven, se quedó helado. Sus ojos se desorbitaron, soltó su vaso de agua, y su garganta no emitió ningún sonido mientras su cara se volvía pálida y luego azul. ¡Se estaba ahogando con un trozo de hot dog!

Ni Reuven ni su esposa sabían qué hacer. Reuven tomó el teléfono y marcó 102, el número de emergencia en Israel, mientras su esposa gritaba y agarraba a su hijo, sacudiéndolo violentamente. Ella le abrió la boca y le dio una palmada en la espalda, pero fue en vano. A los pocos minutos, el niño se desplomó en sus brazos.

Pareció que pasó una eternidad hasta que el personal médico de emergencia irrumpiera por la puerta de entrada con su equipo de salvamento. Pero, para consternación de la familia, los paramédicos no pudieron hacer nada. Solo quedaba por esperar aún más hasta que llegara la ambulancia.

Yaakov fue trasladado de urgencia al Centro Médico Poriya, en las afueras de Tiberia. Sin embargo, para profundo pesar de la familia, ni siquiera en la sala de emergencias pudieron salvarlo. Poco después de llegar al hospital, el pequeño Yaakov falleció.

La tragedia decayó sobre la familia Attias como plomo fundido, sumiéndola en una profunda depresión durante años. Incluso cuando la nube de dolor finalmente se disipó, su sombra oscura dejó su marca. La esposa de Reubén, Ester, se había vuelto infértil, dejándolos sin esperanza de tener más hijos. Los mejores médicos de Israel coincidieron en que el problema no era físico, sino más bien psicológico. La muerte de Yaakov había sido tan traumática que su cuerpo se había simplemente cerrado, como reacción por lo sucedido. No podía concebir, ni estaba claro si algún día podría volver a poder hacerlo.

"¡Amigos!" La voz del orador lo sacó a Reuven Attias de sus pensamientos y miró alrededor del Shul, recordando dónde estaba. En el podio, el rabino *David Ohana,* rabino del Beit Kneset Heijal Aharon en Tiveria, estaba dando una drashá entre Minjá y Maariv.

"¡Rabotai! Hoy es el séptimo y último día de Pesaj (en Israel). En apenas unos minutos más, la festividad habrá culminado y entraremos en el período en el que nos concentraremos en la mitzvá de Sefirat Haomer. Este es un momento propicio para estudiar Pirkei Avot y trabajar en nuestro carácter.” El rabino Ohana habló de la importancia de los buenos modales, de ser paciente y tolerante, de hablar delicadamente y no responder con enojo o bronca cuando alguien lo insulte.

“Déjenme contarles una historia asombrosa que escuché recientemente. Había una pareja joven que llevaba muchos años casada, pero no podía tener hijos. Fueron a todos los médicos de Israel, recibieron Brajot de muchos Rabanim y visitaron Kivrei Tzadikim, pero nada ayudó”. Los oídos de Reuven Attias estaban más atentos mientras el rabino continuaba el relato.

“Finalmente, acudieron a un sabio destacado en Bnei Brak, el rabino Jaim Kanievsky. “Les doy mi bendición”, les dijo Rabí Jaim. Pero quizá no sirva de nada. Si quieren una bendición verdaderamente eficaz, sigan mi consejo. Nuestros Sabios dicen que la Corte Celestial pasa por alto las transgresiones de una persona que perdona los insultos dirigidos a ella. Por lo tanto, si ves a una persona que está equivocada, dado que ha sido perdonada por todos sus pecados, es un Tzadik a los ojos de Hashem y, por lo tanto, un canal de bendición en el mundo.’

“La pareja quiso implementar el consejo de Rab Jaim”, continuó Rab Ohana. “Pero en serio, amigos, ¿con qué frecuencia sucede eso? ¿Alguna vez te has encontrado con una discusión en la que una de las partes no se defiende, ni siquiera un poco? Además, algo así no se puede planificar. No puedes decirle a tu amigo: “Déjame insultarte y tú te mantienes callado para poder bendecirme.”

“Entonces, si bien la pareja apreció las palabras de Rabí Jaim, no podían imaginar cómo las cumplirían. Sin embargo, dos semanas más tarde, el marido estaba en la boda de un conocido cuando estalló una discusión en una de las mesas. Varias personas se confabularon contra uno de los invitados con verdadera bronca. Lo insultaron, lo degradaron delante de toda la fiesta. Y ese hombre... no dijo nada. Su rostro estaba rojo de vergüenza, pero mantuvo la boca cerrada.

