Boruj estaba en problemas. Su hija tenía veinticinco años, pasaba el tiempo cada vez se hacía más grande y no tenía dote para ofrecer a un posible candidato de novio. De hecho, él, como todos los judíos de la zona, apenas tenían para vivir.
Y todo era por culpa del cruel Poritz (terrateniente), que no solo cobraba una renta ridículamente alta, sino que también imponía multas e impuestos extravagantes a los judíos para cubrir su lujoso estilo de vida y sus deudas en los juegos.
Para colmo, un día apareció un Shadjan que se le había ocurrido una muy buena proposición para su hija!!
De hecho, era un buen candidato, ¡pero todo lo que el pobre Boruj tenía para ofrecer eran deudas!
Sin otra alternativa, Boruj partió a pie para ver al gran Tzadik Rebe Elimelej de Lizhensk [uno de los principales discípulos del Maguid de Mezritch, el sucesor de Baal Shem Tov] en busca de ayuda.
Dos días después estaba parado allí ante el Tzadik humildemente, volcando su corazón.
El Rebe escuchó la historia y, sonriendo confiadamente, le dijo que no tenía de qué preocuparse. Luego tomó tres monedas de diez kopek del cajón de su escritorio y las puso sobre la mesa frente a Boruj como diciendo: '¡Aquí está lo que estabas esperando'!
Boruj mira las monedas y casi se larga a llorar. No tenía sentido. Treinta kopeks era casi nada. No había posibilidad de que el Rebe haya entendido mal lo que le contó. ¿Pero treinta kopeks? Una boda con un músico cuesta al menos diez mil kopeks (1000 rublos). ¡¿Qué podría hacer con treinta kopeks?!
Pero, recordándose a sí mismo que el Rebe ciertamente sabe lo que estaba haciendo y esperando que el Rebe no notara su consternación, tomó las monedas como si valieran millones, forzó una sonrisa y un agradecimiento, e hizo todo lo posible para verse agradecido mientras salía de la habitación.
Caminando lentamente camino a casa, no pudo evitar sus pensamientos negativos. ¿Qué le dirá a su esposa e hija? ¿Qué les dirá a sus amigos? ¿Al novio? ¿A la familia del novio? ¿Al Shadjen? Aquí se acabaría todo: ¡nadie puede hacer una boda con treinta kopeks!
Al pasar ya los límites de la ciudad, desilusionado y deprimido, escuchó a alguien gritar "¡Alto! ¡Alto!" a la distancia, detrás de él.
Se volvió y vio a uno de los jasidim del Rebe corriendo tras él agitando los brazos.
'¡Ahá!' pensó para sí mismo. "¡El Rebe me había estado probando! Quería ver cómo reaccionaría. ¡Qué tonto fui por dudar! ¡Seguro que ahora ha enviado todo el resto del dinero!" El jasid llegó, todavía resoplando y agitado cuando comenzó a hablar.
"El Rebe me envió a decirte que quiere que le devuelvas una de las monedas. Me dijo que te dio demasiado."
Boruj estaba demasiado aturdido como para soltar una palabra. Sacó mecánicamente una de las tres monedas de su bolsillo y se la entregó. El jasid se la guardó en el bolsillo y luego, con un enérgico 'Gracias, buen viaje', se apresuró a regresar a la ciudad, dejando al perplejo Boruj solo para reanudar su viaje, diez kopeks más pobre.
Ahora estaba aún más confundido. ¡Y le preocupaba que sus pensamientos negativos lo terminaran volviendo loco! Pero entonces un famoso dicho jasídico apareció en su mente: "Piensa bien y estará bien."
Una hora más tarde, tratando de mantener una actitud positiva, divisó en la calle más adelante un grupo de tres jóvenes rufianes acurrucados alrededor de una pequeña hoguera. "Oh Ohu.." pensó para sí mismo. "Esto significa problemas."
Pero esta vez, en lugar de acobardarse como de costumbre, recordó su resolución y, imaginándose el rostro de su Rebe, se puso derecho, sonriendo.
Cuando estos gentiles lo vieron, se pararon y se acercaron. Uno de ellos levantó una bolsa de cuero. "¡Hey, judío! ¿Quieres comprar un buen bolso?"
