El Jasidishe Maise semanal
Por el rabino Sholom D. Avtzon
Hace unas semanas un amigo compartió conmigo la siguiente anécdota; Una madre conducía en un día de tormenta por una ruta importante, con sus cuatro niños pequeños en el coche. El más chico tenía sólo unos meses de edad, cuando el coche se rompió. Ella se las arregló para desviar el auto a un costado de la carretera y salió del auto, con la esperanza de que algún otro se detenga y la ayude. Sin embargo, pasaron cinco, diez y treinta largos minutos y los coches sólo pasaban a su lado.
Su bebé comenzó a llorar porque estaba hambriento, los otros niños empezaron a llorar porque estaban asustados y nerviosos y ella tenía ganas de llorar por las dificultades que estaba pasando.
De repente, un anciano caminando con la ayuda de un bastón se le acerca y le dice con calma; Vuelva a su coche con los niños, mi esposa llamó al mecánico y está en camino para ayudarla, todo estará bien. Voy a esperar en mi camioneta hasta que llegue y ver que todo esté en orden.
La señora estaba muy agradecida por este alivio y ella fue a sus hijos y les dijo las maravillosas noticias.
Fiel a la palabra del hombre, unos diez minutos más tarde, el mecánico llegó con su camión de remolque, y después de revisar el coche durante unos minutos, le dijo a la señora, voy a tenerlo listo para usted a las nueve de la mañana; mientras tanto usted y su familia van a dormir (pasar la noche) en el hostel local. Mi amigo y su esposa los llevarán allí en su camioneta.
Al llegar al hotel, los niños estaban tan extremadamente irritables y agotados que la señora felizmente aceptó la llave de una habitación y tomó el número del mecánico y se fue a dormir. Ella pensó que en este hotel el cliente puede pagar a la salida.
Antes de las nueve de la mañana, el teléfono en su habitación suena y el encargado de la recepción le informa que su coche está listo, que el mecánico trajo el coche al hotel.
Pidiéndole a su hijo mayor que vea a los niños más pequeños por unos minutos, ella va al lobby para darle las gracias por ocuparse de su auto antes a otras responsabilidades, recibe las llaves y paga la factura.
Cuán asombrada quedó cuando el mecánico le informa que la factura de la reparación ya había sido pagada por la pareja de ancianos y el encargado de la recepción le informaba lo mismo acerca de su habitación.
Preguntó el nombre de la pareja para pagarles a ellos, pero se le informa que dejaron el siguiente mensaje; "Si la mujer desea devolvernos, ella debe ocuparse de ayudar a un extraño con el que se encuentre en su momento de necesidad. Nos alegramos de hacerlo por ti y puedes transmitir este maravilloso espíritu a otros! ¡PASALO ASI A OTROS!"
Al oír esta historia, me dije, no es ese el mensaje apropiado para Guimel Tamuz?
El Rebe ha tocado a tantos de nosotros en numerosas y diversas maneras. Sin embargo, nunca pidió nada personal a cambio. Lo que él pidió es: Que transmitamos esa maravillosa experiencia y sentimiento, que tuvimos y que permanece con nosotros, que toque e inspire a otra persona para fortalecer también su conexión con Hashem estudiando la Torá y cumpliendo las Mitzvot meticulosamente.
A los primeros que debemos llegar son nuestros hijos, hermanos y alumnos. No tuvieron el mérito de ver al Rebe y sin embargo ansían estar cerca a él. Comparta con ellos las enseñanzas, consejos y perspectivas del Rebe. Inspiralos a seguir su camino y a que estudien sus Sijot y Maamorim, a convertirse en hombres y mujeres Jasidishe y elevar el mundo que esté listo para recibir la gloria de Moshiaj Tzidkeinu rápidamente en nuestros días.
En Sijot durante 5748-9 (1988/9) el Rebe mencionó hacer actos aleatorios de bondad a otra persona. Si es apropiado hacerlo para ayudar a uno a lidiar con los problemas de la vida, cuánto más importante es compartir con nuestra familia, amigos y cercanos la visión del Rebe sobre el propósito de nuestra creación, de hacer del mundo una morada para la Shejiná de Hashem.
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