“Cuando el marido vio lo que estaba pasando, inmediatamente recordó las palabras de Rabí Jaim. Corrió al lado del hombre y le susurró. 'Lamento lo que acaba de pasar, pero, por favor, por favor, déme una bendición para un hijo. Mi esposa y yo nunca hemos tenido hijos.”

“El hombre, que para empezar era evidentemente una persona humilde y que sin duda se sentía aún más sumiso ahora, se negó al principio. “¿Quién soy yo para dar bendiciones?” respondió. 'No soy un Tzadik...'

“Pero el marido persistió. '¡Por favor, se lo ruego, bendígame para tener un hijo!'

“Finalmente, el hombre accedió. 'Está bien. Que Hashem te bendiga con un hijo y que cumpla todos tus deseos más profundos para bien.”

“'¡Amén!' declaró el marido en voz bien alta.

"¡Amigos! ¿Pueden creerlo?" concluyó el rabino Ohana. “Exactamente un año después, ese joven hizo el Bris de su primer hijo. ¡Ese es el poder de guardar silencio ante un insulto!

El rabino Ohana apenas había terminado esta frase cuando la puerta del Shul se abrió de par en par y un joven bajur de Jabad irrumpió en la sala. Lleno de alegría y entusiasmo, sostenía en alto una caja de Matzá y una botella de vino.

"¡Señores!" declaró con entusiasmo. “Pesaj casi está por terminar. ¡Aún hay tiempo para comer un poco de Matzá mientras todavía sea una Mitzvá! ¡Vengan todos, a lavarse, y comamos la Seudat Mashíaj!!

Lamentablemente, su entusiasmo no fue contagioso. Varios miembros de la congregación murmuraron con desaprobación, y uno de ellos se puso de pie de un salto y comenzó a gritarle: “¡Jutzpán, Rashá! ¿Cómo te atreves a irrumpir aquí con tus tonterías? ¿Quien te necesita? ¡Te vas de aquí ya mismo!"

El joven guardó silencio. Se puso blanco y luego rojo. Tenía buenas intenciones y ahora su rostro ardía de vergüenza. Pero sin decir una palabra, bajó la cabeza y se giró para salir del shul.

Reuven Attias observó la escena con incredulidad. "¿Viste lo que acaba de pasar?" —le susurró emocionado a su amigo Janania Lugasi. “Ese chico no respondió. ¡Es como la historia que nos acaba de contar el Rav! ¡No lo puedo creer! Voy tras él para recibir una Brajá!”

Rubén se levantó y salió rápidamente del Beit Kneset. El joven todavía estaba afuera, con los ojos enrojecidos, casi por llorar. “Por favor”, le pidió Reuven al joven, “dame una broje para un hijo.”

“¿Una broje?” repitió el bojer. “No puedo dar Brajot. No soy nadie especial. Sólo el Rebe puede dar Brajot”.

“Por favor”, suplicó Reuven Attias. "Mi esposa no ha tenido un hijo en años."

El joven guardó silencio. Luego, tomando una de las manos de Reuven entre las suyas, dijo con sinceridad:

“Que Hashem te bendiga con todas las cosas buenas y que te bendiga con un hijo.”

"¡Amén!" respondió Reuven con fervor.

“Amén”, repitió el muchacho detrás de él, y luego se dio la vuelta y se alejó hacia la creciente oscuridad.

Reuven Attias volvió a entrar al Beit Hakneset. “Recibí mi bendición”, le susurró a Janaia. “Beezrat Hashem”, le susurró su amigo.

Y así fue como, un año después, el séptimo día de Pesaj, Reuven Attias y su esposa trajeron a su hijo recién nacido al pacto de Avraham Avinu. Lo llamaron Dovid, en honor al rabino Dovid Ohana, cuyo discurso Reuven había escuchado exactamente un año antes.

Fuente:
Rabbi Eliezer Shore, quien escuchó la historia directamente de Janania Lugasi. Publicada en "Meeting Elijah".

©JasidiNews 
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domingo, 5 de mayo de 2024

8 años de JasidiNews




Jasidishe News
 cumple B"H ocho años, y como ya es bien conocida la Horaá del Rebe (Véase por ej. Sefer Hasijot 5748 tomo II pág. 399) que el día de cumpleaños es un día de alegría y de celebración y a su vez de reflexión e introspección, sobre lo realizado y logrado en el último año, y cómo mejorar y avanzar en el año entrante.


