Durante la década de 1940, el Rebe Anterior, Rabi Yosef Itzjak Schneersohn, de bendita memoria, enviaba periódicamente emisarios a visitar las comunidades judías por todo Estados Unidos, con el objetivo de hacerles llegar la alegría y la calidez que brinda el judaísmo a todo aquel con quien se encontrasen.
Una misión particular le fue encomendada a Reb Shmuel Levitin, una ilustre figura rabínica, que anteriormente había servido en la ciudad lituana de Rakshik. Debía viajar de Nueva York a Chicago (donde yo vivía en aquel entonces), para pasar unos días con la comunidad judía, inspirándolos como solo él podía hacerlo.
Durante su visita, en medio de conferencias y Farbrenguens, Reb Shmuel le pidió al rabino Perlstein, el rabino de la sinagoga Tzemaj Tzedek, concertar una cita con el Sr. Charles (Yejezkel) Lissner, un destacado empresario y miembro de su congregación, a quien el Rebe le había dado instrucciones específicas que le dé una visita. El Rebe le había explicado que el antepasado del Sr. Lissner, Arke de Liozna, había sido un devoto jasid del primer Rebe de Jabad, pero cuando el Sr. Lissner llegó a los Estados Unidos de niño, se fue "americanizando" un poco. El Rebe, por lo tanto, deseaba que Reb Shmuel lo visitara, con la esperanza de que la visita de semejante Josid, y la inspiración jasídica, le brindaran un despertar espiritual más que necesario.
Aunque no fue fácil concertar una cita, se confirmó una reunión en la oficina central del Sr. Lissner. Reb Shmuel se dirigió allí, junto con el rabino Perlstein y varios otros rabinos locales. Yo también estaba entre la delegación.
El Sr. Lissner nos recibió con sincera calidez y, durante el transcurso de la conversación íntima y animada que siguió, Reb Shmuel recordó su relación personal con el abuelo del Sr. Lissner. El Sr. Lissner también habló con nostalgia sobre los hogares de sus padres y abuelos, donde las costumbres y prácticas jasídicas habían sido parte de la vida diaria, y donde el Shabat y las festividades eran ocasiones verdaderamente alegres.
Cuando la reunión llegó a su fin, Reb Shmuel se levantó para irse, momento en el cual el Sr. Lissner sacó su chequera y preguntó a quién debía hacer su cheque pagadero.
“Mi querido amigo”, le dijo el emisario, “no vine a solicitarle una contribución financiera y confío en que no se ofenderá si me niego a aceptar su dinero.”
Esto lo dejó desconcertado al Sr. Lissner. “¡Seguramente un venerable emisario del Lubavitcher Rebe no vino desde Nueva York para hacerme una visita 'de sociales', o simplemente para tomar una bebida fría en mi casa!” comentó.
“Déjeme explicárselo”, intervino el rabino Perlstein. “Seguramente sabe usted que un Sefer Torá se escribe siguiendo reglas muy estrictas y detalladas, por un Sofer, con una pluma y un tipo específico de tinta negra en un tipo particular de pergamino. A veces sucede, particularmente cuando el rollo de Torá no se usa durante un largo período de tiempo, que una letra se borra y la Torá ya no es Kasher. Cada comunidad solía emplear un verificador de Sifrei Torá, cuya función era revisar regularmente la Torá. Si encontraba una letra faltante o descolorida, la llenaba con su pluma y tinta, haciendo que la Torá fuera kosher nuevamente.
El rabino continuó: “El Rebe nos ha enseñado que cada judío es un Sefer Torá, repleto de letras y palabras, que el judío escribe y expresa en su conducta diaria, al cuidar el Shabat, el Kashrut, la pureza familiar judía y criando a los niños con un estilo de vida de Torá y Mitzvot. Ocasionalmente, una de estas 'letras' se borra o se descolora, por lo que el Rebe nos envía (como sus 'examinadores') para refrescar aquellas letras descoloridas y asegurarse de que cada uno de nosotros sea un Sefer Torá perfectamente Kasher."
Cuando se despidió de los rabinos, era evidente que el Sr. Lissner estaba profundamente conmovido.
Cuando Reb Shmuel regresó a Nueva York, le dio al Rebe un informe completo de su viaje a Chicago, incluyendo la visita al Sr. Lissner.
El Rebe hizo silencio por un momento y luego señaló: “De hecho, es una explicación interesante, pero estrictamente hablando, la analogía no es correcta (ni cierta) en todos los aspectos. Es cierto que un judío es un Sefer Torá. Sin embargo, existen dos modos de escritura. Existe el método de escribir con pluma y tinta, y existe el método de grabado. Los Diez Mandamientos fueron grabados en piedra.
¿Cuál es la diferencia entre estos dos métodos?
Escribir con pluma o lapicera implica aplicar tinta al papel o pergamino. La tinta y el pergamino son entidades separadas, hábilmente fusionadas por el escritor. Sin embargo, debido a que son entidades separadas, es posible que la tinta se desvanezca o se borre. Por otro lado, el grabado consiste en formar letras y palabras dentro de la misma piedra. Nada se superpone al material; el material y las letras son uno y el mismo. Tales letras no pueden borrarse, ni se pueden descolorar. Mientras exista el material, las letras están ahí. Aunque una decoloración o borrado no puede ocurrir, existe la posibilidad de que se acumule polvo y suciedad y cubra las letras grabadas. Si esto sucediera, todo lo que se necesita es limpiar ese polvo y la suciedad, y las letras volverán a revelarse con su nitidez original."
“Un judío es un Sefer Torá, pero no uno escrito”, concluyó el Rebe. “Más bien, como los Diez Mandamientos, la escritura está grabada. No tienes que 'reescribir' a un yehudi; todo lo que tienes que hacer es ayudarlo a quitar el polvo y la suciedad de sus influencias del entorno que han cubierto temporal y superficialmente su verdadero ser, der pintele Id [la chispa judía grabada en cada alma]. Por eso el corazón siempre está despierto; siempre receptivo.”
Adaptado de un relato de Rab Yosef Wineberg, impreso en "Di Yiddishe Heim."