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domingo, 30 de marzo de 2025

2 de Nisan - Maise: Una noche de milagros

Durante los días turbulentos de la Revolución Bolchevique en Rusia, el Rebe Rashab, Rabí Shalom-Dovber de Lubavitch, quinto Rebe de Jabad, se había trasladado a Rostov tras el estallido de la Primera Guerra Mundial. En el invierno de 1920, cuando las sombras del comunismo se cernían sobre la ciudad, el Rebe se recluyó en su hogar y no permitió la entrada de nadie.

Sin embargo, en Purim, la angustia de los jasidim se transformó en esperanza. Se les informó que el Rebe celebraría un breve Farbrenguen, pronunciaría un Maamar de Jasidut y, luego, cada uno regresaría a su casa. Con expectación y reverencia, los jasidim entraron en silencio a su hogar, iniciaron la Seudá y aguardaron ansiosos su llegada.

Cuando el Rebe apareció, su rostro reflejaba una paz especial. Tomó un poco de Mashke y, con voz firme dijo: "Lejaim!". Al instante, los jasidim percibieron un cambio en su expresión. Con palabras llenas de inspiración, los animó a estar Besimjá. Luego, sacó una suma de dinero y ordenó traer abundante Mashke. Invitó a todos los presentes a levantar sus copas, decir "Lejaim" y cantar con alegría desbordante.

En aquellos tiempos, las restricciones eran severas: salir de casa más de tres horas por la noche estaba prohibido, al igual que cualquier tipo de reunión. Beber en grupo y recolectar donaciones se consideraban delitos graves. Sin embargo, en aquella noche de Purim, en la casa del Rebe, la luz de la alegría y la fe desafiaban la oscuridad de la opresión.

Todos sintieron la magnitud de aquel momento y la cercanía única con el Rebe. Con entusiasmo desbordante, elevaron sus voces en un canto poderoso que resonaba incluso en la calle. En aquel instante, era como si hubieran olvidado dónde estaban. El Mashke fluía como agua, la alegría se desbordaba y el Rebe dirigía la atmósfera con una intensidad espiritual inigualable.

Su rostro reflejaba una conexión con otro mundo, y sus palabras ardían como llamaradas de fuego. Esa noche, los jasidim fueron bendecidos con un torrente de enseñanzas jasídicas y revelaciones como nunca antes habían experimentado.

De repente, en medio de la euforia, un jasid irrumpió en la sala con noticias realmente preocupantes: los bolcheviques estaban haciendo inspecciones por la ciudad y pronto llegarían a la casa del Rebe. Un escalofrío recorrió a los presentes, pero el Rebe permaneció impasible. Sin vacilar, continuó pronunciando sus santas palabras y ordenó que nadie se moviera. "Cuando canten, sigan cantando en voz alta", instruyó con determinación.

El miedo se apoderó de los familiares del Rebe. La Rebetzn intentó hacer que los jasidim bajaran la voz. Su hijo, Rabí Yosef-Itzjak (el futuro Rebe Rayatz), también estaba profundamente preocupado por lo que pudiera ocurrir. Pero el Rebe disipó todas las inquietudes con su inquebrantable serenidad.

Entonces, comenzó a recitar un profundo Maamar jasídico. En plena recitación, se escucharon golpes estruendosos en la puerta. Sin interrumpirse, el Rebe indicó que la abrieran y, sin voltear siquiera, continuó con su Maamer. A pesar del pánico, un jasid se dirigió a los bolcheviques y les informó con naturalidad: "En este momento, el Rebe está hablando". Los soldados preguntaron cuándo podían volver, y les respondieron: "En unas horas, cuando termine sus asuntos."

En un giro milagroso, los bolcheviques aceptaron la respuesta, se dieron la vuelta y abandonaron la casa, dejando tras de sí una atmósfera cargada de asombro y gratitud.

Pasaron algunas horas y, de repente, alguien volvió a golpear la puerta. Esta vez, los jasidim comprendieron que los bolcheviques regresarían para registrar la casa. No necesitarían buscar demasiado: sobre la mesa estaban las botellas de Mashke y una bandeja con el dinero recolectado para la recaudación de fondos organizada por el Rebe, pruebas innegables de "delitos penales" según el régimen.