La idea principal de este "Blog" (que es netamente "לשם שמים") es hacerle llegar al público de habla hispana un poco de Jasidishe Lajlujis, a través de los Maises, Sijot, Maamarim, historias de Jasidim, Pisgomim Jsidim (Frases y anécdotas jasídicas), Nigunim y videos del Rebe que fortalecen el Hiskashrus (además de enfocarse en Maises o Igrot Kodesh referidas a Argentina específicamente).

Todavía hay mucho, mucho por hacer. Pero no tenemos duda de que todo esto forma parte del Hafatzat Hamaayanot que el Rebe insta a cada uno sin excepción a involucrarse y de esa manera traer concretamente la tan esperada Gueulá, con Moshiaj Tzidkeinu.

ימים הסמוכים לכ"ח ניסן תשפ"ב
מ.מ. רייכער







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jueves, 2 de mayo de 2024

La asombrosa Brajá que recibió (al meterse) en la fila equivocada - 28 DE NISAN

28 de Nisan 


La noche del 28 de Nisan de 5751 (1991), el Rebe de Lubavitch emitió un [conmovedor] llamado a sus jasidim, y a toda la comunidad judía del mundo, a incrementar sus esfuerzos para traer al Mashiaj y la definitiva Gueulá. En términos inusualmente personales, el Rebe expresó profundamente su dolor ante la situación: "¿Cómo es que la redención no se ha alcanzado?" exclamó el Rebe." ¿Cómo puede ser, que a pesar de todo lo que ha ocurrido y todo lo que se ha hecho, Mashiaj aún no haya llegado? ¿Qué más puedo hacer? He hecho todo lo que pude... Lo único que me queda por hacer es encargarles a ustedes el asunto. Hagan todo lo que puedan para lograrlo. Hagan todo lo que puedan para traer a Mashiaj Tzidkeinu de inmediato, yo he hecho mi parte. A partir de ahora, todo está en sus manos... "

Un Maise del Rebe y un mensaje


Hace varios años, miles de Yehudim se amontonaban en el gran Shul en 770 Eastern Parkway, el Shul central de Jasidut Jabad en Brooklyn, Nueva York, para escuchar al Lubavitcher Rebe. Allí no sólo había jasidim, sino también todo tipo de judíos. Incluso aquellos que no entendían una palabra de idish quedaban hipnotizados ante la genialidad de semejante personalidad.

El Sr. David Asulin vino a verlo por sí mismo y, aunque no creía exactamente todas las historias, se alegró de haber ido. Había nacido en Marruecos. Allí todos se criaron con la Emuná en los Tzadikim. Todo esto no era algo nuevo para él; pero desde que se mudó a Francia hace veinte años y se había establecido cómodamente allí, casi se había olvidado del concepto de los Tzadikim. Esta era su primera visita a Estados Unidos, donde viajaba por negocios. Sus amigos le habían dicho que si quería una experiencia inolvidable debía ir a ver al Lubavitcher Rebe. Lo hizo, y fue tal como se lo dijeron.

Después de aproximadamente dos horas escuchando con pausas de unos diez minutos entre las charlas, muchas personas se levantaron y formaron filas hacia el Rebe, que eventualmente se convirtieron en una sola fila. Cuando llegaban hasta él, le entregó a cada uno una botella de vodka.

El señor Asulin no entendía que (esta distribución y) las botellas eran sólo para aquellas personas que estaban realizando celebraciones (como ser bodas o Bar Mitzva's) en todo el mundo; pensaba que todo el mundo tenía derecho a una botella. ¡Así que él también se puso en la cola!

Cuando llegó su turno y estuvo cara a cara con el Rebe, el Rebe sonrió, le dio una botella grande y le dijo en francés: "C'est pour le mariage" - Esto es para la boda".

Él estaba asombrado; ¡Cómo supo el Rebe que habla francés! Eso fue asombroso, verifica todas las otras historias que había escuchado. ¡El Rebe ciertamente tiene poderes de percepción! Pero, por otro lado, llegó a otra conclusión también, lo que el Rebe le dijo en francés demuestra por otro lado que no es infalible. David estaba felizmente casado ya hace varios años. ¡Lo que dijo sobre una boda era claramente erróneo!

