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jueves, 15 de julio de 2021

Maise: Examen de admisión a la Yeshivá

El momento tan ansiado había llegado. El joven muchacho de catorce años estaba sentado frente al Rosh Yeshiva, Rab Shimon-Yehuda Shkop, y esperaba con entusiasmo el examen de admisión a la Yeshivá. Sus padres habían decidido enviarlo a estudiar a la Yeshivá Shaar HaTorá, en la ciudad de Grodno (Hordana) en Bielorrusia. Rab Shkop, conocido en el mundo de la Torá como 'Reb Shimen', había sido designado para dirigirla por Reb Jaim-Oizer Grodzinsky, y se desempeñó en este puesto durante veinte años.

No era nada fácil ser admitido en esta Yeshivá. El joven se había preparado muy bien para el examen de ingreso. Había repasado una y otra vez las páginas de Guemará sobre las que sería examinado, y ya podía repetirlas de memoria, con los comentarios de Rashi y Tosafot.

Su familia era tan pobre que no pudieron comprarle un boleto de tren. Se decidió que el niño emprenda el viaje a pie, un trayecto que le tomaría una semana o dos.

Sus padres lo equiparon con algo de comida y le dijeron que cuando se acabara la comida que tenía, que pida ayuda de los judíos con los que se encontrara en el camino. Lo colmaron de cálidos saludos y Brajot y se despidieron de él con lágrimas.

El joven emprendió viaje. Durante el día caminaba y las noches las pasaba en las aldeas que se encontraban a su camino. A falta de dinero, ni se le pasaba por la cabeza (no era una opción) alojarse en alguna posada. Pasaba las noches en los bancos de los Shuls (de los difs. pueblos). Una noche en la que no pudo encontrar un lugar donde quedarse, tuvo que dormir en el suelo frío de algún rincón.

La comida que tenía consigo se acabó en un par de días, e hizo lo que le aconsejaron sus padres, dirigiéndose a amables judíos. Ellos lo ayudaron lo mejor que podían y le daban una hogaza de pan o una fruta, con la cual calmaba su hambre.

En el largo camino, el joven pasó por muchas dificultades. También experiencias peligrosas y riesgosas. Su corazón estaba lleno de preocupaciones: ¿y si se pierde en el camino? ¿Conseguiría comida? ¿Y tal vez fallaría en el examen, por lo que se vería obligado a hacer el riesgoso y agotador camino nuevamente, y además avergonzado?

Calmó sus temores repitiendo las páginas de Guemará que había preparado. El joven memorizaba las páginas de la Guemará una y otra vez, y las letras que emergían ante sus ojos le dieron algo de confianza y aliento.

Finalmente, luego de muchas dificultades, llegó a la ciudad de Grodno y se dirigió a la Yeshivá. Estaba cansado, exhausto y hambriento, pero las páginas de Guemará que había preparado para la prueba estaban bellamente ordenadas en su mente.

Los estudiantes de la Yeshivá, que vieron al enflaquecido y pálido muchacho, lo dirigieron a la oficina del Rosh Yeshivá. El niño descubrió que la 'oficina' no era más que la cocina de una casa...

El Rosh Yeshivá recibió amablemente al joven y lo invitó a sentarse. Le preguntó su nombre y se interesó por su ciudad natal, luego (de analizarlo) le dijo: "Quiero hacerte sólo dos preguntas."

El niño repasó en su cabeza los puntos principales que había aprendido, como preparación final para la fatídica prueba que determinaría su futuro.

"Primera pregunta", comenzó el Rosh Yeshiva - "¿Cuándo fue la última vez que comiste una comida caliente?"

El chico estaba asombrado. Al principio estaba confundido, pero parecía ser efectivamente esta la pregunta del Rosh Yeshiva. Trató de dar una respuesta exacta, y para ello fue necesario evocar su memoria, ya que durante mucho tiempo no había probado ninguna comida caliente.

Luego de reflexionar por un momento, respondió que hacía unas tres semanas había comido por última vez una comida cocinada.

El Rosh Yeshivá escuchó la respuesta del joven, se levantó y le dijo: "Mira, yo no tengo facultades para la cocina como mi señora, pero ella está de viaje ahora. Tendrás que conformarte con lo que yo sé..."

Sin demora el Rosh Yeshivá comenzó a prepararle y cocinar una comida caliente para el joven de catorce años...

El chico estaba asombrado. ¡Nunca había visto a su padre cocinar, y aquí el Rosh Yeshiva en persona está parado cocinándole algo a él!

Cuando el Rosh Yeshivá terminó de cocinar, le sirvió al niño un abundante plato. El hambriento Bajur se lo comió ágilmente y el Rosh Yeshivá volvió a llenarle el plato, hasta que el niño quedó satisfecho.

Cuando terminó de recitar el Birkat Hamazón, el Rosh Yeshivá se volvió hacia él y le dijo: "Ahora te haré mi segunda pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que dormiste en una cama?"

El niño nuevamente se asombró ante la pregunta y no podía creer el trato paternal que estaba recibiendo del Rosh Yeshivá. Tampoco sabía la respuesta exacta a esta pregunta, pero murmuró algo, de lo cual se podía inferir que durante varias semanas no había apoyado la cabeza en una almohada.

El Rosh Yeshivá se volvió hacia una de las habitaciones, ordenó la cama que estaba allí y le pidió al niño que se recostara a descansar. Cubrió al joven con una frazada y salió de la habitación. El niño exhausto se durmió de inmediato y solo se despertó por la mañana. Cuando miró a su alrededor, se dio cuenta que había estado durmiendo en la cama del Rosh Yeshivá.

No fue llamado para otra prueba. ¡Ese fue su examen de ingreso a la Yeshivá!

El joven tuvo éxito en la Yeshivá, padeció los horrores del Holocausto, logró sobrevivir y llegar a los Estados Unidos. Él comentó mas tarde: "Toda mi familia pereció en la fatídica Shoá. Experimenté muchas dificultades en el transcurso de mi vida. Lo que me mantuvo judío durante todos esos años tan difíciles fueron las dos preguntas que me hizo Reb Shimen en aquella 'prueba de admisión' para entrar a la Yeshivá."

(Sijat Hashabua N° 1783, de 'Hilula Kadisha')

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