El pánico se apoderó de los presentes. Con rapidez, Rabí Yosef-Itzjak cubrió la bandeja con una servilleta, pero el Rebe la apartó con determinación. Mirándolo fijamente, le dijo: "Yosef-Itzjok, ¡no tengo miedo! La paz estará con nosotros. No hablo de una paz oculta o encubierta, sino de una paz íntegra y abierta."

Los bolcheviques irrumpieron en la casa e inspeccionaron cada habitación. Cuando intentaron entrar en la sala de Yejidut, Rabí Yosef-Itzjak sintió un escalofrío de temor, pero el Rebe lo tranquilizó con palabras firmes: "Allí se anularán por completo." Luego añadió: "Hay que decir Jasidut para disipar la Klipá." Sin dudarlo, comenzó a recitar el profundo Maamar "Reshit Goim Amalek".

Mientras hablaba, repitió en varias ocasiones que era crucial prestar atención, pues estaba tratando un asunto Pnimi, algo que rara vez se revelaba. Los jasidim, sintiendo la gravedad del momento, agudizaron su concentración y absorbieron cada palabra con reverencia.

Durante la inspección en la sala de Yejidut, uno de los soldados bolcheviques aprovechó el caos para robar una pequeña caja de tabaco que estaba destinada para el Rebe para Pésaj. Reb Yaakov Landau, quien más tarde sería el rabino de Bnei Brak, notó el robo y no pudo quedarse en silencio. Con valentía, se dirigió al comandante del grupo y denunció el acto, exigiendo que la caja fuera devuelta. Como jasid leal, no podía permitir que un objeto sagrado del Rebe quedara en manos impuras.

El soldado ladrón, sorprendido al ser descubierto, no tuvo más opción que devolver la caja. Pero cuando la sacó de su regazo, ya estaba rota e inutilizable.

Milagrosamente, a pesar de haberlo tenido todo ante sus ojos, los bolcheviques ignoraron la reunión de los jasidim y los objetos sobre la mesa. Sin más, salieron y se dirigieron a la casa vecina. A través de una ventana, algunos jasidim observaron con atención sus movimientos.

De repente, vieron al soldado que había robado la caja sacar su pistola y examinar la boca del cañón. En ese instante, un disparo accidental resonó en la noche. La bala le atravesó el cuerpo, y cayó muerto en el acto. Sus compañeros, conmocionados, se vieron obligados a cargar con su cuerpo y retirarse.

Dos semanas después, el 2 de Nisán, el Rebe Rashab dejó este mundo y fue enterrado en Rostov, marcando el final de una era y el comienzo de un legado eterno.


Fuente: Otzar Hajasidim, Sijat Hashabua #1995

martes, 11 de marzo de 2025

Mensaje de Purim con anécdota divertida

El Frierdiker Rebe le recomendó a Reb Jatche (Yejezkel) Himelstein que se convirtiera en el Rov (Rabino) de una ciudad en particular. Sin embargo, Reb Jatche, conocido por su humildad, respondió: "No me siento digno de ser un rabino, hay ciertas Halajot (leyes) en Joshen Mishpat (asuntos monetarios) que no entiendo completamente."

El Frierdiker Rebe sonrió y le contó una historia. 
"En cierto Purim, un hombre había bebido demasiado Mashke y se quedó profundamente dormido en un banco. Algunos jóvenes traviesos lo vieron allí y quisieron divertirse un poco...encontraron una ropa (disfraz) de un galaj (cura) y se lo pusieron mientras dormía.

Cuando el hombre se despertó, todavía algo borracho, se miró y se sorprendió al ver que llevaba puesto el atuendo de un cura. '¿Qué es esto?', se preguntó. '¡No puede ser! Soy judío, no soy un cura!"

Aún con la mente nublada, el hombre pensó: "Pero.. si a fin de cuentas tengo puesto ropas de cura, debo ser un galaj!" No estaba seguro, así que decidió hacer una prueba. "Abriré un libro de los galajim y veré si puedo leerlo. Si puedo, soy un galaj. Si no, no lo soy."

Abrió el libro y vio que no podía leer nada, ya que estaba escrito en latín. "Definitivamente no soy un galaj", dijo. Pero luego siguió considerándolo: "¿Por qué estoy usando ropa de cura si no soy un galaj?"

Llegó a una conclusión divertida: "Soy un galaj, y probablemente la mayoría de los curas tampoco saben leer esto. No soy un inútil, y si ellos pueden ser curas sin saber leer, yo también puedo ser un galaj..."


