Un jasid Jabad que vivía en Vitebsk durante muchos años no tenía hijos. Varias veces había viajado a Liozna para suplicarle a su Rebe, Rabi Shneur Zalman, que despertara Rajamei Shamaim con las Tefilot y Brajot del Rebe, pero extrañamente, el Rebe cada vez le rechazaba su pedido, explicándole que no estaba en su poder ayudarlo.
Una vez más decidió buscar la ayuda del Rebe. A su Tzetl (pedido escrito) adjuntó una contribución caritativa (denominado Pidion Nefesh, "rescate del alma"). Nuevamente, el Rebe respondió que no estaba en sus posibilidades ayudarlo, pero esta vez le ofreció una recomendación sorprendente: que vaya a lo del Rebe Rab Shlomo de Karlin, diciéndole que "el Karliner" podría ayudarlo.
Ahora, es sabido cómo se sentían (y se sienten) los lubavitcher jasidim cuando se trata de ir a otros Rebes, que no son los suyos. Sin embargo, esta vez su propio Rebe lo había sugerido, la necesidad era enorme y los años pasaban, así que el jasid se dirigió a Karlin.
Al llegar a Karlin, consultó con algunos de los jasidim locales. Le recomendaron que el mejor momento para acceder al Rebe era cuando partía en uno de sus viajes. En el camino, el Rebe solía dar consejos y bendiciones a quienes lo acompañaban. Así que el jasid se quedó en Karlin varios días, hasta que finalmente el Karliner anunció que estaba a punto de irse de viaje, y que cualquier persona que necesitara algo de él podía acompañarlo. El jasid subió a bordo de la caravana de carruajes y carretas, que poco después se puso en marcha.
El Rebe y su séquito pasaron por muchos pueblos y aldeas. El viaje continuó, pero el jasid no había recibido aún ningún llamado a presentarse ante el Tzadik, ni indicio acerca del propósito del viaje. Finalmente, luego de que se detuvieron en cierta aldea, el Karliner convocó al jasid Jabad y le dijo que si le entregaba (cierto monto,) una cuantiosa suma de dinero, tendría el mérito de ser bendecido con descendencia.
El jasid no era un hombre rico, para nada. Ya de por sí todo este viaje prolongado había recortado profundamente sus recursos. ¿Qué podía hacer? Decidió finalmente que simplemente no podía cumplir con la demanda del Karliner. Se despidió respetuosamente del Rebe y se fue a casa, pero en su corazón se sentía resentido: ¿cómo podía un Tzadik pedir tanto, tanto dinero por una Broje?
Después de estar en casa por un tiempo, el jasid decidió volver a Liozna para visitar a su propio Rebe, Rabi Shneur Zalman. Cuando llegó su turno para una audiencia privada, el Rebe le preguntó si había ido al Karliner Rebe y, de ser así, ¿qué le había aconsejado el Tzadik?
El Jasid respondió que efectivamente había ido, y que invirtió mucho tiempo y dinero en un largo viaje con él, pero al final el Karliner le había pedido una enorme suma de dinero que no podía proporcionar, y ¿qué tipo de negocio es este, de exigir tanto dinero por una bendicion?!
El Rebe lo miró fijamente y luego comentó: "La razón por la que no tienes hijos es porque una vez insultaste (y le faltaste el respeto) gravemente a un Talmid Jajam."
"¡Pero nunca insulté a un Talmid Jajam en mi vida!" exclamó el jasid.
"Sí, lo hiciste", insistió el Rebe, "al gran erudito y Tzadik, el Rav de Lubavitch, Reb Isajar Ber, A"H."
"Pero nunca pensé que él fuera alguien especial", dijo el jasid.
"¿Así pensás?", se asombró el Rebe. "Deberías saber que Eliahu HaNavi se le aparecía todos los días.
"Está escrito en el Talmud Yerushalmi", continuó el Rebe, "que el proceso de apaciguamiento (por ofender a un Talmid Jajam) es pagar una 'litra' de oro. Pero como Reb Isajar ya no está en este mundo, ya no era posible que te disculparas." Hay ciertas autoridades rabínicas posteriores, sin embargo, que han dictaminado que incluso después de su fallecimiento, el pago de la litra de oro ayuda a aliviar la Kpeidá. El Karliner Rebe te llevó con él a todos aquellos lugares donde esas autoridades rabínicas están enterrados con el fin de obtener apoyo y respaldo frente a tu situación. Esa gran suma de dinero que te pidió era exactamente equivalente a un litra de oro. Desafortunadamente, dejaste pasar la oportunidad.
"Y yo mismo no puedo ayudarte en este asunto", le explicó el Rebe, "ya que Reb Isajar fue mi maestro, y un discípulo/alumno no puede dejar pasar o ceder/perdonar el honor de su propio maestro."
[Reshimat HaDevarim, vol. III, página 89.]