lunes, 16 de julio de 2018

5 Menajem Av: el Arizal

El Tzion del Ari Za"l, en el Cementerio de Tzfat, junto a R' Shlomo Alkabetz, R' Moshe Kordobero (el Rama"k) y "Hamabit"R' Yosef miTurnei


El Ari Hakadosh, Rabi Itzjak Luria, de los más grandes Jajamim de la Kabala, de la cual Jasidut Jabad constituye una continuación directa de sus enseñanzas, al seguir su Shitá (filosofía), adaptándola y haciéndola comprensible a todo Yehudi, mediante Torat haJasidut.



Un Maise: 

¿Qué vio el AriZal?


El grupo se dirigía silenciosamente desde la ciudad de Tzfat hasta la tumba del profeta Oshea Ben-Bari. Estos eran el Ari y sus discípulos. Solían estudiar entre las montañas, y de vez en cuando el AriZal invitaba a los miembros del grupo a visitar y postrarse ante las tumbas de los Tzadikim dispersos por la zona. Ellos ya sabían que mediante esa postración uno puede conectarse con el alma del tzadik y obtener secretos supremos en Torá.

El AriZal estaba parado junto a la tumba del Profeta rezando una Tefilá larga y tranquila, rodeado de sus discípulos. Luego se sentaron y escucharon sus palabras de sabiduría, palabras de Torá y Cábala más allá del entendimiento humano.

De repente, los estudiantes notaron que la cara de su Rab había cambiado. Su alegría corriente dio paso a una expresión tensa y ansiosa. Por un momento el Arizal estuvo pensativo, y luego se volvió hacia sus estudiantes: "Me informaron ahora que se impuso un severo decreto (Guezerá) sobre los habitantes de Tzfat. Una plaga de langostas está llegando que se comerán toda la hierba de la tierra y consumirán todo fruto del árbol, hasta no dejar nada de alimento por toda la zona".

Los estudiantes estaban muy asustados y preguntaron: "Rabenu, ¿a qué se debe un castigo tan severo?






El Arizal respondió: "Todo esto vino a nosotros debido a un judío, el rab Yaakov Altrin. Un hombre muy pobre que perdió su medio de sustento, y vino con quejas y demanda hacia Hakadosh Baruj Hu  debido a su situación. Cuando vieron en el Cielo que nadie de los habitantes de Tzfat, vino en su ayuda, surgió el decreto".

"Pero, Rabi", exclamaron los estudiantes, "tal vez podamos hacer algo y salvar a toda una comunidad de la calamidad. ¿Qué debemos hacer?".

El Ari ordenó a cada uno de sus alumnos que ofrezcan una cierta cantidad como donación, y se juntó una considerable suma. El Arizal llamó a su alumno Reb Itzjak HaKohen, le dio el montón de dinero y le indicó dirigirse a la casa de aquel pobre hombre y darle el bulto con el dinero.

Rabi Itzjak salió y buscó en las afueras de la ciudad hasta que encontró la casa del hombre. La casa desde el exterior se veía realmente desamparada. El estudiante tocó a la puerta y no respondieron. Solo voces de amargura y llanto provenían del interior de la casa. El estudiante abrió con fuerza la puerta él mismo, y allí vio a R. Yaakov Altrin sentado en el centro de la casa, rodeado de su familia, como hablando hacia el Shamaim y llorando...

La sorprendente aparición del estudiante del Ari silenció los llantos de Rabí Yaakov. Miró con desconcierto al invitado, como preguntándole: '¿Qué quieres?". Reb Itzjak le dijo que era un discípulo del Ari, y ahora mismo había escuchado de su maestro que R' Yaakov estaba en problemas y había que ayudarlo. "¿Qué te pasó y por qué lloras?", le preguntó Reb Itzjak.

Reb Yaakov volcó su amargado corazón ante el invitado. Le contó de su sustento todos los días para traer pan a su casa. Tenía un balde enorme de cerámica, que contenía agua para repartir entre los patios vecinos del área. De lo poco que ganaba, lograba mantener a su familia. Ahora se le había quebrado el balde y con eso su medio de sustento. Sin un balde, no sale a trabajar y no tiene nada lo qué alimentar a sus hijos.

"En mi angustia, me volví hacia Di-s", añadió el simple judío, "y argumenté: ¿Es esto lo que merezco? Acaso nos fue decretado hambruna, no lo permita el cielo, sobre mí y mi familia? ¿Acaso soy más malvado que el mundo entero? ¿Acaso alimenta a todo el mundo entero con gracia y misericordia, y por qué se llevó mi fuente de ingresos?!

El estudiante se sorprendió al ver cuán ciertas eran las palabras del Ari. Sacó su bolsa de dinero recaudado por los estudiantes, se dirigió al judío y le dijo:. "Oiga Reb Yaakov, Hashem oyó su ruego, desde ahora no vivirá escasez. Nosotros, los residentes de Tzfat, lo mantendremos y apoyaremos a usted y a su familia, en lo que sea necesario ".

La cara del hombre se iluminó y él estaba fuera de sí de la alegría. Miraba a su familia feliz y a las monedas delante suyo, y no cesaba de agradecer a Hashem y expresar su agradecimiento al invitado que llegó en el momento tan preciso para salvar a su familia del hambre.

Reb Itzjak, sin embargo, no prestó atención al agradecimiento. Su rostro se puso serio, y se volvió hacia el Yehudi con un tono de reproche: "¿Usted sabe que por culpa suya casi recae sobre todos los habitantes de Tzfat una calamidad, peligro de extinción y hambre? Cuando se dirigió con quejas hacia Di-s, vieron desde el cielo que no hay nadie que ayude de entre sus hermanos y vecinos, y fue promulgado el decreto - si no fuera por Rabenu Hakadosh, quien escuchó esto y gracias a él todos los habitantes de la ciudad se salvaron..."

El hombre lamentó mucho lo que dijo en su dolor, y prometió que en el futuro pondría su fe en Di-s y no se quejaría más. Se despidió rab Itzjak con emoción y regresó con sus colegas para contarles la historia de Reb Yaakov.

Le preguntaron al Arizal si el decreto había sido anulado. Respondió que, efectivamente, el dinero dado para Tzedaká provocó la anulación del decreto sobre los residentes de Tzfat.

Un momento después, una nube de langostas asomó sobre las montañas de Tzfat. Un temor y sobresalto cayó sobre todos. Los estudiantes se volvieron hacia su Rab y le preguntaron si, Di-s libre, el decreto no había sido anulado. El rostro del Ari estaba brillante y sereno, y no parecía preocupado  en absoluto. "Continúen ocupándose en el estudio de Torá, hijos míos," dijo, "y sus preocupaciones pasarán."

Unos momentos más tarde, apareció un fuerte viento y empujó la nube de langostas hacia el mar, hasta no quedar ni una.

La historia fue difundida e hizo olas, y todos supieron que gracias a la visión sagrada del Arizal, toda la región se salvó de la plaga de langostas.

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Para ver otra historia con el Arizal, publicada en JasidiNews, aquí

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