El Frierdiker Rebe concluyó con una enseñanza valiosa: "Aprende de esta historia que no debes pensar que otros son más sabios o capaces que tú. Todos tenemos nuestras debilidades y limitaciones. Lo que diferencia a aquellos que logran el éxito es que no permiten que sus deficiencias les impidan avanzar hacia sus metas."

***

Al compartir esta historia con otros, me enteré de que el Frierdiker Rebe tenía un mensaje más profundo: 
Cuando se te asigna una responsabilidad, es común que la 'humildad' te haga sentir incapaz. Pero el Frierdiker Rebe le estaba diciendo: "Mira a aquellos que sí han logrado grandes cosas. ¿Crees que siempre tuvieron el talento para triunfar? No, perseveraron y tuvieron éxito de todos modos."

En otras palabras, aunque te falte claridad en ciertas áreas, con el tiempo y la perseverancia, podrás adquirir ese conocimiento. [El Frierdiker Rebe quería que Reb Jatche aceptara el desafío de convertirse en un Rov, y que no se dejara llevar por la idea de que no era digno.]

Además, hay un tercer mensaje en esta anécdota:

El Frierdiker Rebe destacaba que la posición o el cargo que ocupas puede influir sobre tu comportamiento, pero no te define como persona. Las ropas o el título que tengas no te convierten en alguien, es el esfuerzo y la dedicación lo que te lleva a crecer y a alcanzar tus metas.

Fuente: Reb Sholom Avtzon

lunes, 24 de febrero de 2025

22 de Shvat - Historia #2

22 de Shvat
Historia #2


El Sr. Isaac Milstein contó:

 “Mi familia emigró de Rusia a Israel y en 5738 (1978) nos mudamos a Nueva York. Mi madre encontró trabajo como estilista en Freeda Wigs en Crown Heights. Una vez, la Rebetzin llamó al local y pidió hablar con la gerente, la Sra. Kugel. Mi madre, quien atendió el teléfono, dijo: “La Sra. Kugel salió, ¿quiere dejar un mensaje?” y preguntó quién hablaba. La Rebetzin respondió pidiéndole que le comunicara que la Sra. Schneerson había llamado y le preguntó si la Sra. Kugel podía devolverle la llamada en otro momento. 

Fue en ese momento cuando mi madre se dio cuenta de que estaba hablando con la Rebetzin. Emocionada, exclamó: ‘¡Rebetzin! ¡Es un gran honor hablar con usted! Le transmitiré el mensaje”. La Rebetzin le dijo entonces a mi madre: “Puedo oír en tu voz que estás afligida por algo, ¿está todo bien?” 
Ante esta muestra de sensibilidad, mi madre no pudo contener las lágrimas.

Entre sollozos, le explicó que nuestra familia había emigrado recientemente a Estados Unidos y que, de repente, mi abuela había enfermado gravemente. Los médicos habían pronosticado que solo le quedaban unos pocos meses, o un año como máximo, de vida. 
La Rebetzin entonces comenzó a hablar en ruso y le dio una Brajá para que mi abuela se recuperara y que saliera de esa difícil situación en paz. Y así fue. Contra todas las sombrías predicciones de los médicos, mi abuela no solo se recuperó sino que vivió otros 23 años, desde 5738 hasta 5761(2001).” 


Esta historia revela no solo el poder de una Brajá de la Rebetzin, sino también su excepcional capacidad para percibir el dolor y la sensibilidad de los demás, incluso en un breve diálogo. Su empatía y comprensión hacia los demás son verdaderamente destacadas.

22 de Shvat - Yortzait de la Rebetzin

22 de Shvat - Yortzait de la Rebetzin
Historia especial traducida en honor al 37° aniversario 


Rab Leivi Azimov de París, Francia cuenta:

