La crisis era severa. Eran los días posteriores a la revolución comunista en Rusia. Se nacionalizó toda la propiedad privada. A los judíos observantes de la Torá y Mitzvot les resultaba sumamente difícil encontrar un medio de vida que no implicara Jilul Shabat. Como consecuencia, muchos llegaron a carecer de lo más elemental, el pan de cada día.
Encima de esto vino otro golpe terrible: el Histalkut (fallecimiento) del Rebe Rashab (Rabi Shalom-Dobver) de Lubavitch, mientras intentaba restaurar la vida jasídica en la ciudad de Rostov (próximo al río Don). El 2 de Nisan falleció el Rebe Rashab, teniendo apenas 60 años.
Rab Yaakov Lando (luego Rabino de Bnei Brak) fue uno de los más grandes discípulos y jasidim del Rebe, y estaba Mekushar (conectado) con él con todo su corazón y alma. El Rebe a su vez le demostraba un cariño especial y se hizo muy cercano. Lo alojó en una habitación especial en su casa, y lo nombró el 'Rab del Jotzer ('patio', de la zona)', y le dirigía las preguntas halájicas que surgían en casa.
El Histalkut del Rebe lo quebró. El mundo se le vino abajo. En la víspera de Rosh Hashaná, cuando se dirigió al Tzion (la tumba y sitio de reposo) de su Rebe, escribió en su Pidion Nefesh que leyó allí que su deseo era tener el mérito de ser enterrado dentro de los cincuenta Amot próximos al Tzion.
Unas horas más tarde, al regresar del Ohel, Rabi Yosef Itzjak, su único hijo y sucesor, le dijo a Rab Lando: "Mi padre me ordenó transmitirte el mensaje que no escribas tonterías."
"¿Qué tontería escribí?", preguntó Rab Lando.
“Eso no lo sé. Tú lo sabes. Solo me ordenaron que te dijera que no escribas tonterías”, fue la respuesta del Rebe Rayatz.
Pasaban los días, y el hambre y la escasez aumentaban. Un invierno crudo y frío y Rab Lando ni siquiera tenía zapatos. Se envolvió los pies con unos harapos gastados para protegerse de la escarcha. Pasaron días enteros sin haber probado un bocado.
En Erev Shabat, cuando ya se tornó totalmente inaguantable la situación, Rabí Landa decidió ir de nuevo al Tzion y ofrecer una Tefilá. Esta vez, decidió en su corazón, no seguiría la modalidad usual, de recitar el 'Maane Lashón', leer los capítulos de Tehilim, etc., al entrar al Tzion. "Hablaré con el Rebe y volcaré mi corazón, como lo hice durante su vida", se dijo cuando entró al Ohel y volcó su corazón allí.
Después de salir del Tzion, el Rab se dirigió a comprar pequeñas jalot para 'lejem mishne' para las comidas de Shabat. En la esquina de la calle se encontró con el Sr. Lifshitz, el hijo del rabino anterior de la ciudad de Rostov. “Tal vez te interese comprar pendientes”, se le acercó Lifshitz con una oferta, luego de notar su pobreza. "Podrás ganar un monto considerable de dinero vendiéndolos." Lifshitz agregó que le presentó las joyas a un experto que había confirmado su naturaleza y calidad.
El rabino Landa, por supuesto, no tenía dinero para comprar los aretes, y le sugirió a Lifshitz que actuara como intermediario y le ofreciera el negocio al rabino Rafalovitz. Si él compra los aretes, el rabino Landa tendría derecho a la tarifa de corretaje. Lifshitz estuvo de acuerdo.
"Desafortunadamente, tampoco tengo dinero para comprar los pendientes", le dijo Rafalovitz. "Pero tengo una idea. Enviaré a mi hijo al Rebe, y tal vez pueda pedir prestado la cantidad necesaria."
"Yo también puedo hacer eso", respondió el rabino Landa, e inmediatamente subió al tranvía y fue a la casa del Rebe. Llamó a la puerta y, después de un rato, el Rebe abrió la puerta. Parecía haberse despertado de su siesta.
El rabino Landa se disculpó por la interrupción. "Vine al Rebe a pedir un préstamo para comprar joyas, de las cuales podría ganar una buena suma", le dijo al Rebe. "Mi situación económica está muy difícil, y tal vez así la mejore un poco."
"Qué puedo hacer", le dijo el Rebe, "tampoco tengo el dinero. Pero, por favor, ve con Reb Zalmen Idel, y tal vez él pueda prestarte." Reb Zalman era un empleado que vivía en la casa del Rebe y asistía a la familia. Rab Landa hizo lo que le aconsejó el Rebe, se acercó a Reb Zalman y, efectivamente, le prestó la cantidad que solicitó.
Con el dinero en mano, Rab Lando regresó con el Sr. Lifshitz, le compró los pendientes y luego fue a lo del jasid Shmuel Gurarie, quien se los compró. De esta transacción, el rabino Landa ganó mil rublos, una buena suma, con los que pudo comprar alimentos, zapatos y otras necesidades esenciales.
En agradecimiento al Rebe, Rab Lando volvió para contarle sobre el éxito del negocio. Lo que escuchó del Rebe lo dejó asombrado.
"Cuando llamaste a la puerta, escuché una voz", le dijo el Rebe. “No sé si escuché la voz en un sueño o despierto. Era la voz de mi padre hablándome, me decía: 'Yankel estuvo conmigo hoy. Está muy amargado, y debemos tratar de ayudarlo.'
“En ese momento entraste a mi casa. Me sentía realmente mal por el hecho de que no tenía nada para ayudarte. Fue entonces que se me ocurrió la idea de sugerirte que le pidas un préstamo al Reb Zalman Idel.
"Bueno, ¡Boruj Hashem que ganaste!", el Rebe terminó sus palabras. Era evidente en su rostro que estaba satisfecho de haber podido cumplir el pedido de su padre, el Rebe Rashab.
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