A lo largo de los años, Reb Yoel Kahan A"H tuvo el mérito de presenciar varios ejemplos de la intervención divina del Rebe. Aquí uno de ellos:
"Hay otra historia que recuerdo bien. Tuvo lugar unos meses después del fallecimiento del Rebe Rayatz, el verano de 1950, pero antes de que el Ramash aceptara formalmente el liderazgo de Jabad.
Había un judío no-religioso, muy distante de la observancia de la Torá, que vivía en Williamsburg. Se encontró en un serio problema: su hija, cayó gravemente enferma y había sido trasladada de urgencia al hospital. La esposa de este hombre, que tenía parientes lejanos jasidim, le dijo: "Existe lo que se llama un Tzadik, un hombre santo, que puede dar bendiciones, y sus bendiciones se cumplen".
Ella presionó a su esposo, “Tal vez deberías ir a un Tzadik y pedirle una bendición. ¡Quizás ayude!"
El hombre, con su limitada comprensión, equiparaba al Tzadik con algún tipo de mago. Sin embargo, viajó a varios Rebe jasídicos, varios de ellos sobrevivientes del Holocausto que ahora vivían en Nueva York, y les ofreció diez mil dólares, una enorme suma en ese entonces, si prometían claramente que su hija se recuperaría. Estos Rebes, aunque impresionados por la suma, vacilaban en hacer semejante promesa.
Desesperado, en un Motzei Shabat, el hombre llegó a 770 Eastern Parkway, la sede central de Jabad. En el interior, la congregación estaba finalizando la Tefilá de Arvit y despedida a la Reina Shabat.
El hombre quiso entrar de inmediato, pero alguien le sujetó la manga. “Primero debe hablar con el secretario”, dijo el extraño, señalando a Reb Jaim Mordejai Aizik Hodakov.
El hombre habló con el secretario quien, después de escuchar el mensaje urgente, prometió acercarse al Rebe después de Havdalá y preguntarle si era posible dejar ingresar al hombre para hablar con el Rebe en ese mismo momento.
Inmediatamente después de Havdalá, el rabino Hodakov se acercó al Rebe, que había entrado en su oficina. Cuando el secretario volvió a salir, le dijo al hombre: “No puede entrar ahora. Deberás venir mañana por la mañana."
Los ojos del hombre se llenaron de lágrimas. “¿Qué quieres decir con esperar hasta mañana? ¡Mi hija está gravemente enferma! Mañana por la mañana todo puede haberse terminado, ¡Di-s libre!
Pero el rabino Hodakov le respondió: “De cualquier forma: si crees en el Rebe, puedes confiar en lo que dice. Si no crees... entonces, ¿qué estás haciendo aquí?"
Por la mañana, el hombre llamó al hospital y pidió hablar con los médicos.
Uno de ellos tomó el teléfono. "¡Ha ocurrido algo inusual!"
"¿Qué es?"
“Normalmente, este tipo de enfermedad no permanece estática. O las cosas empeoran o mejoran. Pero en el caso de su hija.. ya han pasado más de doce horas y su estado sigue siendo exactamente el mismo."
El padre hizo un cálculo rápido. ¡Fue precisamente desde el momento en que había estado en 770!
Se apresuró a 770. El Rebe entonces le dijo: “Del Shamaim lo están esperando a ud., señor. Todo depende de usted."
"Si desea que su hija se recupere, debe asumir tres cosas: Shabat, Tefilín y Kashrut."
El hombre tartamudeó: "No creo que sea posible. Es mucho para aceptar." Luego comentó en una voz más baja: "¿Puedo ofrecer más dinero a cambio?"
El Rebe negó firmemente con la cabeza. “Esto no es una negociación conmigo. Simplemente te estoy diciendo la realidad."
Finalmente, el hombre accedió. Sin embargo, dijo: "No sé ni cómo ponerme los Tefilín."
El Rebe sonrió. "Los estudiantes de la Yeshivá te mostrarán."
Efectivamente, el hombre llegaba todos los días a 770, donde Berel Yunik le ponía los tefilín hasta que aprendió a hacerlo solo. Mientras tanto, ¡el Rebe advirtió a toda la administración de Jabad que no recibieran ni un dólar de este hombre! No quería que el hombre relacione la recuperación de su hija con dinero, sino más bien como resultado de las tres cosas que el padre había aceptado sobre sí mismo.
En otoño, para Shabat Vaigash, el hombre organizó un Kidush en 770 como Seudá de Agradecimiento en honor a la recuperación de su hija. El Rebe participó.
El nombre hebreo de esta persona era Yehuda Leib, y recuerdo que el Rebe se volvió hacia él al comienzo del farbrenguen y recitó el primer versículo de la Parshá de la Torá, "Vaigash eilav Yehuda! - Y Yehuda se acercó a él".
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