En honor al mes de Tishrei de 5730[1969], los jasidim organizaron un vuelo chárter especial de Eretz Israel a Nueva York (como lo habían hecho en años anteriores). Después de Tishrei, el avión despegó de regreso rumbo a Eretz Israel. Poco después, el Rebe preguntó a los mazkirim: “Voz tut zij mit dem charter? ¿Qué sucede con el chárter?” No entendieron lo que el Rebe preguntaba, ¡el avión acababa de despegar! Sin embargo, unos minutos después, llegó la noticia a 770: uno de los motores del avión se había incendiado en pleno vuelo, y milagrosamente habían logrado regresar al aeropuerto de Nueva York de forma segura. El Rebe procedió a darles varias instrucciones (incluyendo recitar un Maamar Jasidut en el aeropuerto), y finalmente partieron al día siguiente. 
Esta es la famosa historia del chárter, pero lo que se conoce menos es un contexto adicional. Mis padres, el Rabino Shmuel y Basya Azimov, formaban parte de aquel chárter (el avión los había recogido en Francia). Ese día, antes de la hora original de salida del avión, mis padres habían ido a visitar a la Rebetzin junto con mi hermano Mendel, que era un bebé en ese entonces, y mi abuelo, Reb Bentzion Shemtov. Mientras conversaban, la Rebetzin preguntó: “¿Cuándo viajan de regreso?” Mi padre respondió: “Esta noche.” La conversación continuó, y unos minutos después, la Rebetzin preguntó de nuevo: “¿Cuándo viajan de regreso?” “Esta noche,” respondió mi padre. Unos minutos después, preguntó por tercera vez: “¿Cuándo viajan de regreso?” “Esta noche.” Cuando se fueron, mi padre discutió este extraño suceso con su suegro, Reb Bentzion Shemtov, y ambos comprendieron que claramente algo andaba mal con el viaje. Tal vez no deberían ir... Al final decidieron tomar el vuelo, y fue entonces cuando falló el motor. 

Hay diferentes lecciones que uno puede extraer de esta historia. Una es el evidente Ruaj Hakodesh de la Rebetzin [y el fascinante hecho que tanto el Rebe como la Rebetzn percibieran el problema antes de que suceda]. Pero, a un nivel diferente, y quizás más profundo, esta historia nos brinda una lección de cómo ser un jasid. Muchas personas podrían no darle importancia a la repetición de la pregunta de la Rebetzin. ¿Quién dice que tenga algún significado? Pero los jasidim más involucrados sabían que había un significado más profundo. El Ruaj Hakodesh se reveló poco después. Así es como mi padre siempre nos contaba esta historia: para ilustrar cómo uno debe valorar una palabra de la Rebetzin.

Yud Shvat - "כְּדַאי הוּא"

Maise especial en honor a Yud Shvat

Por Reb Y.Y. Bukiet


Mi padre, el Rab Jaim Meir Bukiet, Rosh Yeshiva de la Yeshiva United Lubavitcher en Brooklyn, comenzó a sentirse mal (y tener problemas de salud) poco después de que mi hermana mayor se mudara a California en el verano de 1968. Mi hermana y su esposo, el rabino Yerajmiel Stillman, se habían establecido en Los Ángeles para servir como Shlujim en la UCLA y apoyar espiritualmente a los jóvenes estudiantes judíos de la universidad.

Mi hermana sabía bien la naturaleza trabajadora de mi padre y cómo se sumergía completamente en sus responsabilidades sin descansar. Por eso, le insistió para que visitara California y se tomara un descanso por un tiempo. Quería que se alejara del ajetreo de Nueva York y se recuperara en un entorno más relajado.

Mi padre inicialmente rechazó la invitación de mi hermana, ya que el Rebe solía desaconsejar los viajes en ese momento debido a su alto costo. Además, mi padre tenía una excusa válida: con tres o cuatro niños pequeños en casa, el gasto de un viaje en avión era algo inviable.

Sin embargo, mi hermana no se rindió y siguió insistiendo hasta que mi padre finalmente accedió a consultar con el Rebe. "Lo que el Rebe diga, eso haré", prometió.

La respuesta del Rebe fue concisa pero significativa: "Kedai Hu" ("Vale la pena") y "Azkir Al HaTzion" ("Mencionaré el asunto junto a la tumba del Frierdiker Rebe"). Con la aprobación del Rebe, mi padre reservó boletos de tren para él, mi madre y mis hermanos menores en Amtrak.

Viajaron a través del país hasta la costa oeste durante tres días hasta que finalmente llegaron un jueves por la tarde. En cuanto a los planes para Shabat, mi hermana sugirió que vayan a la Tefilá en el Beit Jabad, pero que luego cenaran con ella en la casa.

