lunes, 5 de junio de 2023

El accidente de moto del Rabino

El accidente de motocicleta del rabino
 

Hershy Drukman cuenta:
Un viernes por la tarde en el centro de París. Está por empezar Shabat, así que me me subo a mi motocicleta y me dirijo a casa.

Vivo en Francia, sirviendo como Sheliaj de Jabad en S.-Maur-des-Fossés, una pequeña ciudad [a unos 20 kilómetros] al sur de París.

Está lloviendo mucho y el asfalto está resbaladizo. Disminuyo la velocidad, ajustando mi casco.

De repente me doy cuenta de que un coche deportivo entra en la intersección. El conductor no notó que me acerco a gran velocidad.

La situación se torna peligrosa y mi corazón se acelera. ¿Qué hacer? ¿Frenar sobre el asfalto mojado a 80 km por hora? Estoy en peligro de volcarme. ¿Continuar? Sería inevitable un choque.

Freno rápidamente. La moto patina y caigo al suelo. Tirado allí solo esperando a los coches que se aproximan. ¿Serán estos mis últimos momentos?

Silencio. Un auto se detiene y bloquea la ruta. Me reviso en busca de lesiones. Baruj Hashem, estoy bien. Intento salir de la calle.

Una mujer corre hacia mí. "¿Está ud. bien?" ella pregunta en francés. "¿Puedo ayudarlo?"

"Creo que estoy bien", respondo, quitándome el casco. Ella parece sorprendida, tal vez no esperando a un hombre con barba completa. No se ven muchos en París.

"¿Está todo bien?" pregunta de nuevo, esta vez en hebreo. Ahora me tomó por sorpresa.

Se presenta como Madam Katia Dahaan. "Vivo cerca y estaba de paso", dice. "No esperaba ver a un yehudí, y mucho menos a un rabino."

"¿Y el hebreo?" Le pregunto.

"Oh, eso es de viajes a Israel hace años", dice ella.

Katia quiere conversar, pero me disculpo y le explico: "Es casi Shabat y necesito llegar a casa."

Katia se sorprende al escuchar esas palabras, que se acerca Shabat. Su reacción me desconcierta. Casi 400.000 judíos viven en la zona de Pletzel en Francia; es difícil no saber que hoy es víspera de Shabat.

"¿Enciendes velas de Shabat?" le pregunté.

Katia me lanza otra mirada extraña. Ella murmura: "No, no lo hago".

"¿Puedo invitarte a nuestra casa para Shabat?" Le ofrezco.

"¿Qué Shabat?" ella pregunta con sorpresa.

"Esta noche", respondo.

Surge una sonrisa. "No creo que pueda ir esta noche, pero estaré feliz de ir otro Shabat", dice. Intercambiamos números de teléfono, y se despide.

* * *

Katia no vino esa noche, ni tampoco el Shabat siguiente. Y no pude encontrar su número, aunque traté de localizarla.

Pasan cuatro meses. Una mañana recibo un mensaje de texto de un número desconocido.

Momentos después, suena mi teléfono.

"¿Rabino? Soy Katia Dahaan. ¿Me recuerda?"

"¡Por supuesto! Todavía te estamos esperando que vengas para Shabat!"

"¿Cuando puedo venir?"

"¡Por favor, este Shabat!"

Ese viernes por la noche Katia fue una de nuestras invitadas. Ella se vio muy emocionada durante toda la Seudá.

Otros allí sentados me preguntaron quién era. Les conté la historia del accidente. Y luego les dije: "Podríamos decir que ella fue una mensajera de Arriba para ayudarme en esos momentos dramáticos."

* * *

Katia nos miró con una sonrisa y dijo: “Creo que es hora de que escuchen mi versión…

“Tengo cuarenta y cinco años y vivo sola. Tengo una hermana y mi mamá, pero hace más de veinte años que no les hablo.

“Es difícil estar soltera, particularmente para una mujer judía. Mis padres siempre fueron tradicionalistas, hacíamos el Kidush, celebrábamos los Jaguim y ayunábamos en Yom Kipur. Pero desde que vivo sola, dejé de cumplir.

“Cuando vivís solo, es difícil hacer Kidush, no hay familia para comer juntos. Es difícil ir solo al templo. Ni siquiera tuve amigas judías.

"Hace unos dos años, después de años de estar desconectada de judaísmo, quería volver a mi religión. Decidí buscar un trabajo en un ambiente judío. De esta manera haría amigas y tal vez me invitaran a Shabat y Jaguim.

"Encontré trabajo en una zapatería en Pletzel. Todos los trabajadores locales eran yehudim e hice amistades.

"Pero había un problema: Shabat. Los viernes se saludaban mutuamente 'Shabat Shalom' y los lunes se preguntaban cómo pasaron el Shabat. Pero en cuanto a mí, nadie me prestó atención. Cada semana esperaba una invitación, pero cada semana me traía más decepción.

“Pasó casi un año... '¿Será que los judíos ya no te aceptan?' Me pregunté a mí mismo. '¿Cómo pueden ser tan desconsiderados?'".

La voz de Katia se ahogó por la emoción. “Me enojé mucho con todos, y con el judaísmo. Decidí que no era para mí. Salí de ese negocio y encontré otro trabajo.

"Pero aún había un problema: Shabat. Todos los viernes por la noche recordaba el Shabat de mi infancia: las velas, el kidush. Pensé: '¿Cómo puedo detener estos recuerdos?'

"Decidí encontrar algo que hacer los viernes por la noche: Encontré un anuncio de un coro de iglesia que buscaba cantantes/solistas los viernes por la noche".

El silencio se hizo sentir alrededor de la mesa, escuchando su relato. "Me aceptaron en el coro y hace un año que canto en la iglesia los viernes por la noche. Con una sonrisa triste, agregó: "Llego a casa tan cansada que no tengo ni tiempo para pensar en Shabat.

"Todo transcurrió sin problemas hasta aquel viernes", continuó Katia, "cuando vi la motocicleta volcarse en la ruta. Corrí para ayudar al conductor, y me sorprendió el hecho que me estaba recordando que era la víspera de Shabat y ¡me invitó! Y ¡ni siquiera me conocías!

"¿Vos crees que me enviaron?" Katia concluye. "Yo creo que fuiste vos quien fue enviado para traer de regreso mi Neshamá."

Katia ya no canta en la iglesia. Ella pasa todos los viernes por la noche con nosotros o con otras familias de Jabad.

No fue sólo un accidente de motocicleta después de todo.

Fuente: Adaptado por Yerachmiel Tilles de un correo de Chabad.org y publicado en shabbosstories.com

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