Estrechó sus manos, tomó el bolso y echó un vistazo. Era verdaderamente una pieza fina, bien cosida con incrustaciones doradas. Lo abrió para echar un vistazo al forro, y he aquí, ¡había un montón de billetes de grandes denominaciones en moneda alemana! El contó. ¡Había veinte! ¡Una fortuna! Los chicuelos campesinos no debían tener idea de lo que eran, pero él los reconoció.
"Obvio, también puedes llevarte los dibujos." Ellos dijeron. "Danos treinta kopeks y es todo tuyo."
Boruj casi se desmaya! ¿Treinta kopeks? Pues eso es exactamente lo que el Rebe le había dado... ¡al principio! Pero ahora, "¡Oh, no! ¡Todo lo que tengo son veinte!" pensó para sí mismo y comenzó a deprimirse y confundirse de nuevo, como siempre. Pero las dos monedas en su bolsillo le recordaron que debía ser positivo. Permaneció en calma, cerró los ojos y rezó por una idea…. ¡Y de repente la tuvo!"
"Escuchen compañeros. ¿Saben qué?" se oyó decir con confianza: "No tengo suficiente para el bolso. Pero les doy veinte kopeks por las fotitos y los dibujos."
Los chicos se miraron, tratando de ocultar su alegría. ¡Qué tonto! ¿Veinte kopeks por papelitos? ¡Ahora podrían vender el bolso dos veces!
Tomaron las monedas, le estrecharon la mano nuevamente y le permitieron tomar los papeles, mientras se aferraban gustosamente al bolso.
Tan pronto como Boruj estuvo fuera de su vista, sacó los billetes y los contó. Veinte billetes, cada uno con un valor equivalente (en Rusia) a cinco mil kopeks. ¡Era rico más allá de lo imaginable! El matrimonio de su hija estaba a salvo! ¡Que milagro!
Pero cuando llegó a casa, su esposa, aunque llena de alegría, le recordó que no podía tomar el dinero hasta que estuviera seguro de que no tenía dueño.
Entonces, unos días después, regresó a Lizhensk, primero para averiguar si alguien allí sabía a quién pertenecía el bolso y, si no, para darle al Rebe una gran donación e invitarlo a la boda de su hija. Pero antes de llegar a la casa del Rebe sintió que alguien lo miraba. Volteó a mirar y era uno de esos chicos gentiles que le habían vendido los 'dibujos y papelitos', pero ahora estaba vendado y golpeado. Reb Boruch lo saludó y el joven comenzó a contarle.
"Hola de nuevo, judío. Eres el que encontramos con el bolso, ¿vierto? Bueno, no imaginarás lo que pasó. Tan pronto como te fuiste, comenzamos a discutir sobre cómo dividirnos las monedas y el bolso: ya sabes, quién se queda con qué. Bueno, de alguna manera el bolso cayó al fuego y una punta se quemó. Así que lo dejamos allí para que terminara de quemarse. ¿Quién compraría un bolso chamuscado?
"Luego, unos cinco minutos más tarde, un enorme vagón de carroza viene corriendo desde la ciudad, se detiene donde estamos, y sale ese diablo, el Poritz. Estaba gritando de su bolso perdido.
“Bueno, cuando vio los restos ahí en el fuego se puso a insultar y maldecir, y a gritarnos como un loco. ¡Todo por un estúpido bolso! Empezó a golpearnos con su bastón y ordenó a sus sirvientes que hicieran lo mismo. ¡Un demente! ¿Por un bolso asqueroso? ¡Y se supone que es un hombre rico!
"Luego saltó a su carruaje y condujo de regreso por donde vino. Tienes suerte que no compraste el bolso y que él no siguió derecho en tu dirección. Si te hubiera visto, probablemente te hubiera matado, literalmente. Él odia a los judíos. ¡Y si a nosotros casi nos mata!
De repente, Boruj entendió. Si hubiera tenido la tercera moneda de diez kopek para comprar el bolso, el Poritz habría continuado por ese camino, lo habría encontrado con el bolso y tal vez incluso lo habría matado. Ahora, estaba claro que el Poritz perdió toda esperanza de recuperar el dinero, renunciando así a su titularidad. ¡El dinero era suyo!
Los veinte kopeks que el Rebe le dio a Boruj fueron el dinero exacto y suficiente para hacerlo rico y mantenerlo a salvo... y lo que cambiaría para siempre su identidad de Shlemazl.
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