“¡No, no!”, protestó mi padre. “El Rebe dijo ‘Kedai Hu’. Esa no es una respuesta normal. Hay una razón especial por la que estoy aquí. Voy a comer en el Beit Jabad…”

“Tate, vas a estar aquí cinco o seis semanas. Descansa un poco. Puedes ir la semana que viene o la otra semana, otro Shabat”, respondió ella. “¡De ninguna manera!”, proclamó mi padre, con firmeza.
Ese viernes por la noche, el Beit Jabad de la UCLA recibió a unos 80 o 90 estudiantes universitarios. Tenían mesas para los muchachos y mesas para las chicas. Ese viernes por la noche, mi cuñado, el rabino Stillman, organizó las mesas de manera que haya una mesa principal donde se sentaría mi padre, ya que él sería el estimado orador invitado.

Lo invitaron a sentarse en la mesa principal, pero él se negó rotundamente diciendo: “¡No me sentaré en la cabecera de ninguna manera! ¡Me sentaré entre los jóvenes!”. Luego caminó alrededor de las mesas y se sentó entre dos estudiantes universitarios.

Empezó a romperse los dientes hablándoles en su mezcla especial de "Idish-English". Para sorpresa de mi padre, uno de estos chicos comenzó a responderle en perfecto idish, algo completamente inesperado de un estudiante de la UCLA. Para su sorpresa aún mayor, después de que mi padre le dijera de dónde era, originalmente de Jmielnik, Polonia, el estudiante, emocionado, le dijo que su Bobe y Zeide provienen de la misma ciudad, de Jmielnik. Luego contó los recuerdos que su Zeide compartió con él de la ciudad, que incluían el Shul y los detalles de la plaza central de la ciudad, ante la total incredulidad de mi padre. Esa noche, mi padre habló con ellos durante unas cuantas horas.
Este estudiante más tarde le comentó que hay una comunidad Jmielnik en Los Ángeles y lo instó a hablar con sus miembros. En su mayoría, se lamentó el joven, están decepcionados con respecto al idishkait debido a sus traumas en el Holocausto. Mi padre, recordando las palabras orientadoras del Rebe, alentándolo a viajar con las palabras: “Kedai Hu”, “vale la pena”, lo relacionó enseguida con la sugerencia de hablar ante aquellas personas mayores de Jmielnik, e inmediatamente accedió ir a hablar con ellos. Tal vez esto era lo que el Rebe tenía en mente cuando dijo “Kedai Hu”, pensó.

Después de Shabat, el estudiante se contactó con un conocido del club y acordaron que él hablara el jueves siguiente por la noche, que coincidía con la reunión mensual de los integrantes. Cuando se corrió la voz entre ellos, estas personas mayores de la sociedad se emocionaron. Todos conocían a la familia de mi padre. Su abuelo era el Shoijet del pueblo y todos estaban emocionados de conocer a su nieto.

Ese jueves por la noche, cuando se dio el encuentro, él trató de abrir sus corazones y reavivar el fuego del Idishkait que se había apagado por las tragedias que experimentaron. Realmente pudo identificarse con ellos, además de ser del mismo pueblo, también pasó por el Holocausto y perdió a toda su familia. Estaban muy orgullosos de él, cómo uno de los suyos, un muchacho de su pueblo que lo había logrado. Se convirtió en Rosh Yeshiva y era un importante Rav.
Después de la noche conmovedora que compartieron juntos, alguien escribió sobre ello y lo puso en el periódico de la comunidad. Principalmente para aquellos que no pudieron asistir. Mencionaron que mi padre, el nieto del Shoijet, vino y habló con ellos, pero quien no lo haya visto todavía tenía la oportunidad de comunicarse con él, ya que estará por la zona durante las próximas semanas.

Como resultado, una señora que no había asistido a la reunión llamó y solicitó una reunión con mi padre diciendo que tenía algo muy importante para decirle. Él sintió fuertemente que algo extraordinario estaba por suceder, así que hizo que todos en la familia se vistieran con ropa de Shabat. Todos fueron al Beit Jabad con sus mejores ropas para encontrarse con esta mujer que tenía aquel importante mensaje.

Esta señora recordó cómo estaba en el mismo vagón de tren que los padres de mi padre en 1943, alrededor de la época de Sucot, mientras los llevaban a la fuerza a un campo de exterminio. Después de viajar durante unos días en este tren lleno, notó que a veces el tren disminuía la velocidad, en varias curvas. Ella le sugirió a mi abuela (la madre de mi padre) que en esos momentos en que el tren iba más lento, podían trepar por la ventana alta y saltar del tren. Entonces podrían correr hacia el bosque y escapar de la muerte segura a la que los estaba llevando el tren. Mi abuela dijo tristemente que no podía hacerlo. Ella ya era mayor y pensó que la caída la lastimaría severamente o algo peor. Pero animó a esta señora, que era muy joven en ese entonces, a saltar y la ayudó levantándola hasta la ventana cuando el tren disminuyó la velocidad nuevamente, salvándole así la vida. Antes de que saltara, mi abuela le pidió una cosa...

