lunes, 16 de abril de 2018

Lejatjila Ariber - Sin limitaciones



por el rabino Sholom DovBer Avtzon

Beis Iyar, (el 2 de Iyar) es el cumpleaños del Rebe Maharash. Este año (5778) es el (cumpleaños) n° 184. Es costumbre decir su capítulo (capítulo de los Tehilim, al menos en el día de su nacimiento) y este año comenzamos a decir el capítulo 35. 


La siguiente historia ocurrió en vida de su padre, el Rebe Tzemaj Tzedek.

Un Josid de Vitebsk llegó una vez al Tzemaj Tzedek y le volcó su corazón, sin poder contener su angustia. "Mi único hijo recibió una orden para presentarse frente a la oficina de reclutamiento", lloró. "El Rebe sabe lo difícil que es recibir una exención del reclutamiento militar, particularmente este año, ya que incluso están reclutando jóvenes que son hijos únicos de sus padres (aunque esta solía ser una exención automática). El problema es mucho más grave aún teniendo en cuenta que, Boruj Hashem, mi hijo es fuerte y sano, y los médicos definitivamente lo declararán apto para el ejército. Rebe, por favor sálvelo!"

El Tzemaj Tzedek compartió el dolor del padre y lloró junto con él. Sin embargo, vio que el destino del hijo estaba sellado en el Cielo; se decretó que iba a ser reclutado en el ejército del Zar. Lleno de dolor, el Tzemach Tzedek respondió: "Lo siento, pero no hay nada que pueda hacer para ayudarte".

Al salir de la habitación del Rebe, el padre rompió en sollozos incontrolables. "El amor del Rebe por cada judío es inmenso, desmesurado", pensó. "¡Si ni siquiera él puede ayudarme, significa que el destino de mi hijo está sellado! Sin embargo, aún debo intentar hacer todo lo que pueda para salvar a mi único hijo. Le preguntaré al Maharash si puede presentar mi solicitud a su padre, el Rebe, por segunda vez".

El Maharash rápidamente aceptó. Sin embargo, su padre respondió: "¡Ya he dicho que no hay nada que pueda hacer para ayudarlo!" Al no tener otra opción, el judío se volvió a su casa.

Pasaron los días, hasta que llegó el momento de que su hijo fuera examinado por los médicos del gobierno para ver si era apto para el servicio militar. Dos días antes de la cita, el angustiado padre envió un mensajero al Maharash específicamente para suplicarle que presentara su pedido una vez más.

Aunque su padre, el Rebe, ya había declarado dos veces que no podía ayudar en este caso particular, el Maharash le rogó a su padre una vez más en nombre del Josid. Una vez más, el Tzemaj Tzedek dijo que no podía ayudar al joven, pero esta vez le pidió a su hijo que trajera un Midrash Tanjuma.

El Maharash trajo el sefer solicitado, y el Tzemaj Tzedek se volvió hacia el posuk "Im kesef talve", [1] donde la Torá nos instruye a ayudar a los necesitados. Luego procedió a leer el Midrash sobre este versículo:

"Hashem dice: 'El alma del mendigo estaba hambrienta y a punto de morir de inanición, y tú le diste apoyo y lo reviviste. Te prometo que te reembolsaré, alma por alma. Llegará el día en que tu hijo o hija se enfermará o se acercará a la muerte. Recordaré la acción que realizaste con el mendigo y rescataré al niño de la muerte."

Al decir esto, el Tzemaj Tzedek cerró el sefer, y el Maharash entendió que era ya momento de salir. Sin embargo, percibió que algo extraordinario acababa de suceder y que el joven se salvaría.

Efectivamente, unos días después, la maravillosa noticia llegó a Lubavitch, el joven había sido salvado. Milagrosamente, los doctores en la oficina de reclutamiento por alguna razón desconocida lo declararon completamente incompetente para servir en cualquier condición, como si fuera una persona lisiada, y lo habían enviado a casa. El Rebe estaba eufórico cuando escuchó las buenas nuevas. Sin embargo, el Maharash estaba intrigado. Tenía que descubrir: ¿Qué acto había salvado al muchacho?

Algún tiempo después, el Maharash fue a Vitebsk para su examen semestral con su médico, el doctor Heibenthal. Como siempre, aprovechaba cada momento al máximo, por lo que aprovechó la oportunidad para visitar al Josid en su casa. Después de saludarlo cálidamente y de agradecerle a Hashem por su constante amabilidad, el Maharash le preguntó: "¿Hiciste algo especial ese fatídico día cuando tu hijo fue examinado?"

"Nada en particular para destacar", respondieron los padres del niño. "Por supuesto, imploramos a Hashem misericordia haciendo Davenen, diciendo Tehilim, y visitando las tumbas de nuestros ancestros, rogándoles que intercedan en el Cielo en nuestro nombre. Aparte de eso, no recordamos nada fuera de lo común".

El Maharash no quedó satisfecho con esta respuesta. "Piensa sobre todo aquel día, en detalle", les indicó.

Después de pensarlo un poco, la esposa del Josid dijo: "Sí, recuerdo algo que puede valer la pena mencionar."

"Esa mañana, un mendigo tocó nuestra puerta pidiendo algo de comida. Ya estábamos en la puerta, preparándonos para ir al cementerio a rogar a nuestros queridos padres que habían fallecido que rezaran por nosotros, así que le pedimos que regresara en otro momento. Sin embargo, el mendigo continuó suplicándonos. '¡Me muero de hambre y no he comido hace mucho!' él afirmó.

"Al escuchar su angustia y desesperación, y como no estábamos de humor para comer de todos modos, le di toda una comida preparada que la comió agradecido y complacido".

"¡Eso es!", Exclamó el Maharash. "¡El zejut de alimentar a un judío hambriento es lo que salvó a tu hijo!" Luego los bendijo para que pudieran continuar ayudando a otros y siguió su camino.

El Maharash acababa de aprender una lección importante. A veces, un tzadik no tiene la capacidad de dar una brajá a un individuo (o comunidad) , pero intentará ayudarlos de todos modos. Su padre había visto y declarado que no tenía la capacidad de salvar al muchacho dándole una braja. Sin embargo, los ayudó de una manera diferente: abrió un canal en el Cielo, permitiendo que las acciones meritorias de los padres del niño salvaran a su hijo. [2]


Elegí esta historia porque, a mi entender, es una de las más reveladoras que demuestran que, aunque en muchos aspectos la vida del Tzemaj Tzedek y del Rebe Maharash fueron diferentes, vemos de acá que el Tzemaj Tzedek, estaba mostrándole a su hijo y su futuro sucesor, que uno tiene que vivir en una manera de Lejatjila Ariber.

El Tzemaj Tzedek declaró no una, ni dos veces, sino tres veces que no podía ayudar a este judío. Básicamente, estaba diciendo que su destino ya estaba sellado en el Cielo. Sin embargo, después de afirmar eso, demostró que incluso cuando los cielos declaran que hay un límite, el hecho es que el límite no está grabado en piedra, se puede cambiar. Nada puede resistir la fuerza de la Torá y las Mitzvot.

Y ese, mis amigos, es el enfoque de Lejatjila Ariber.


[1] Mishpatim 22:24.
[2] Sefer HaSichos 5702, pp 106–107.

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