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miércoles, 13 de junio de 2018
Especial por Guimel Tamuz: ¿Quién es un Jasid? por el Dr. D. Weiss
Después de obtener un doctorado en ciencias biológicas y estudiar medicina en Oxford, fui nombrado profesor asistente en el Departamento de Inmunología y Bacteriología en la Universidad de California en Berkley. Cuando asumí este puesto en 1957, me mudé con mi familia al área de San Francisco. Estando allí, me hice amigo del rabino Shlomo Cunin, que era el emisario del Rebe en California, y creo que fue el Rabino Cunin quien me mencionó en lo del Rebe, (haciendo que el Rebe se interese por mí).
La primera y única vez que conocí al Rebe fue después de un viaje que hice a la Unión Soviética en 1965, cuando el Rebe pidió verme.
Ese año, los soviéticos decidieron organizar su primer simposio en medicina moderna al que invitaron a veinticinco científicos del exterior, junto con veinticinco científicos propios. Era un simposio muy selecto, y fui uno de los honrados con su invitación.
Sin embargo, no me sentí honrado. Sabía muy bien sobre la opresión de los judíos en la Unión Soviética, así que me negué a asistir. Pero fue entonces que Avraham Harman, el embajador de Israel en los Estados Unidos, apareció en mi puerta y me convenció de que debía ir. Me contó sobre la terrible situación que enfrentaban los judíos en la URSS: muchos habían sido encarcelados por ofensas menores como acumular harina, que sólo estaban ahorrando para hornear Matzot para Pesaj. Me dijo que el personal de la Embajada israelí en Moscú estaba bajo constante vigilancia y no podía tener llegada a la comunidad judía, pero yo tendría una posibilidad que ellos no la tenían. Iría a Rusia como VIP con privilegios especiales; contaría de un automóvil y un conductor a mi disposición, y tendría la libertad de moverme. Así convencido, acepté la invitación y fui.
Una vez en la URSS, los israelíes me dijeron qué hacer, debía solicitar una visita a Babi Yar; Debía ir al cementerio en Moscú y preguntar por qué no hay más espacio para los entierros judíos (ya que obviamente había espacio disponible); Siempre debía parecer un observante y pedir comida kosher para que los judíos en la carpintería, por así decirlo, confíen en mí y salgan. Este es el tipo de cosas que me pidieron que hiciera, no espionaje.
Estas tácticas funcionaron. De repente, mientras estaba fuera de la sala, uno de los científicos soviéticos escribió en mi libreta: "Soy judío" en pequeñas letras hebreas. Nos reunimos, y luego logré sacarlo de la Unión Soviética.
Además, encontré muchos judíos que practicaban el judaísmo en la clandestinidad; expresaban una desesperación que me rompía el corazón. Encontré un minian de unas 25-30 personas a puerta cerrada. Encontré una comunidad de judíos georgianos que se encontraban en un edificio abandonado; estas personas salieron de su escondite para mostrarme que todavía estaban allí y que vivían según la Torá, y fue esta una experiencia conmovedora que afectó toda mi vida.
Después de regresar de mi viaje, el Rebe me invitó a ir a verlo. Traje a mi hijo mayor, Hilel, que tenía entonces siete años. La audiencia fue tarde por la noche y él no podía mantenerse despierto. Entré en la oficina del Rebe y me senté, con mi hijo cabeceando en mi regazo.
Cuando el Rebe lo vio, se levantó, rodeó su escritorio y lo levantó, y durante el resto del tiempo hablé con el Rebe mientras Hilel dormía en el regazo del Rebe.
Se suponía que la audiencia duraría veinte minutos, eso es lo que me dijo el secretario del Rebe. Efectivamente, después de veinticinco minutos, la puerta se abrió un poco, donde pude ver un par de ojos que me miraban no muy contentos. Pero el Rebe levantó su mano y la puerta se cerró. En total, la audiencia duró unas dos horas y media o tal vez tres. No estoy seguro, pero sé que llegué alrededor de las 10 p.m. y me fui después de la 1 a.m. El Rebe quería saber cada detalle de mi viaje a Rusia.
Le conté todo lo que había sucedido, lo que demoró un poco, y durante todo el relato, el Rebe me hizo muchas preguntas.
Cuando terminamos de hablar de Rusia, el Rebe dijo: "Me gustaría hablar con usted sobre lo que hace en ciencia", y comenzó a preguntarme acerca de la teoría llamada "inmunología del trauma", que era muy nueva en ese momento, y que desde entonces se ha vuelto bastante famosa. Esta teoría sostiene que dado que el cuerpo tiene un sistema inmune para reconocer virus, bacterias y células cancerígenas como extrañas y rechazarlas, entonces tal vez la razón por la que la gente contraiga cáncer es porque, debido a un trauma, este sistema deja de funcionar o no funciona lo suficientemente bien. Es una teoría complicada, y descubrí la profundidad de su comprensión y cuestionamiento absolutamente asombrosa.
Al final de la audiencia, quedé tan profundamente impresionado, lo que me llevó a decirle al Rebe: "No soy tan minucioso en mi observancia de la Torá como otros. Rezo tres veces al día, pero no siempre con un minian. Y no siempre soy tan cuidadoso en observar los mandamientos como las personas que son sus emisarios. Pero me gustaría saber, "¿Quién puede llamarse uno de sus jasidim?" (En otras palabras, qué hacer para pertenecer, para ser un Jasid suyo)
Él respondió: "Es muy simple... Alguien que puede decir al final del día que ha avanzado un pequeño paso más de lo que era al comienzo del día, estaría feliz de llamar a esa persona un Jasid mío".
Su declaración contenía un mensaje muy poderoso. Y desde entonces, he intentado, aunque no siempre haya tenido éxito, de ser el tipo de persona capaz de mirar hacia atrás al final del día y decir: "Hoy he subido un pequeño paso".
***
El Dr. David W. Weiss z"l es un científico que se mudó a Israel en 1966. Fue entrevistado en su casa para JEM, My Story, en Yerushalaim en septiembre del 2015.
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