[Nota: Apenas estalló la guerra, mi padre regresó de la Yeshivá a su casa. Sus amigos de la Yeshivá le enviaban cartas diciendo que el Frierdiker Rebe les estaba diciendo que se fueran de Polonia, que escaparan. Sin embargo, sus padres se negaban a dejarlo ir, ya que era su único hijo. Lo llevaron a varios Rabanim para demostrarle que debía quedarse, ya que él seguía pidiendo irse. Finalmente, para la época de Purim, él simplemente se escapó y dejó a sus padres atrás. Sin embargo, nunca se lo perdonó. Después de llegar a Estados Unidos, durante meses, acudía a la agencia de Manhattan que anunciaba quincenalmente las listas de sobrevivientes, con la esperanza de que al menos uno de sus padres se salvara, lo que lamentablemente no ocurrió.]

“Por favor, hazme un favor. Si alguna vez te encuentras con mi hijo, dile que hizo lo correcto. No debe sentirse mal por habernos dejado atrás. Fue bueno escuchar al Rebe. Tendré un zeijer, un recuerdo y una continuidad.” Mi abuela le pidió, aceptando su destino y quedándose en el tren.


‘Kedai Hu’, ‘Vale la pena’.

Para mi padre valió la pena escuchar al Frierdiker Rebbe durante la guerra, eso le salvó la vida.

‘Kedai Hu’, ‘Vale la pena’.

Para mi padre valió la pena escuchar al Rebe en aquel entonces (1968/9), ya que le permitió cerrar un doloroso círculo personal.

“Kedai Hu”, “Vale la pena”.

Para todos nosotros, escuchar al Rebe sigue siendo relevante y valioso hoy en día. Vale la pena. Sus enseñanzas claras y orientadoras nos guían a través del Galut y nos preparan para la llegada de la Gueulá definitiva y concreta, que esperamos suceda muy pronto.



©JasidiNews 
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4 de Shvat - Yortzait (Hilula) del Baba Sali

4 de Shvat - Historia especial 
En honor al Yortzait (Hilula) del Baba Sali זצ"ל


Antes de convertirse en el Gran Rabino Sefaradí de Israel, Rab Mordejai Eliahu sirvió como juez en un Tribunal Rabínico del sur de Israel, en Beer Sheva. Durante esos años, viajaba a menudo a visitar al famoso cabalista Baba Sali en la pequeña ciudad cercana de Netivot. Baba Sali, a su vez, siempre lo recibía cálidamente y mostró un gran afecto por el gran erudito de la Torá.

En los días que estaba en Beer Sheva, Rab Mordejai Eliahu dormía en una habitación alquilada en la casa de una familia local. Una noche, mientras estaba inmerso en la investigación de las complejidades de una ley judía sobre la que tendría que decidir en el Bet Din al día siguiente, llamaron a su puerta. Entraron dos jóvenes y le avisaron que el Baba Sali lo había invitado a (a sumarse) en una Seudat Mitzvá en la casa del Gran Rabino de Beer Sheva. El rabino les pidió que transmitieran su agradecimiento a Baba Sali por la invitación, pero desafortunadamente se vio obligado a declinar; todavía estaba en el año de duelo por su madre ע"ה, y por lo tanto no podía participar en ninguna celebración.

Poco tiempo después, los dos jóvenes regresaron. Dijeron que le habían transmitido su respuesta y razonamiento, pero que el Baba Sali dijo que de todos modos él debía venir a unirse a él en la comida, y que lo estaba esperando. Rabí Eliahu decidió que esta vez no tenía otra opción que obedecer la convocatoria; ¿cómo podría negarse a alguien de la estatura de Baba Sali?

