Por Rab Sholom D. Avtzon
Una vez un rey viajaba en su carruaje real y pasó por un parque, donde se estaban llevando a cabo uno festejos. Por encima del alboroto, escuchó una banda tocando música, y una canción en particular lo cautivó por completo. ¡Nunca había escuchado una música tan maravillosa en toda su vida!
El rey quiso recordar la canción, así que durante todo el viaje se la cantó a sí mismo una y otra vez. Sin embargo, una vez que pasó por los portones del palacio, se encontró con una miríada de problemas y regulaciones que requerían toda su atención, por lo que dejó de tararear la melodía.
Después de ocuparse de sus deberes reales, quiso entonar la canción una vez más y dársela a los músicos reales para que la tocaran. Sin embargo, no podía comenzarla. Lo intentó una y otra vez, pero en vano; simplemente no podía recordarla en absoluto.
Toda esa noche, el rey se devanó los sesos tratando de recordarla. Preguntó a los que lo acompañaron si recordaban la melodía que tarareaba en el camino de regreso, pero ninguno la recordaba.
El rey decidió enviar una carta a la orquesta del parque y pedirles que transcribieran la canción. Confiaba en que recordarían esta canción tan conmovedora y melodiosa.
Poco después, llegó una respuesta. “Su Majestad, tocamos sin notas. No tenemos un guión...”, decía. “Una canción sigue a la otra. Tocamos de manera improvisada, la melodía que se nos ocurra. Sin embargo, si Su Majestad lo desea, podemos ir al palacio y tocar nuestro repertorio de melodías para usted”.
El rey estaba decepcionado porque no sabían a qué melodía se refería, pero estaba seguro de que pronto volvería a escuchar la canción. Sin más preámbulos, envió algunos carruajes para traer a los músicos al palacio. Tan pronto como llegaron, instalaron sus instrumentos y comenzaron a tocar, el rey escuchando atentamente cada canción.
Sin embargo, cada canción evocaba una misma respuesta: “No, no era esa.” A veces incluso los felicitaba, diciendo que cierta canción era muy agradable, pero siempre llegaba a la conclusión de que ni se parecía a la que estaba buscando.
Pasó un día, dos días y luego tres. La frustración del rey se hacía cada vez más evidente. Después de una semana de tocar prácticamente sin parar, el músico principal dijo: “Su Majestad, tocamos todas nuestras canciones para usted. ¡Ya no sabemos qué tocar!”.
El rey estaba profundamente decepcionado, pero les agradeció sus incansables esfuerzos y los envió de regreso. A partir de entonces, cada vez que pasaba junto a una orquesta, se detenía para ver si estaban tocando aquella melodía tan difícil de conseguir .
Este Mashal lo contó el famoso josid Reb Shmuel Betzalel (el Rashbatz), quien se desempeñó como tutor privado del [Rebe] Rashab y del [Rebe] Rayatz en su juventud. Luego explicaba el Mashal de la siguiente manera:
El rey es la Neshamá. Antes de que descienda a este mundo, estaba próxima al Trono de gloria de Hashem y obtenía un gozo y dicha increíbles. La Neshamá rememora este maravilloso sentimiento durante los nueve meses de embarazo mientras su cuerpo se va desarrollando, pero una vez que nace y se enfrenta a las distracciones de este mundo, olvida la melodía. Sin embargo, sí recuerda que una vez sintió un sentimiento tan hermoso, y a lo largo de su vida busca y se esfuerza por encontrarlo una vez más.
Esta es la razón por la que encontramos proporcionalmente más judíos involucrados en nuevas religiones, tendencias y modas, etc., mientras en realidad están intentando encontrar aquel goce tan escurridizo. Pero si te detienes por un momento, te darás cuenta de que la dicha que estás buscando es la gloria de Hashem.
Sí, la gloria de Hashem se puede encontrar en todos los aspectos de la creación, ya sea medicina, ciencia, astronomía o física. Cada aspecto de la naturaleza proclama Ma rabu maaseja Hashem y ma gadlu maaseja Hashem, 'Cuán numerosas son Tus creaciones y cuán grandiosas son Tus acciones'. Sin embargo, incluso después de comprender la grandeza de Hashem tal como se encuentra dentro de estos conceptos, el alma exclama: “¡Todo esto es muy agradable y hermoso, pero ni se acerca a la realidad! (a 'la posta')”.
¿Cuál esa cosa real? ¡Conectarse con Hashem Mismo! A través de Limud Hajassidut, uno puede aprender a (y) apreciar a Hashem Mismo, no solo Su habilidad para crear este mundo. ¡Estudia Jasidut y verás cómo la sed de tu alma se sentirá realmente saciada!
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