Una semana después regresó a Francia. Cuando le mostró la botella a su esposa, se rieron mucho de lo que dijo el Rebe. Pero cuando visitó su Beit Jabad local en Cartel, el rabino Jaim Malul no estaba de acuerdo con la conclusión de David. En cambio, le dijo que seguramente con el tiempo se daría cuenta de que no había sido un error.

David se rió para sí mismo. "El Rebe es un hombre tan agradable y muy dedicado. ¿Y qué si cometió un pequeño error?" David rápidamente olvidó todo el incidente.

Meses después abrió casualmente el armario donde había guardado la botella, lo que le recordó su experiencia en Brooklyn. "Sabes", le dijo a su esposa, "es una pena que esta botella del Tzadik quede sin usar. Hagamos algo, invitemos a toda nuestra familia, a algunos amigos, y la repartamos entre todos para brindar, darle a todos un Lejaim. Será interesante, un momento agradable y también una oportunidad para una bendición. Estoy seguro de que todos vendrán."

Comenzaron a hacer planes. Al principio pensaron en hacer el encuentro en su casa, pero a último momento decidieron que sería mejor trasladarlo al pequeño salón del Shul local en Rancee (cerca de París), que ya contaba con servicio de comidas kosher local que lo atendería.

Llegó el día del evento y los invitados empezaron a llegar de buen humor. Una pequeña banda tocaba una música animada de fondo y la gente intercambiaba saludos y apretones de manos. Pero cuando se estaban sentando para comenzar a comer, el rabino de la sinagoga entró en la sala, buscó a David con la mirada y cuando lo encontró lo llevó aparte y le susurró algo al oído.

David se volvió hacia la multitud y dijo: "El rabino necesita un Minian, que nueve hombres se unan para un rezo, unas bendiciones. Dice que sólo tomará unos minutos. ¿Quién quiere venir? Yo, por mi parte, voy."

En poco tiempo logró que el número requerido siguiera al rabino a la habitación contigua para lo que pensaban que sería una Tefilá, pero se llevaron una sorpresa.

En la sala estaban la novia, el novio y una jupá; ¡Era un casamiento! Pero, sorprendentemente, la pareja estaba sola. En menos de quince minutos terminó toda la ceremonia.

David y los otros hombres estrecharon la mano del novio, les desearon a los recién casados 'Mazal Tov' y con cautela preguntaron dónde sería la fiesta (también se preguntaban por qué no había invitados, pero les daba vergüenza preguntar).

Cuando el novio respondió que no se había organizado ninguna fiesta ni comida, David anunció: "¡Entonces están invitados a la nuestra!" Al instante la fiesta informal de David se convirtió en una auténtica fiesta de bodas. La banda tocó alegremente y los hombres comenzaron a bailar a un lado del salón con el novio, mientras las mujeres del otro bailaban con la novia.

Cuando terminó el baile se sentaron todos a comer. En medio de la comida, David se puso de pie, levantó la botella del Rebe, se aclaró la garganta pidiendo silencio y contó la historia del Rebe diciendo que era "Para la boda", y que finalmente entendió que el Rebe no se equivoca en absoluto.

"¡Qué!" -exclamó la novia. "¿Esa botella es del Rebe de Lubavitch para mi boda?" y estalló en lágrimas de pura alegría. Cuando se calmó, lo explicó.

Este era su segundo matrimonio. El primero terminó en un amargo divorcio que, sumado al hecho de que ella decidió volverse observante, resultó en una gran ruptura en su familia y ninguno de sus familiares se presentó. Nadie vino tampoco por parte de su marido, pero su razón era más sencilla. Era un converso al judaísmo y no tenía familia judía.

Se sentía tan sola e incómoda que unas semanas antes decidió actuar, siguiendo la sugerencia de un conocido  de escribirle al Lubavitcher Rebe, pidiéndole en la carta alguna señal de que el matrimonio tendría éxito.

"¡Y aquí estás ahora con la bendición explícita del Rebe!"

*

El mensaje, además de la fabulosa historia, es justamente trazar un paralelismo con las palabras que el Rebe declaró tantas veces: ¡Mashiaj está por llegar! Estamos atravesando la última etapa de la historia del pueblo judío en Galut. Aunque pueda parecer algo bastante lejano de "la realidad" y hasta pueda alguno concluir que era más bien un deseo o plegaria...o más bien una ilusión...lo cierto es que las palabras de nuestro Rebe se verán hechas realidad en su sentido más literal. Contra todo pronóstico. ¡Que sea realmente pronto!


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Fuente de la historia: Shabbosstories.com