Cuando entró en la casa donde se estaba llevando a cabo la celebración, vio que el Babi Sali estaba sentado a la cabecera de la mesa principal, su rostro sagrado irradiaba luz y pureza. Tan pronto como Baba Sali lo vio, hizo un gesto para que trajeran otra silla y que Rabí Eliyahu se sentara a su lado. Después de discutir algunos temas de Torá por un rato, el Rabino Eliahu pidió disculparse, explicando nuevamente que realmente no se suponía que participara en ninguna celebración alegre ese año, y también que necesitaba más tiempo para estudiar fuentes en preparación para el caso que tendría que juzgar en la corte al día siguiente.

Baba Sali actuó como si no hubiera escuchado.

El Rabino Eliahu se sentó en silencio por unos minutos más, y luego repitió su pedido. Baba Sali respondió: "¿Cómo puedes pensar en abandonarme aquí solo? ¿Quién se quedará para conversar así de Torá conmigo?"

El Rabino Eliahu se sentó en silencio una vez más, para entonces completamente desconcertado. ¿Por qué Baba Sali insistía en que se quedara? Seguramente él conocía la Halajá (que prohíbe a quienes están de duelo etc) tan bien como él mismo la conocía.

Mientras aún estaba reflexionando, la puerta se abrió y tres policías entraron rápidamente en la habitación. Detrás de ellos venía el dueño del apartamento en el cual se hospedaba el Rabino Eliahu. El Rabino se preguntó qué estaba haciendo allí y por qué había venido con los policías.

Mientras los cuatro se acercaban a la mesa principal, el Baal Habait exclamó: "¡Es él! Es el rabino Mordejai Eliyahu, que se aloja en mi apartamento".

Los policías se volvieron hacia el rabino Eliahu. Las grandes sonrisas en sus rostros indicaban que estaban muy contentos. "¡Qué afortunado es usted, rabino!", exclamó uno de ellos.

El rabino asombrado no sabía de qué estaban hablando. Pidió una explicación. Baba Sali, mientras tanto, ignoraba todo el procedimiento.

Los policías le recordaron al rabino Eliyahu que ese mismo día él, junto a otros dos colegas jueces del Tribunal Rabínico habían fallado en contra del padre en una disputada demanda de manutención infantil presentada por la ex esposa. El hombre era conocido en Beer Sheba por la policía por sus tendencias violentas. Parece que varias horas después del veredicto había jurado vengarse de las tres figuras rabínicas.

Los policías relataron que el hombre había ido a la casa de uno de los otros jueces y pidió que lo dejaran entrar. Al entrar, tomó en la mano la bolsa que previamente había llenado de barro y otras porquerías y la arrojó sobre la cabeza y la ropa del rabino. Después de eso, se apresuró a ir a la casa del segundo juez, donde esta vez no se conformó con avergonzar al rabino y dañar sus prendas, sino que lo golpeó brutalmente hasta el punto de necesitar tratamiento médico de urgencia.

Ese segundo juez trató rápidamente de advertir a sus colegas. Se puso en contacto con el primer juez y se enteró, para su consternación, de que ya había sido "agraciado" con una visita. Los dos intentaron inmediatamente contactarse por teléfono con el rabino Eliahu para advertirle. No hubo respuesta. Entonces llamaron al Baal Habait (donde se hospedaba), quien les dijo que el rabino había estado allí, y que había estado hace un rato inmerso en el estudio, pero que ahora no estaba. No lo veía por ningún lado. Se preocuparon mucho y llamaron a la policía.

La policía corrió a investigar y, al no encontrar rastro alguno del rabino Eliahu ni de nadie que supiera dónde estaba, temieron que quizás esta vez el violento vengador hubiera hecho algo aún más terrible, Dios libre. A medida que su preocupación crecía, pidieron al Baal Habait que los acompañara en la búsqueda. Mientras conducían, este último recordó de repente que el Rabino de la ciudad estaba organizando una Seudá, una comida de celebración. Con la esperanza de que esa fuera la clave de la desaparición del rabino Eliahu, habían venido en el patrullero para comprobarlo. "Baruj Hashem que te encontramos con vida y bien", concluyeron los policías en su informe.

Después de agradecerles su preocupación, el rabino Eliyahu se volvió para mirar al Baba Sali. Una leve sonrisa se dibujó en el rostro del santo sabio, como si dijera: "¿Nu? ¿Ahora estás de acuerdo en que tenías permitido quedarte aquí? Esta no es solo una comida de celebración; ¡es tu Seudat Hodaá por haber pasado por un peligro que amenazó con tu vida!"

