Esta anécdota fue enviada por un lector, exclusivo para JasidiNews, para compartirla con el público.
Le agradecemos muchísimo y le deseamos que el compartir esta emocionante historia, (y los efectos positivos que produzca,) le traigan a él y su familia todo lo bueno (salud, hijos y sustento en amplitud), material y espiritualmente.
***Mi nombre es Iosi R. Quería compartirles una linda anécdota que me sucedió el año pasado. Hace exactamente un año, en Rosh Hashaná.
Soy argentino. Hace unos tres años que resido en Israel. No soy religioso pero si tradicionalista. Me casé aquí hace casi un año. Respecto a la familia de mi esposa (y su enfoque de lo religioso), no ven con ojos simpáticos al mundo religioso en sus vidas, para decirlo de alguna manera.
Era Rosh Hashaná del año pasado (2018). La noche de Rosh hashaná lo pasé de mi suegra. En la mesa comenté que tengo mi Shofar; que sé tocar muy bien, contando que en el pasado había incluso sido baal tokea en cierta oportunidad en algún Beit Hakneset para Rosh Hashaná.
Mi suegra y su familia, todos los años, se juntan para el almuerzo de Rosh Hashaná en la casa de unos consuegros suyos. Y al comentarle aquella noche de Rosh Hashaná que yo tocaba el Shofar, ofrecí tocar el shofar al día siguiente en la casa de sus consuegros. Mi cuñada y mi suegra me negaron con la cabeza, y me dijeron que no querían 'cosas religiosas' en la casa de su familia; que ellos tampoco 'cumplen nada' y que lo pueden tomar mal.
Yo me crié en Jabad y, si bien hoy no soy religioso, la fuerza y el ímpetu del Rebe es algo que sigue y se mantiene en cada uno de nosotros. Es como una fuerza de la cual no te podés desarraigar del todo de él. Estés donde estés. Hagas lo que hagas. El Rebe siempre está.
Al otro día y desobedeciendo los rotundos NO, tanto de mi suegra como de mi cuñada, decidí llevar conmigo el Shofar para la ocasión. Llegamos a la casa de los consuegros de mi suegra. Habían varias mesas largas separadas y unas 40 personas entre niños y adultos.
Cuando todos ya tomaron asiento y reinaba el silencio, el dueño de casa tiene la costumbre de decir unas palabras lindas y dar comienzo al almuerzo. Ahí es donde tomé coraje, me paré y me vi diciéndole al dueño de casa, (bajo la fría y penetrante mirada de mi suegra hacia mi...) muy despacito y casi susurrándole al oido: "Tengo conmigo el Shofar. ¿Podría, este, este…to-tocarlo para todos?
(Téngase en cuenta que todas esas cuarenta persona presentes, ninguno asiste al Shil ni escucha el Shofar en Rosh Hashaná. Para la gran mayoría, era la primera vez que oirían el sonido del Shofar en sus vidas.)
El dueño de casa se me queda mirando por unos instantes, luego me sonríe. Dice unas lindas palabras acerca de Rosh Hashaná y el encuentro familiar y luego me presenta ante todos. Con alegría le hice decir las Berajot y le pedi a Di-s y al Rebe que me iluminaran y pudiera tocar con toda la kavaná y corazón del mundo. Como quien dice 'dejé todo en la cancha". Debo destacar que reinó un profundo silencio durante todo el momento que duró el toque del Shofar. Hasta los bebés no emitieron sonido alguno. Todos escuchando con fervor y entusiasmo. Fue un momento tan especial y tan lindo que el dueño de casa me felicitó y me dijo, delante de todos:
"DECLARO QUE DE AQUÍ EN ADELANTE, TODOS LOS AÑOS IOSI VIENE A TOCARNOS EL SHOFAR, TODOS LOS ROSH HASHANÁ!"
Como mencioné, había bastante gente presente y las mesas bien distribuidas. A mí me tocó sentarme, a mi costado derecho junto a mi esposa, y a mi lado izquierdo una mujer que no conocía, una mujer joven con su marido a su lado. La ubicación fue mera casualidad, nos tocó sentarnos en esa mesa especifica ya que fuimos de los últimos en llegar y no había un lugar especifico para sentarse. Me dispongo, por lo tanto, a volver a mi lugar luego de haber tocado el Shofar. Veo a la joven sentada a mi lado izquierdo, con sus ojos llenos de lágrimas; y sus palabras fueron las siguientes:
"Mi marido no es judío y yo tengo muy lindos recuerdos de pequeña, de mi padre llevándome al Templo para hacerme escuchar el Shofar. Hoy en día estoy casada y en mi casa no practicamos absolutamente nada de judaísmo. Pero anoche, le comenté a mi marido que para hoy, durante el día de Rosh Hashana sentía un deseo muy fuerte, quería mucho ir a escuchar el Shofar a algún Beit HaKneset. Mi marido no es judío así que se negó rotundamente. Ayer a la noche me fui a la cama llorando y pidiéndole a Di-s poder escuchar el Shofar al día siguiente. Yo no pensaba venir aquí hoy pero decidimos hacerlo ya que mi tía, que está aquí, nos convenció a último momento. ¡Y aquí apareciste! Di-s escuchó mi pedido, mi Tefilá, y pude escuchar el tan ansiado Shofar en Rosh Hashaná, se me puso la piel de gallina, estoy toda sobresaltada (temblando), pero totalmente emocionada y agradecida."
Al escuchar sus palabras yo también me quebré por completo, todo emocionado y conmovido. Dos Neshamot que no se conocen, en un Moshab distante por allí en Eretz Israel, con lágrimas de emoción mutuas y recíprocas, por lo que nos une: Nuestra Tradición, nuestras Mitzvot.
Este año (2019), a una semana de Rosh Hashaná, viene mi suegra y me pregunta: "¿Donde está tu Shofar? Mira que tenés que tocarlo para toda mi familia en el almuerzo de Rosh Hashaná! No paran de mandarme mensajes que tu yerno tiene que venir si o si a tocarnos el Shofar a todos!
Le sonrío con gratitud y le digo: "Por supuesto, siempre listos!!"
***
Varias moralejas y mensajes inspiradores se pueden rescatar de esta anécdota reciente.
Pero un punto a tener en cuenta: todos y cada uno de nosotros somos, y podemos serlo, representantes de Di-s, cuando de Arriba disponen nuestros pasos y nos hacen llegar a diversas situaciones, lugares donde podemos generar allí una influencia, una ayuda, un acto de bien hacia los demás. Repercutir. Para bien. Para eso estamos allí.
Eso mismo nos despierta y nos reconforta, nosotros mismos salimos inspirados y renovados. Es gratificante.
Un Shaná Tobá Umetuká. Bueno y dulce. Bueno, al ayudar en el momento y lugar justo. Dulce, porque ese acto de bien, esa Mitzvá, genera una tremenda dulzura que se puede percibir de forma palpable.
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