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En una festividad de Purim a principios de la década de 1980, Schwartz trabajaba como rabino en un campus universitario en la Universidad de California. Hacía todo el esfuerzo para que los estudiantes escuchen la Meguila, pero nadie accedía a escuchar. Finalmente, un profesor judío aceptó; el profesor se imaginó que esto tomaría uno o dos minutos, pero Schwartz comenzó a desenrollar un gran pergamino adonde comienza la lectura de la Meguila. El profesor le pregunta: ¿Cuánto tiempo tomará? El rabino respondió: 15-20 minutos. El profesor dijo que estaba apurado, por irse a su casa en la ciudad de Irvine y no podía escuchar la lectura de Meguila.
Sin pensarlo dos veces, Schwartz le dijo: "¿Irvine? Yo también tengo que llegar allí. ¿Podría llevarme?"
El profesor dijo que sí, y Schwartz se subió al auto. La ciudad de Irvine está a las afueras de Los Ángeles, aproximadamente a una hora en auto. Mientras conducían, Schwartz le dijo al profesor: "Mire, tenemos un largo camino por delante y es una pena no aprovecharlo. Sugiero que mientras tanto le leo la Meguila y la escuchará mientras conduce." El profesor estuvo de acuerdo.
Cuando llegaron a Irvine, el profesor le preguntó: ¿A dónde necesitas ir? Schwartz respondió: A la estación de colectivos. El profesor entonces se dio cuenta de que Schwartz no necesitaba llegar a esta ciudad (ni hacer dedo o aprovechar un viaje), sino que simplemente se subió al auto para leerle la Meguilá durante el viaje. Ahora el rabino quería ir va a la parada del autobús para tomarse un autobús todo de regreso a Los Ángeles.
A primera vista, esta historia parece haber terminado, y uno puede ver esta historia como algo extraño, considerar una pérdida de tiempo por parte del rabino, irse en viaje en un auto y leerle la Meguilá a alguien que no le interesaba. ¿Para qué todo ese paseo?
Habían pasado unos treinta años desde aquel incidente de la lectura de la Meguilá en el automóvil. Nadie sabía lo que había pasado. Schwartz ya ha fallecido.
Mi hermano, el rabino Moishe estaba en Nueva York y conoce a un estudiante de la yeshiva, un joven jasid.
El joven le pregunta al rabino Moishe: ¿Eres el hijo del rabino Shlomo Schwartz? Moishe responde que sí. Entonces el joven le dice: escucha una historia. Crecí en una familia asimilada. En cierto momento, decidí hacer Teshuva, y quería ir a una yeshiva. Mis padres se asustaron. Su sueño era que vaya a la universidad, y estudiar en una yeshiva parecía una pesadilla para ellos. Un feroz conflicto se desarrolló entre mis padres y yo. Los padres sugirieron que tengamos una "intervención familiar", a la que también invitemos a mis abuelos a discutir este dilema. El abuelo era un profesor respetable, y mis padres estaban seguros de que él apoyaría su perspectiva.
Y luego, cuando el abuelo se enteró de la discusión, preguntó: ¿A qué Yeshiva quieres ir?
Y le respondió: "una yeshiva jasídica."
Sorprendentemente, el abuelo dijo: "Bueno, eso está bien. Ve allí."
Los padres estaban shockeados. ¿Qué le pasó al abuelo que apoyaba semejante movimiento?
El abuelo se abrió y contó la anécdota con el rabino Shlomo Schwartz. Él era el profesor que conducía el automóvil y escuchó la lectura de la Meguilá. El abuelo concluyó: "Si esa Yeshiva educa para tales valores, con semejante devoción hacia otras personas, hasta el punto de dedicar horas para que otra persona tenga una mitzvá, estoy feliz de que mi nieto vaya a estudiar a un lugar como ese. "
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