Una historia de verdadera Hashgajá Pratit

Una interesante anécdota se cuenta acerca de dos jóvenes que, a pesar de su edad (e iban pasando los años), aún no se habían casado.

Decidieron viajar a Tzfat para sumergirse en la mikve del Arizal y pedir allí una Tefilá en los kivrei tzadikim. También planeaban pasar Shabat allí. Partieron un viernes por la mañana, pero demora tras demora y un tráfico sin precedentes los dejó en una Tajaná (parada de autobús) cerca de Tiberia con apenas media hora antes de Shabat.
Pensaron rápido y se acordaron de un amigo allí en Tiberia, por lo que se bajaron del colectivo con la esperanza de localizar su casa y tener un lugar donde quedarse para Shabat.
Llamaron a un taxi, pero no pudieron darle al conductor una dirección precisa. Con solo diez minutos restantes antes de Shabat, decidieron bajarse en un barrio cercano. Desesperados, se acercaron al edificio más cercano y llamaron a la primera puerta que encontraron.

El Baal Habait abrió la puerta y vio a dos jóvenes allí parados con bolsos y mochilas. Después de que le explicaran rápidamente su situación, los invitó felizmente a quedarse para Shabat. Se cambiaron y se dirigieron al Beit Kneset.

Durante la comida, compartieron con su anfitrión los desafíos que enfrentaron ese día y cómo terminaron en Tiveria con solo unos minutos de sobra antes de Shabat. El Baal Habait los tranquilizó y les dijo: "Todo fue Min hashamaim. ¿Creen que fue una coincidencia que los dejaran cerca de mi casa? ¿Creen que fue casualidad que tocaron justo a mi puerta? Déjenme explicarles lo que sucedió hoy."

Y continuó: "Necesitábamos una ayuda de Arriba en algunos asuntos familiares, así que mi esposa y yo decidimos viajar a Ucrania para pedir en el Kever del Baal Shem Tov. Nos encontramos allí para Shabat sin nada para comer, sin saber qué hacer. Entonces fue que conocimos a un grupo de yehudim de Estados Unidos. Fueron muy cálidos y acogedores, y nos invitaron a unirnos a ellos para Shabat. Tuvimos el Shabat más hermoso que hubiésemos podido imaginar, con una abundancia de comida para cada Seudá. Agradecimos a nuestros anfitriones y alabamos a Hashem por enviarnos personas tan amables para que se ocupen de nosotros.
Antes de dejar Ucrania, regresamos al kever del Baal Shem Tov. Inspirados por el increíble hajnasat orjim que experimentamos, hicimos un pedido especial que tengamos el zejut de poder cumplir con esta Mitzvá nosotros mismos.
Esta mañana volvimos del viaje. Mi esposa estaba completamente agotada, pero aún así se las arregló y preparó rápidamente comida para Shabat para poder luego descansar (del vuelo agotador). Un rato más tarde, nuestros hijos casados ​​llamaron para invitarnos a pasar Shabat con ellos. Sin embargo, ya estábamos dormidos cuando llamaron. En cambio, cocinaron para nosotros y nos trajeron una Seudá completa de Shabat. De repente, teníamos el doble de comida que necesitábamos.

Entonces, sonó el timbre y ustedes dos estaban allí parados en la puerta. En ese momento, todo encajó. Habiamos hecho una Tefilá de tener el Zejut de recibir invitados, y Hashem no solo preparó toda la comida, sino que también envió a los invitados que anhelábamos directamente a nuestra puerta."

Ese Shabat, la atmósfera tuvo una energía única. Se cantaron Zemirot, compartieron Divrei Torá y vivieron un Shabat verdaderamente edificante. 

Una semana después, un shadjan contactó a uno de los muchachos y le sugirió un Shiduj con la hija de la familia que los recibió. Un mes después, celebraron su compromiso.

Incluso si no se hubiese dado el shiduj, la historia seguiría siendo increíble. Aquella pareja entendió el valor de una Mitzvá y le pidió en un Davenen a Hashem la oportunidad de cumplirla. Hashem orquestó tantos sucesos para concederles esa oportunidad.
El shiduj fue un hermoso beneficio que salió de toda esta anécdota. Pero el propósito principal en este mundo es la Torá y las Mitzvot, y siempre que tengamos el zejut de realizar una Mitzvá, debemos reconocerlo y considerarlo como nuestra mayor ganancia.



Fuente: Reb David Ashear ("Sas Beimrateja")